Escuela de Filosofía de Oviedo
Marcelino Suárez Ardura
El Reino de Artemia. La idea de cultura en Baltasar Gracián
20 abril 2015
Baltasar Gracián es uno de los escritores más representativos de la tradición filosófica española, un autor tan leído en su tiempo como en el nuestro. Podríamos decir que Baltasar Gracián, en el siglo XVII, junto con Jerónimo Feijoo, quién en el siglo XVIII concibió los artículos de su Teatro crítico universal como verdaderos ensayos, y Jaime Balmes, en el siglo XIX, constituyen tres importantes jalones del pensamiento crítico español. En esta lección Marcelino Suárez Ardura analiza el sentido de la idea de cultura tal y como aparece ejercida en las obras de Gracián. Partiendo de la crisi VIII (Las maravillas de Artemia) de la Primera Parte de El Criticón, pronto vio la necesidad de ampliar la indagación al resto de sus obras, pues las maravillas de Artemia, que se presentaban como la condición del cultivo de las personas, acciones y cosas, parecían encontrarse en toda su producción. Artemia, entendida como personificación de la Ciencia, pero también del Arte y de la Educación parece estar remitiendo continuamente a la cultura.
Vídeo de la lección de Marcelino Suárez Ardura, El Reino de Artemia. La idea de cultura en Baltasar Gracián (2 h 31 m)
Oviedo, lunes 20 de abril de 2015
Anuncio de El Reino de Artemia. La idea de cultura en Baltasar Gracián (Oviedo10.es)
El Reino de Artemia
La idea de cultura en Baltasar Gracián
Acaso uno de los escritores más representativos de la tradición filosófica española sea Gracián, un autor tan leído en su tiempo como en el nuestro. Podríamos decir que Baltasar Gracián, en el siglo XVII, junto con Jerónimo Feijoo, quién en el siglo XVIII concibió los artículos de su Teatro crítico universal como verdaderos ensayos, y Jaime Balmes, en el siglo XIX, constituyen tres importantes jalones del pensamiento crítico español.
Pero, en esta ocasión, nuestro interés por Baltasar Gracián está orientado a analizar el sentido de la idea de cultura tal y como aparece ejercida en sus obras. En particular, este trabajo está pensado a partir de la crisi VIII (Las maravillas de Artemia) de la Primera Parte de El Criticón, aunque enseguida se vio la necesidad de ampliar la indagación al resto de sus obras, pues las maravillas de Artemia, que se presentaban como la condición del cultivo de las personas, acciones y cosas, parecían encontrarse en toda su producción. A título comparativo, verificábamos, a la vez, que en el Quijote tan solo encontrábamos una ocurrencia de un término relativo a la idea de cultura; y otro tanto ocurría en el Persiles.
La lectura de Las maravillas de Artemia nos permite ver la explotación de la idea de cultura por parte de Gracián. Artemia, entendida como personificación de la Ciencia, pero también del Arte y de la Educación parece estar remitiendo continuamente a la cultura. De manera que arte –o artificio si se quiere– y cultura se apoyarían recíprocamente. Se observa en El Criticón la referencia a Artemia en seis de las trece crisis de la Primera Parte y se confirma el despliegue de la cultura en sus muy distintos usos en el conjunto de las tres partes del mismo. Pero el término “cultura” se extiende por toda la obra de Gracián excepto por El Comulgatorio, acaso porque en este su ocurrencia es superflua.
Los diferentes sentidos que Gracián dará al concepto de cultura ya están plenamente establecidos en El Discreto (1646). En El Héroe (1637), por ejemplo, las referencias a la cultura tienen lugar principalmente en su función adjetiva y en El Político (1640) ya encontramos la ocurrencia del término “cultura” en su función sustantiva Así pues, cuando en 1651 vea la luz la Primera Parte de El Criticón –y más tarde la Segunda Parte (1653) y la Tercera (1657)– la idea de cultura estará completamente elaborada. Con todo, como veremos, la modulación de la cultura ejercida en Gracián será la modulación subjetual de la cultura. En efecto, podemos confirmar que Baltasar Gracián, sin duda junto con otros muchos escritores de los siglos XVII y XVIII, preparó el camino hacia la cristalización de la idea metafísica de cultura. Pero la idea moderna de cultura no está aún en Gracián. Los elementos que bloqueaban la aparición de la idea de cultura objetiva no aparecen en El Criticón ni tampoco en el resto de las obras de Gracián, porque a nuestro juicio aparecerán en El Comulgatorio, convirtiéndose este manual de meditaciones eucarísticas, con ello, en una obra íntimamente trabada con el resto de la producción graciana.
Entre nosotros, la presencia del mito de la cultura es tan fuerte –por su funcionalidad– que difícilmente podemos escapar a la pregnancia del fundamentalismo de la cultura. De ahí que la mayoría de los autores que tratan sobre Gracián pasen sobre la idea de cultura sin un mínimo de reflexión o, por decirlo con un tópico asaz usado, asumiendo la idea de cultura del peor de los sentidos que es el sentido común –el sentido del diccionario de la lengua–. Cuando se habla de Gracián todo el mundo da por supuesto que la cultura que aparece en Baltasar Gracián es lo que desde nuestra perspectiva denominamos cultura circunscrita. Pero esta idea de cultura ejercida por los críticos y estudiosos debe ser como mínimo puesta en cuarentena. Porque supone las más de las veces un anacronismo que dificulta la interpretación de la obra de Baltasar Gracián. Gracián no está pensando –ni puede hacerlo– en la cultura ni en el sentido de la modulación de la cultura objetiva, ni en el sentido de la modulación de la cultura circunscrita. Esto permite que preguntemos ¿cuáles son las coordenadas que posibilitan al filólogo decir que Gracián, valga el pleonasmo, cultivaba la cultura?
La lectura e interpretación que realizamos de la obra de Gracián parte de los presupuestos del materialismo filosófico sobre la idea de cultura. El mito de la cultura de Gustavo Bueno constituye una obra cuya virtualidad metodológica se ensaya respecto a la idea de cultura en Gracián. Es decir, se entenderá la cultura –el Reino de la Cultura– como un mito oscurantista estructurado a partir del nódulo conformado por sus tres modulaciones, a saber: la cultura subjetual, la cultura objetiva y la cultura circunscrita. Esto no supone rechazar o relegar a simples anécdotas otras acepciones y modulaciones de la cultura, contempladas en El mito de la cultura y dadas en los planos político, científico, práctico, &c.