El Mundo Domingo, 6 de mayo de 2001 |
Televisión página 67 |
«GH» en La Castellana Veo al catedrático y filósofo Gustavo Bueno en la televisión. Pero no está con Sánchez Dragó ni con Armas Marcelo, ni tampoco está hablando de su último libro o sobre el devenir de la sociedad humana. No; su sabiduría, su privilegiado cerebro, se está ocupando de los matices psicológicos de los concursantes de Gran Hermano, y allí en el plató, junto a él, los expulsados y familiares que le arrebatan la palabra. A él no parecía importarle, de modo que no vamos a rasgamos las vestiduras, pero al final va a resultar que Mercedes Milá tenía razón y que este programa es un experimento sociológico que alcanza la categoría de lo científico. Así están las cosas y uno ya no entiende nada. Estos espaldarazos y legitimaciones dan, en cualquier caso, una idea de la importancia que ha cobrado el formato de Endemol en España Las audiencias no son las del año pasado, pero se mantienen altas sin necesidad de recurrir a otros subterfugios y procacidades y lo que ocurre en la casa tiene su inmediato reflejo al día siguiente en la calle. Esto ha permitido a Tele 5 consolidarse en el segundo puesto del escalafón audiovisual en detrimento de Antena 3, cuyos directivos dan la impresión de que llevan mucho tiempo sin tomar decisiones, sin asumir riesgos. Bajar del listón del 20% es grave, pero aún lo es más el que, pese a todos los empeños por dar una imagen jovial y al rendimiento de algunos programas y series juveniles, lo único que es valorado positivamente de la cadena tricolor por la gente que tiene menos de 50 años son los informativos. Y a lo mejor ése es el camino. Antena 3 dispone de valores sólidos ante las cámaras y en las redacciones, y las apuestas por los documentales han captado, salvo raras excepciones, a una numerosa audiencia. ¿Por qué no insistir? Ah, claro. El enemigo es Gran Hermano, y Gran Hermano sólo hay uno. Pues se equivocan. Sólo hay que mirar la televisión con otros ojos. Ponga usted 30 cámaras en los chamizos del Paseo de la Castellana, donde viven desde hace meses los trabajadores de Sintel, y sabrá de verdad lo que es un Gran Hermano. Deles sus nombres propios para que los conozca toda España. Sea usted testigo de cómo surgen de sus sacos de dormir, tal vez empapados por la lluvia; de cómo bromean, se desesperan o deambulan masticando su suerte perra. Sin piscina, sin cocina de vitrocerámica y sin otra sala de confesiones que la de sus ya raídos carteles, pero con la emoción que puede desprenderse de su rabia. Esa es la realidad, eso sería periodismo, eso sería sociología, y además ahí sí se entendería la presencia de un gran pensador como lo es Gustavo Bueno. |
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El Mundo Domingo, 6 de mayo de 2001 |
Testigo impertinente página 72 (contraportada) |
GH: la casa de los espíritus Al fin solos. Creo que estoy en mi mejor momento, y la prueba es que últimamente he hecho los dos ejercicios de sinceridad más grandes de mi vida: confesar la edad y decir que me gusta Gran Hermano (GH). Mi gesto ha sido al fin compensado. Respecto a la edad se me han ido de golpe los prejuicios. Y respecto a GH, ya no estoy sola. Gustavo Bueno, un pope del pensamiento, ha salido de nuevo a la palestra. Para alguien como yo, que se mueve en el terreno de la intuición –es una vía de conocimiento, pero raramente se nos reconoce– la ayuda de Bueno es inestimable. Y tras la primera confesión, la segunda: he visto cumplido el sueño de visitar la casa de GH, en Guadalix de la Sierra. Lo he hecho en forma de amigo invisible, de modo que he podido escuchar los ronquidos de Fran (item más: verle el culo en la ducha), comprobar el estado caótico de los dormitorios y escudriñarle las ojeras a Sabrina. No imaginaba yo que GH encerrara tanta complejidad técnica. Parece la guerra de las galaxias por la maraña de cámaras y equipos de sonido. Me divierte saber que allí todo sucede a destiempo, los sueños y los despertares, las comidas y las cenas. El gallo canta a la una menos veinte del mediodía. Fran amanece a las seis de la tarde. Karola intriga de noche. Angel calla de mañana. Y Kaiet tiene la empanada mental (y la llorera) a todas horas. La bella Eva se confirma al fin como lo que ya sospechábamos: una Penélope que borda la paciencia. La gente joven, que no repara en guerras de audiencia, tiene puestos aquí sus ojos. Los protagonistas se comunican con frases desestructuradas, buscan amores de ida y vuelta y caminan la vida con zapatones imposibles. No es bueno ni malo. Es lo que hay. |
Fundación Gustavo Bueno www.fgbueno.es |