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Teselas

Democracia y racionalidad

Gustavo Bueno trata sobre el racionalismo de la democracia.


Gustavo Bueno, Democracia y racionalidad

Tesela nº 68 (Oviedo, 19 de enero de 2011)

Transcripción GTGB ⋅ t068
Democracia y racionalidad
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Vamos a tratar ahora la cuestión del racionalismo de la democracia. Es decir, la democracia como una organización de las sociedades políticas (o no políticas) principalmente racional, a diferencia de las organizaciones no racionales, como suelen considerarse muchas veces las organizaciones del Antiguo Régimen basadas en la Revelación, en mitologías, &c.

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Generalmente se da por supuesto que la organización democrática de la sociedad, aun cuando tenga precedentes en Grecia, en el Renacimiento, &c., sin embargo, cuando culmina es precisamente en la época moderna con la Revolución francesa, en donde en nombre de la Razón se instaura el nuevo régimen, que se caracteriza precisamente por la democracia (republicana de principio, republicana constitucional después, &c.). Entonces, el problema es, ¿en qué consiste la racionalidad de la democracia? ¿Por qué se llama racional la democracia? Se compara la democracia con el progreso vinculado a la razón y se habla incluso de la democracia como la organización política que marca ya el fin de la historia, que constituye el culmen de la humanidad, y por tanto de su racionalidad, según muchos. Bien, este problema, como se puede comprender, es sumamente abstruso y difícil, y vamos a esquematizarlo en los términos de esta tesela.

3 ❦ 01:49

Yo creo que la democracia, en la medida en que tiene un carácter institucional tiene, como toda institución, dos momentos (dos aspectos) que son inseparables, pero que pueden disociarse. A estos momentos los venimos llamando el momento ideológico o nematológico y el momento tecnológico. El momento ideológico o nematológico es el momento, para decirlo rápidamente, teórico. El momento tecnológico es el momento práctico, principalmente, la «tecnología de la democracia». Ya hemos hablado de esto seguramente muchas veces, pero vamos, para recordar el alcance de esta distinción, simplemente será suficiente subrayar cómo el momento tecnológico es el que tiene que ver con la práctica misma del ejercicio de la democracia. Todo lo que tiene que ver con las elecciones, con las urnas, con las listas de candidatos, con el recómputo de votaciones de mayorías, &c., es decir, todo lo que tiene que ver con la maquinaria, con la «carpintería de las elecciones», con los tres poderes, &c. Mientras que el momento nematológico o ideológico es la teoría de la democracia. La teoría de la democracia es todo lo que envuelve la doctrina de la democracia, generalmente de carácter político, pero también ético y moral. Sobre todo político y jurídico, en donde la democracia se define, se establecen sus atributos, sus distinciones, &c.

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Esta distinción entre momento nematológico y momento tecnológico es del mayor interés, porque generalmente cuando se le pregunta a alguien «¿qué entiendes por democracia?» responde con criterios doctrinales o teóricos. Por ejemplo, dice, «pues la democracia es el sistema político en donde el pueblo soberano decide lo que tiene que hacer, o lo que cree tener que hacer». Mientras que, desde el punto de vista tecnológico, aunque todo el mundo, que no sea un débil mental, en estos tiempos sabe lo que es la democracia, lo que son las elecciones, las urnas, los candidatos, los partidos políticos, &c. Aunque todo el mundo sabe esto, muchas veces no se fija en el asunto. Y puede darse el caso de personas que están muy impuestas en el momento doctrinal (o teórico), y sin embargo, ignoran muchas cosas de las elecciones desde el punto de vista tecnológico en su parte histórica, &c.

5 ❦ 04:35

Pues bien, cuando hablamos de racionalidad podríamos hablar de la racionalidad en sentido ideológico o nematológico, y en el sentido tecnológico. Desde luego, a primera vista, parece evidente que la racionalidad de la democracia habría de residir principalmente en la doctrina, en la teoría. La teoría del Estado de Derecho, por ejemplo, de la Constitución como teoría jurídica, es una doctrina bien organizada, con sus premisas, que exige la coherencia (es decir, que es uno de los criterios de racionalidad), la no contradicción, incluso que no haya lagunas en todo el ordenamiento jurídico, la consistencia. Es decir, las propiedades características de un sistema axiomático, en una palabra, como tantas veces se ha dicho. Y, entonces, parece que la racionalidad estaría, en todo caso, y en primer lugar, en el aspecto ideológico o doctrinal.

6 ❦ 05:35

Ahora bien, hay muchas razones o muchos motivos también para suponer que en este momento doctrinal la racionalidad de la democracia es sumamente discutible. Sumamente discutible porque se trata de una racionalidad a lo sumo puramente formal, un poco la que reivindicaba la teología dogmática dentro de la teoría de la ciencia de Aristóteles de los Segundos Analíticos, en donde la ciencia consiste en partir de unas premisas que son dadas, y de ahí sacar conclusiones, cualquiera que sea la naturaleza de las premisas. Entonces, la racionalidad de la democracia desde el punto de vista teórico o doctrinal es sumamente oscura, porque a lo sumo parece que puede pretender una racionalidad de tipo teológico, es decir, con premisas que por sí mismas no son racionales, o por lo menos son tan racionales como otras cualesquiera. Estoy hablando, para quien no advierta el alcance de esta cuestión, que así como la teología dogmática (no ya la teología natural, la de Aristóteles), cuyas premisas son los datos de la Revelación, que se declaran –por los propios teólogos dogmáticos– como suprarracionales o praeterracionales, o incluso como irracionales. Sin embargo, a partir de estas premisas se pretende deducir una doctrina –la teología dogmática– que va evolucionando en el tiempo y que sería un cuerpo de doctrina científico, así se habla muchas veces de la ciencia teológica, e incluso de especialidades suyas como la mariología o la josefología, es decir, disciplinas teológicas que tienen fundamentos que no son racionales. De manera que entonces la teología dogmática tendría una racionalidad formal –diríamos silogística o deductiva–, pero no una racionalidad total como pueda ser la racionalidad científica estricta.

7 ❦ 07:33

En el caso de la democracia tendríamos argumentos sobradísimos para limitar las pretensiones de racionalidad de la democracia, empezando por el hecho de que la democracia supone premisas tales como la libertad de los electores, es decir, de las unidades últimas de los que intervienen en las democracias, que son las personas individuales que deciden, tanto eligiendo a los representantes como después eligiendo en la asamblea o votando las leyes y discutiéndolas. Entonces, no es nada claro que estos individuos sean racionales y libres en el momento de escoger sus leyes, puesto que estos individuos que deciden, solamente por ficción jurídica, primero saben a ciencia cierta qué representantes escogen y qué representan estos representantes, y mucho menos entienden las leyes y las normas que figuran en los programas políticos y que van a ser discutidas en el Parlamento. Todo esto son ficciones jurídicas realmente, a mi juicio, y sin embargo sobre éstas se basa la democracia, y se basa en general el ordenamiento jurídico. Sobre la capacidad de juicio personal, racional, al cual se dedica el día de reflexión para suponer que el individuo está realmente eligiendo, votando, decidiéndose de un modo reflexivo, casi como si fuera un ego cartesiano que está en el día de reflexión eligiendo. Claro, esto es una ficción jurídica, porque este individuo en general –el individuo del pueblo llano, pero también el diputado de una asamblea parlamentaria que no sea especialista en las leyes que se tratan– está simplemente hablando de oídas, por decirlo así, y su juicio es completamente oscuro, y entonces se hace la ficción jurídica de que efectivamente así es. La ficción también, sobre todo, de que la regla de las mayorías sea una regla racional. Ya hemos dicho otras veces que el hecho de elegir como válida la regla de las mayorías no es ninguna garantía de que la ley elegida sea la mejor en otras circunstancias, en otro sentido [véase tesela 64].

8 ❦ 09:53

De manera que la ficción de las mayorías como norma de la verdad, de la libertad. Lo que se llama la «grandeza de la democracia», a saber, que las minorías acepten el resultado de los escrutinios de una asamblea. Esta aceptación de las minorías por las mayorías, tanto como grandeza de la democracia se podría llamar «miseria de la democracia», porque lo que implica, entre otras cosas, inmediatamente esta distinción es que las minorías y las mayorías tienen que alejarse totalmente de la materia de las normas discutidas, puesto que lo que aceptan las minorías no es naturalmente la materia de las normas que la mayoría victoriosa ha sacado adelante, sino que lo que aceptan es el procedimiento para que se vuelva otra vez a repetir, en una forma de recursividad, el ciclo de la votación. Pero entonces, naturalmente, esto no es ninguna garantía de racionalidad, puesto que si los propios que han votado una norma están aceptándola, por razones procedimentales, pero dispuestos precisamente a revocarla o a derogarla en cuanto en la próxima legislatura tengan ellos la mayoría, o la consigan, entonces se ve claramente que aquí la racionalidad doctrinal no es nada clara, es simplemente otra ficción jurídica.

9 ❦ 11:14

Entonces, ¿habría que buscar la racionalidad en el momento tecnológico? ¿O habría que declarar simplemente irracional la democracia como una costumbre, unos ritos que se han impuesto y que se consideran como el prototipo de la modernidad, como tantas veces se dice? Pues también yo creo que se podría defender la racionalidad de la democracia principalmente en el terreno tecnológico. Es más, yo creo que la racionalidad de la democracia reside precisamente en este punto, que cuando se habla de racionalidad de la democracia, lo que se está pensando es en el momento tecnológico. Es una racionalidad pragmática, muy singular, cuya naturaleza se podría comparar precisamente a la recursividad de lo que los matemáticos llaman «argumento de la inducción matemática»; es decir, lo que vale para los números de 0 a k, y si vale para n vale para n-1, entonces vale para todo número. Es decir, esta racionalidad esencial de los famosos argumentos por recurrencia matemática, consiste precisamente en que hay una especie de inducción que por razonamientos se puede extender a todo número, necesariamente además, a partir de un conjunto de números, en donde empíricamente, no ya racionalmente, se sabe que aquello funciona.

10 ❦ 12:43

En el caso de la democracia efectivamente esta racionalidad no se da, puesto que lo que se asegura –lo que se garantiza con gran probabilidad, no con necesidad– es que, cuando hay un escrutinio y la minoría acepta el resultado de la mayoría, entonces lo que se garantiza, con gran probabilidad, es que se va a reproducir el sistema. Es decir, es una racionalidad funcional y pragmática, de que aquella democracia está autofundamentándose en su misma recursividad, y por tanto que es racional prever que esta democracia va a seguir existiendo, como sistema de resolución de la directriz de una sociedad política en las legislaturas sucesoras. Y que si es válida para la legislatura n, si vale para la n+1, vale también para la n+1+1+1. Naturalmente, no en términos de necesidad, sino en términos precisamente de probabilidad, mayor o menor, y en todo caso con una racionalidad funcional que es la que garantiza, frente a cualquier otra alternativa no democrática, una suerte de seguridad, de racionalidad práctica que sería suficiente para defender la democracia desde el punto de vista tecnológico, pero sin por ello exigir, primero, suponer que la democracia capitativa de la que estamos hablando es la única forma de democracia posible racional, hasta el punto de que se pueden descalificar todas las demás alternativas políticas; pero tampoco en segundo lugar, que esta forma es por sí misma racional, porque su racionalidad es una racionalidad funcional, pragmática, muy reducida pero suficiente mientras funcione.

11 ❦ 14:45

De ahí precisamente, a mí me parece, que la racionalidad de la democracia en el momento tecnológico está asegurada mediante la ficción jurídica también, que cada minoría tiene, o cada elector tiene, de que él es el responsable, o uno de los corresponsables de la decisión. Responsable porque aunque haya sido derrotado, sin embargo, él forma parte del cuerpo electoral, y va a seguir formando parte del cuerpo electoral del futuro, que permitirá acaso dar la vuelta a las normas que él considera actualmente como absurdas, pero que, sin embargo, las acepta por estas razones que hemos dicho.

Final ❦ 15:30

GTGB

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