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Interviú
nº 1261, 26 de junio de 2000
Gran Hermano
página 21

El grupo evoluciona
Gustavo Bueno
 

Gustavo Bueno Lo que comenzó, hace dos meses, como un grupo humano que, por imperativos del programa, se veía reducido a la condición genérica de «grupo de primates» ha ido evolucionando (aunque algunos etólogos profesionales parezcan no querer enterarse de esta evolución) y ha rebasado ya ampliamente no sólo los niveles de los homínidos de Atapuerca, sino también, por decir algo, los niveles de los hombres de Altamira (expertos ya en disfraces y en cocinas).

Ha desaparecido de la casa, casi por completo, el erotismo promiscuo de alta intensidad de los primeros días, y también el de baja intensidad. Gente nueva ha ido entrando en la comuna y han ido saliendo los veteranos. La organización del programa, consciente acaso de que a medida que evoluciona la comuna el experimento va perdiendo interés, se preocupa por incrementar las interacciones con el exterior, que se hacen cada vez más notorias.

Es el programa el que propicia que los que entran y salen, junto con sus parientes, permanezcan unidos en escena, al menos los miércoles, para demostrar que, además del Gran Hermano, existe una Gran Familia preocupada, sobre todo, por el futuro de sus hijos.

Con una excepción: la entrada de Mabel, en funciones de «perfecta casada». Mabel no sólo está casada «en activo» (como Marina); tiene hijos adultos, que siguen diariamente las aventuras de su señora madre y «controlan», junto con el padre sus movimientos (por ejemplo, la palmada que Mabel da en el muslo desnudo de Iñigo desvirtuada de cualquier significado sexual). Además acude los miércoles a la reunión general de esa Gran Familia escénica en formación.

Con la entrada de Mabel en la casa la comuna evoluciona de un modo decidido hacia una situación que es más propia de unos colegiales que pasan un mes de vacaciones en un campamento, entretenidos con inocentes juegos de colegio, «haciendo comedias», y dispuestos a entusiasmarse con incentivos tan interesantes como los que les ofrece el programa, poder elegir entre un menú chino o un menú mediterráneo. Porque todos van a lo suyo, y de lo que se trata ya es de pasar los días que quedan de colegio lo mejor posible.

Son jóvenes «en tránsito», con mucho futuro incierto por delante, pero con un presente aún no consolidado socialmente: son jóvenes estudiantes, prostitutas con causa, aspirantes a formas más definidas de vida. Pero la entrada en el colegio de una madre de familia hecha y derecha, con una profesión definida, que además se sabe acompañada y vigilada desde el exterior por su marido e hijos amantísimos, confiere un nuevo color a la casa. Mabel hace lo que puede para adaptarse al ritmo de los colegiales, pero sólo puede disimular las distancias: sus repertorios de canciones, de gestos, de bailes, son distintos, como distintos son los sentidos de sus movimientos. Los jóvenes colegiales van desde un ahora socialmente indefinido hacia un futuro personal que tratan de definir. Mabel vuelve desde un presente perfectamente definido hacia un subjuntivo borroso. Pero en el encuentro entre los que van y la que parece querer volver, los impulsos se frenan, se hacen más teatrales, porque de lo que se trata es de pasar un mes de balneario o, al menos, un mes alrededor de una piscina.

[ 22 junio 2000 / se sigue el original del autor ]

 
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