El Basilisco, revista de filosofía fundada en 1978 por Gustavo Bueno
León Garzón Ruipérez
Dimensiones de la célula primitiva
El Basilisco, número 2, mayo-junio 1978, páginas 4-11.
Como es sabido una de las características que quizá singularizan más rigurosamente a todo ser vivo es la capacidad de reproducción, esto es, la de realizar copias de si mismo. Sin entrar en detalles acerca de cómo a partir de los coacervatos (Oparin (1973), Keosian (1975), Yanagawa y Egami (1977)) se pudo originar la primera masa protoplasmática con capacidad de multiplicación, supondremos que esta masa protoplasmática, o célula primitiva (CP), surgió en el seno de un medio adecuado (digamos el mar) disponiendo, en principio, de capacidad suficiente para ir aumentando progresivamente de tamaño. Dicha masa protoplasmática provista quizá de una membrana no diferenciada, poseería la forma esférica. Como resultado de los procesos de asimilación, formadores de materia protoplasmática, se generó en el seno de ella materiales de desecho, residuos de aquellos procesos, los cuales deberían ser eliminados para permitir que pudieran seguir manteniéndose. Ahora bien, la tasa de producción de estos desechos es proporcional al volumen, en tanto que su eliminación, que sólo puede efectuarse a través de la frontera con el medio exterior, es proporcional a la superficie de dicha frontera (Alvarado, 1960). Al ir aumentando la masa y, por tanto, el volumen, crece más deprisa éste que la superficie, por lo cual llegaría un momento en que la eliminación de los desechos sería inferior a la de su producción, con el resultado de que se irían acumulando tanto más cuanto mayor fuese el volumen alcanzado.
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