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El sentido de la vida

Gustavo Bueno

El sentido de la vida

Pentalfa Ediciones, Oviedo 1996, págs. 1-14.

Prólogo

Este libro ofrece seis «Lecturas» de prosa filosófica sobre cuestiones que podrían englobarse en el «género literario» que antiguamente se conocía como «filosofía moral». La tradición platónica, en efecto, y, después, la estoica, consideró que el «género generalísimo» constituido por la «prosa filosófica», que engloba las exposiciones en lenguaje de palabras de las cuestiones filosóficas más diversas, podía dividirse en tres grandes géneros característicos, rúbricas, clases o disciplinas: las lógicas, las físicas y las morales.

Aunque el criterio es demasiado simple, puede siempre utilizarse como una primera retícula. Una retícula que nos obligará con frecuencia, sin duda, a forzar las cosas de suerte que, por ejemplo, tengamos que considerar incluidas, entre las disciplinas lógicas, a la teoría de la ciencia o a la filosofía de las matemáticas; la ontología, salvo que la interpretemos como un «proemio» de los tres géneros característicos, podría ser contada entre las disciplinas físicas; mientras que la antropología filosófica o la filosofía de la historia se incluirían en la filosofía moral (la Estética pertenece, según algunos, a la Ontología; según otros a la Antropología). En cualquier caso, y sin perjuicio de su simplicidad, lo cierto es que las huellas de esta división trimembre tradicional se advierten todavía en el idealismo hegeliano (en su división ternaria de la filosofía en «Lógica», «Filosofía de la Naturaleza» y «Filosofía del Espíritu») y en el materialismo de estirpe marxista («Dialéctica general», «Dialéctica de la Naturaleza» y «Materialismo histórico»).

Es en la «escala» de estas grandes rúbricas en la que nos hemos situado al clasificar las seis Lecturas que este libro ofrece como «Lecturas de filosofía moral».

El título de la obra, El sentido de la vida, es una sinécdoque (pars pro toto) de la Lectura sexta, que es, como lo sugiere su posición ordinal, aquella en la cual desembocan las cinco Lecturas anteriores.

¿Y por qué Lecturas como subtítulo de la obra y denominación de sus capítulos?

Es obvio que «Lecturas» no quiere significar aquí solamente «textos para ser leídos»: ello equivaldría a una redundancia. Todos los libros se publican seguramente para que sean leídos, todos son lecturas o se ofrecen como tales.

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Prólogo
 

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