Jesús G. Maestro y la filosofía

En el capítulo que se está comentando aquí, Maestro hace una crítica cuyos efectos retóricos tienen una apariencia demoledora.

Ahora bien, no se trata de una verdadera crítica filosófica que situada en las coordenadas específicas (internas) de un tipo de filosofía, sea capaz de analizar las funciones actuales de la filosofía respecto a las demás categorías de nuestro presente. Más bien, es una crítica literaria dirigida contra una función genérica (externa) de la filosofía entendida como guía del destino humano.

El proceder de tal crítica está hecho desde una retórica oracular, sentenciosa, pretendidamente lapidaria y abundante en peticiones de principio y otros sofismas. Desde este género literario, Maestro habla sobre una filosofía administrada en las Universidades que él identifica de manera unívoca con una sofística que a la búsqueda obsesiva por imponerse como adiestramiento totalitario se alía con la ideología y con la religión (conceptos que toma así, sin más, de un modo puramente lisológico).

Y ocurre que el modo aforístico desde el que argumenta, es el mismo motivo que aduce para descalificar a una filosofía que, según él, se ha desarrollado según las razones interesadas de cada filósofo. Rayando en el nihilismo, viene a decirnos que no hay una racionalidad filosófica, sino que en cada momento se va imponiendo la razón subjetiva de cada filósofo. De manera que lo que aquí hace Maestro es reducir los sistemas filosóficos a pura filosofía oracular, confundiendo las ideas filosóficas con conceptos psicológicos. Este reduccionismo le lleva a una retórica que descalifica a los filósofos porque, según él, nos han hablado dogmáticamente desde su propia conveniencia. Así, en vez de referirse a las doctrinas filosóficas y al margen del propio decurso de los sistemas filosóficos, nos habla de las ideas como ocurrencias calculadas para lograr su efecto. Tal y como lo plantea, el Ápeiron de Anaximandro, el Nous de Anaxágoras, la Sustancia de Espinosa, el Espíritu absoluto de Hegel, el Ego trascendental de Gustavo Bueno, no vendrían a ser más que discursos fundados en una especie de inspiración divina.

Descubiertas las malas artes de los filósofos y haciendo ver el nulo rendimiento de la filosofía, Maestro se acoge a un positivismo tan simple que le lleva a concluir que “la ciencia hace innecesaria la filosofía”.

Aunque Maestro, haya estado vinculado a esta Escuela, tal y como se desprende de la nota informativa que acompaña al anuncio de esta lección, la representación que sobre la filosofía se hace en el capítulo séptimo de Una filosofía para sobrevivir en el siglo XXI se desmarca por completo de las líneas esenciales del Materialismo Filosófico, del sistema de Gustavo Bueno: En primer lugar, olvida que la filosofía como “saber de segundo grado” se hace tanto más necesaria cuanto más avanzan las ciencias y las tecnologías. En segundo lugar, guiado por la astucia retórica y prisionero de la filosofía oracular, queda incapacitado para practicar las metodologías dialécticas propias de una crítica filosófica que contra las ideologías contemporáneas asociadas al fundamentalismo democrático, al fundamentalismo científico y a los relativismos subjetivistas viene practicando el Materialismo Filosófico desde sus comienzos. Los supuestos del Materialismo Filosófico sí permiten establecer diferencias entre una filosofía crítica y una filosofía ideológica, como la que Maestro, falazmente, pretende desmontar.