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Teselas

Unidad e identidad

Gustavo Bueno esboza la distinción y contraposición entre las ideas de Unidad y de Identidad, ideas o conceptos que son análogos y no unívocos, por lo que la posibilidad de establecer entre ellos conexiones es muy diversa y variada. Para algunos la Unidad se reduce a la Identidad, para otros la Identidad se reduce a la Unidad (por ejemplo Santo Tomás dice en alguna ocasión que la unidad es una forma de identidad). En una tradición escolástica que se remonta a Antonio Andrea, citado por Suárez, ens est ens, toda realidad es igual a sí misma. La idea de unidad estaría en este sentido embebida en la propia identidad. La identidad y la unidad son ideas propias de la metafísica tradicional, desde Parménides a Hegel.

Pero es muy curioso observar, como ya lo hizo Adorno, que la identidad era en sus años (los años del nazismo) una idea en ascenso, que había saltado de los panfletos escolásticos a las pancartas (que reivindican por ejemplo la identidad del pueblo kurdo o la identidad del pueblo vasco). Adorno interpretaría esto de la siguiente manera: que la identidad habría sustituido a la igualdad de la Revolución Francesa, la igualdad vinculada a la libertad, frente a la identidad vinculada a la comunidad. Es decir, la identidad expresaría entonces una especie de identidad de los contrarios, en la integración ideológica en un pueblo o en una cultura.

Es muy difícil ofrecer un criterio de distinción que pueda ser utilizable en amplios sectores para establecer la diferencia entre unidad e identidad, pues se hace necesario precisar en cada momento cuáles son los parámetros o los presupuestos. Seguramente la clave del asunto reside en la definición del sujeto de esa unidad o de esa identidad, del sujeto x.

Desde el punto de vista del materialismo filosófico suponemos que todo sujeto no es simple sino múltiple, compuesto de múltiples partes, y que ese sujeto nunca está aislado, sino que está inmerso en una red de relaciones, en un contexto con el que está en interrelación y en conflicto.

Según esto la idea de unidad podría definirse precisamente como algo que tiene que ver con la conexión interna, sinalógica de las partes del sujeto. Mientras que la identidad sería (paradójicamente respecto del contexto metafísico) la relación del sujeto con alguna clase del entorno. Así es como funciona la idea de identidad cuando se habla, por ejemplo, de la identificación de una sustancia química, o de la identificación de una semilla (saber a qué clase pertenece), o cuando se habla del documento de identidad de una persona, donde la identidad se reduce al número con el que ha sido clasificada.

Se puede explicar esta relación de un modo sencillo suponiendo una estructura metálica formada por dos barras paralelas atravesadas por otros segmentos metálicos soldados a las barras. Estas barras y segmentos forman una unidad más o menos sólida, en función del grado de soldadura. Cuando esa estructura unitaria la ponemos en horizontal su identidad es la de una verja, mientras que si la ponemos en vertical su identidad es la de una escalera...


Gustavo Bueno, Unidad e identidad

Tesela nº 16 (Oviedo, 9 de febrero de 2010)

Transcripción GTGB ⋅ t016
Unidad e identidad
1 ❦ 00:00

Hablamos ahora de la distinción y contraposición entre las Ideas de Unidad y de Identidad{1}.

2 ❦ 00:12

Naturalmente, estas dos ideas o conceptos son análogos, no son unívocos, como algunos interpretan, y por consiguiente la posibilidad de establecer entre ellos conexiones es muy diversa y muy variada. Para algunos, la unidad se reduce a la identidad; para otros, la identidad se reduce a la unidad. Por ejemplo, el propio Santo Tomás dice en alguna ocasión que la identidad es una forma de unidad, y recíprocamente, que la unidad es una forma de identidad. Esta última posibilidad aparece muy frecuentemente en una tradición escolástica que se remonta a un escolástico llamado Antonio de Andrea, criticado por Suárez, en donde dice que la identidad es “ens est ens”, es decir, el ente es el ente, que traducido en términos de lógica simbólica se suele escribir –el principio de identidad– así: “para todo x, el cuantificador, x igual a x” ( x (x = x)). Entonces, la identidad sería una propiedad de todo ente, porque todo ente, o todo término, o todo ser, o toda realidad sería igual a sí misma. Entonces, la idea de unidad, en este sentido, estaría embebida en la propia identidad.

3 ❦ 01:44

La identidad y la unidad, como vemos, son ideas completamente, en principio, propias de la metafísica tradicional, desde Parménides hasta Hegel, &c. Pero es muy curioso observar –y así ha sido observado por algunos, por ejemplo Adorno, que tuvo esta observación muy aguda– que la identidad era una idea en ascenso en aquellos años (se sobreentiende, en los años del nazismo y posteriores), que la identidad era una idea que había saltado, para decirlo con una frase rápida, de los panfletos escolásticos a las pancartas, diríamos hoy. Me refiero a las pancartas de esas manifestaciones donde hemos presenciado en televisión, o directamente alguna vez, “reivindicamos la identidad del pueblo kurdo”, o “reivindicamos la identidad del pueblo vasco”. A los que teníamos una formación escolástica tradicional nos sorprendía ver la palabra “identidad” (que pertenecía, como digo, a los recintos académicos o escolásticos), verla en las pancartas. Adorno interpretaría esto de la siguiente manera, que la identidad habría sustituido a la igualdad de la Revolución francesa; la igualdad vinculada a la libertad, frente a la identidad vinculada a la comunidad. Es decir, la identidad expresaría entonces, sobre todo, una especie de identidad de los contrarios en el límite, por ejemplo de integración de todos los pueblos en una cultura, en donde pobres y ricos, hombres y mujeres, por ejemplo vascos, estuvieran fundidos en la identidad de una idea común del pueblo vasco. De manera que la identidad tendría un sentido ideológico, claro; y no meramente sería un concepto metafísico, sino que estaría mezclado con conceptos con funciones ideológicas{2}.

4 ❦ 03:44

Es muy difícil, como es evidente, el ofrecer un criterio de distinción que pueda ser más o menos utilizable, por lo menos en amplios sectores, porque en general, para establecer la diferencia entre identidad y unidad hace falta precisar en cada momento cuáles son los parámetros y los presupuestos. Seguramente, la clave del asunto reside en la definición del sujeto de la identidad o de la unidad. Llamamos x a ese sujeto, ese que aparece en la función “x igual a x” (x = x). Si este sujeto, desde el punto de vista del materialismo por lo menos, se toma no como sustancia, como una sustancia que es inmutable, que es simple en el caso mejor (el sujeto es el Dios de Averroes, el Dios de Aristóteles, el Acto Puro, que es simple y es inmóvil). Si prescindimos de ese tipo de sujetos, y desde el punto de vista del materialismo suponemos. Primero, que todo sujeto –tomado como sujeto de juicios– no es simple, sino múltiple, está compuesto de múltiples partes. Segundo, que ese sujeto nunca está aislado, sino que está inmerso en una red de relaciones, en un contexto de relaciones, con las cuales está en interacción y en su mayor parte, o terminando por ello, en conflicto. Entonces, según estos presupuestos, la idea de unidad podría definirse precisamente, como algo que tiene que ver con la conexión interna, sinalógica de las partes del sujeto; la unidad se definía en ese contexto de la unidad sinalógica de las partes, que como a su vez están vinculadas con el entorno, con el contexto, allí se definiría la identidad. La identidad sería –paradójicamente desde el punto de vista metafísico– se definiría en la relación del sujeto con alguna clase, principalmente, del entorno. Así es por lo menos como funciona la idea de identidad cuando se habla, pongamos por caso, de la identificación de una sustancia química, o la identificación de una semilla. La semilla se supone que tiene una unidad molecular, tal como está constituida, pero identificarla consiste prácticamente en establecer a qué clase pertenece (qué género, qué especie, qué clase pertenece). Cuando incluso se habla del “documento nacional de identidad” que se habla en España y en otros muchos países. Ésta es una fórmula totalmente desconocida hace 50 años, donde se hablaba de la “cédula personal”, pero no del documento de identidad. Entonces, cuando la policía pide “¡identifíquese!, ¿cuál es su identidad?”; naturalmente, no espera la respuesta de decir, Yo soy el que soy, como dicen que dijo Yahvé a Moisés, Yo soy el que soy, esta es mi identidad, sino que uno responde es “¡identifíquese!”, pues “yo soy 7648825”, es decir, mi carné de identidad, mi documento nacional de identidad. Es decir, yo me clasifico entre una serie de millones de números, yo soy un número, y mi identidad está en ese contexto, no en mi propia función.

5 ❦ 07:22

Éste es un criterio para establecer la diferencia entre la unidad y la identidad que se puede explicar de un modo muy sencillo –y con esto acabaríamos– si suponemos una estructura metálica constituida por dos barras en paralelo que están atravesadas por unos segmentos también metálicos soldados a las barras. Naturalmente, estas barras forman una unidad, más o menos sólida según el grado de la soldadura. Pero cuando esta estructura metálica la ponemos horizontal, su identidad es la de una verja; si la ponemos perpendicular o apoyada en el suelo, su identidad es la de una escalera. La identidad aquí es algo distinto de la unidad, porque sin embargo puede reinfluir sobre ella, como es natural. Esta estructura puesta como escalera acaso dura menos, porque experimentan mayor presión los peldaños que puesta [horizontalmente]. De manera que hay una relación entre la identidad y la unidad, y en este ejemplo yo creo que se explica bastante bien lo que puede querer diferenciar unidad e identidad{3}.

Final ❦ 08:41

GTGB

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{1} Sobre las Ideas de Identidad y Unidad: Gustavo Bueno, Teoría del cierre categorial, Pentalfa, Oviedo 1992-1993, 5 vols. Principalmente, volumen 1, págs. 145-184. “Predicables de la Identidad”, El Basilisco, núm. 25, 1999, págs. 3-30. “Identidad y Unidad (1, 2 y 3)”, El Catoblepas, números 119 a 121, 2012.

{2} Véase: Gustavo Bueno, “Hacia un concepto de cultura asturiana” (Prólogo a Francisco G. Orejas, Guía de la cultura asturiana, 1982). “Asturias: seis modelos para pensar su identidad”, en Pensando en Asturias, Fundación San Benito de Alcántara 1998. El mito de la cultura. Ensayo de una filosofía materialista de la cultura, Pentalfa Ediciones, Oviedo 2016. “Etnocentrismo cultural, relativismo cultural y pluralismo cultural”, El Catoblepas, núm. 2, abril 2002. España no es un mito. Claves para una defensa razonada, Pregunta 6. “¿Existe, en el presente, una Cultura española?”, Temas de Hoy, Madrid 2005, págs. 155-204.

{3} Vid. Gustavo Bueno, España frente a Europa, capítulo 1: “¿Qué es España. Diferentes modos de pensar su identidad?”, Obras Completas 1, Pentalfa Ediciones, Oviedo 2019. España no es un mito, Pregunta 3 “¿Desde cuándo existe España?”, págs. 49-79 y Pregunta 7 “¿España es Europa?”, págs. 205-240.

Señas de identidad

Identidad / Unidad / Igualdad