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Fundación Gustavo BuenoFundación Gustavo Bueno


La Nueva España
Oviedo, domingo 19 de octubre de 2008
Asturias
página 28

Gustavo Bueno. Filósofo

«El viejo mito de la izquierda y la derecha,
del bien y del mal, se resucitó contra Aznar»

«El progresismo es cosa del capitalismo que construye las carreteras,
las industrias, que es quien hace todo»

Gustavo Bueno, en Gijón. Foto: Marcos León

[Oviedo, Javier Neira.] El filósofo asturiano Gustavo Bueno acaba de publicar un nuevo libro titulado «El mito de la derecha».

Pero ¿la derecha es un mito?

—Es una realidad interpretada míticamente. La vicepresidenta del Gobierno el otro día le dijo al PP en el Congreso, con ese gesto de superioridad tan suyo, que era la derecha de toda la vida. Como cuando Haro Tecglen decía que era de izquierdas de toda la vida.

¿Entonces?

—La tesis central de mi libro parte de la distinción entre derecha e izquierda. En Francia era posicional, topográfica, pero no dualista. Esa oposición tardíamente casi en el siglo XX hereda en España un sentido dualista anterior.

¿Anterior?, ¿desde cuándo?

—Es un embrollo. En las Cortes de Cádiz no hay derecha e izquierda. Miré todos los diarios de sesiones y nada. Y sin embargo hay un dualismo, el Anticristo frente a los cristianos. Napoleón es el heredero de Voltaire, es el Anticristo.

Pero sigue sin haber derecha e izquierda.

—No, salen de una reinterpretación. Había realistas y liberales. Tiene que ver con la oposición entre artes liberales y serviles.

¿Cómo?

—Liberal se utiliza en tres sentidos. Por un lado es equivalente a generoso. Asimismo tiene sentido religioso, liberal frente a integrista. El liberalismo es pecado de Pío IX. Y tiene sentido político al proponer menos Estado.

¿Y económico?

—La economía política es un oximoron, pues economía es la disciplina que da las normas de la hacienda privada, de la casa en el sentido griego, que incluye posesiones, esclavos, comercio... Teofastro dice que es la ciencia de la hacienda.

¿Cuándo empieza?

—Marx y Schumpeter dicen que la economía política nace en el Tableau de Quesnay y los fisiócratas y de ahí a Adam Smith.

¿Y usted?

—La economía supone siempre el Estado. La economía es política. O economía nacional como dicen los alemanes. Adam Smith escribe «La riqueza de las naciones». Pero no cerrada sino en relación con otras naciones. Las discusiones librecambistas están en ese contexto. Aún no hay derecha e izquierda.

Pero el dualismo hunde sus raíces muy profundamente.

—Desde siempre, viene de la tradición zaratústrica de la luz y las tinieblas. La Ilustración conecta con eso. El iluminismo, las luces frente a la barbarie. Hace nada, el PSOE y su avenida de la Ilustración en Madrid. Siguen al krausismo que salva a la humanidad de las tinieblas. Unos en la luz, otros en las tinieblas.

¿El socialismo se considera en el bando de la luz?

—El socialismo ha sido secuestrado por el partido socialdemócrata. El término socialismo lo creó Pierre Lerroux en 1860 al tiempo que el término solidaridad. El socialismo frente al capitalismo. Pero tan socialista como el Partido Socialista es una sociedad anónima. Soy socialista de toda la vida, dicen algunos. Pues yo también soy socialista, ¿por qué secuestran el término? Se opone al individualismo feroz. Al yo y su propiedad. El individualismo extremo es autismo. No tiene interés. Es una cuestión psiquiátrica. El socialismo no se opone al capitalismo sino, en tal caso, al individualismo psiquiátrico.

¿Y usted cómo ve la distinción?

—Mi tesis sobre la distinción entre la izquierda y la derecha es la misma que la de Lenin y su «El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo». No admitía la distinción entre izquierda y derecha salvo como criterio burgués. La distinción es entre capitalismo y comunismo. Muerto el comunismo con la caída del Muro queda el socialismo.

En España está muy vivo el dualismo izquierda-derecha.

—Renace la dialéctica izquierda-derecha. El mito de una de las dos Españas. El viejo mito de la izquierda y de la derecha, del bien y del mal, de la luz y de la oscuridad, de Cristo y del Anticristo se resucitó frente a Aznar. El dualismo maniqueo lo entiende la gente en seguida y es peligrosísimo. No hace mucho en La Nueva España aparecía una carta contra Gracia Noriega y el autor decía precisamente que era socialista de toda la vida. Y Haro Tecglen decía que él era la cultura frente a la naturaleza que es de derechas. De delirio.

Pero funciona.

—En España se ve muy bien. En EE UU no encajaría. Obama, se dice aquí, es de izquierdas y McCain de derechas. Un puro desajuste. La distinción ha prendido en los países católicos, en Francia, España e Italia. Hay una tradición a través del cristianismo que enlaza con Mani, con el maniqueísmo.

El cristianismo se opone al maniqueísmo.

—Sí, por la Trinidad. Pero San Agustín había sido maniqueo. Viene del agustinismo. El tomismo es otra cosa, es otra tradición. El agustinismo nunca se perdió.

Volviendo a la derecha y su contra.

—Dicen que la izquierda es el progresismo pero el progresismo es cosa del capitalismo que construye las carreteras, la industria, que es quien hace todo. Los avances son del capitalismo con el concurso de los proletarios si se quiere. En el siglo XIX es el marqués de Salamanca con la Reina.

¿Y ahora?

—China es lo que cuenta con su producción masiva. El dinero de China coloniza EE UU. En España vemos que todo se fabrica en China. Nuestra industria, hasta la de los lápices, ha quedado en ridículo. Lo que era la URSS ahora es China, pero ya no se habla de «guerra fría». Un problema de difícil solución.

¿Estamos metidos en un cambio profundísimo?

—El concepto de Estado nación no es sólo político, no se reduce a los tres poderes clásicos. También cuenta el poder basal, que incluye el territorio del que se apropia un Estado. De ahí la importancia de la cuestión territorial en España. Incluye el subsuelo, la industria, las materias primas, el petróleo, toda la economía. Sin capa basal no hay economía y es del Estado tanto como el ejecutivo o el judicial.

Un ejemplo.

—La Compañía de Indias era privada, con 160.000 soldados por así decir. No era Estado pero era Estado. O los piratas ingleses, que depredaban los galeones españoles, eran privados mandados por el Estado. El Estado interviene sobre todo en las infraestructuras. No hay empresa capitalista sin carreteras o sin Guardia Civil.

Luego...

—Luego la economía sigue siendo economía nacional aunque haya bloques como la UE.

Aquí la nación está en veremos.

—Distingo partidos estatales y extravagantes. PSOE y PP, estatales. PNV, ERC o el Bloque Galego, extravagantes. Los partidos políticos tienen de referencia la teoría marxista con el maniqueísmo de las dos clases. Serían la expresión de la lucha de clases.

¿Lo son?

—Esa tesis es ridícula. Yo tomo una idea de Bluntschli, teórico de los partidos, traducido por Perojo a finales del XIX. Los partidos como parte de un todo que es el Estado. Están enfrentados entre sí pero dentro del todo común e irrenunciable. Implica territorio. Pero un partido asentado si quiere destruir ese territorio es extravagante, está fuera de lugar. Y es absurdo que en nombre de la libertad se vea al PNV como al PSOE o al PP. La ley orgánica de 2002 dice que los partidos forman la voluntad nacional política y pertenecen a la arquitectura de la estructura del Estado. Pero quieren barrenar esa arquitectura.

Usan la lengua.

—La lengua es el resultado de la convivencia de una nación. Castilla, León o Aragón hablan castellano con los austrias. Los periféricos, catalanes, portugueses o gallegos se entendían a través del español. Los comerciantes que viajaban lo tenían que usar. El español es la demostración de que había convivencia. Pero Rovira habla catalán para volverse de espaldas a los demás, no quieren convivir. No es que quieran defender su cultura. Quieren que no se les entienda. Ahí no se puede transigir.

¿Rajoy?

—Rajoy está desbordado. Es legalista, como Garzón. Utiliza argumentaciones jurídicas que maneja muy bien, pues es registrador, pero esos argumentos no valen nada.

«¿Por qué Garzón no procesa a Carlomagno, genocida como Hitler?»

Oviedo, J. N.

¿Qué le parece la nueva causa general que pretende abrir el juez Garzón?

—Me recuerda al doctor Knock, una obra de teatro de los años cincuenta. La vi en París. «El doctor Knock o el triunfo de la medicina». Sucede en un pueblo de Francia de montaña, cerca de Grenoble. Un médico vende su plaza. La compra otro que no lo es, que finge, que aprendió con los prospectos. Y su lema, que atribuye a Pasteur, es: «Todo hombre sano es un enfermo que se ignora.» Años después regresa el médico verdadero y todo esta medicalizado. «He logrado reducir el pueblo a la existencia médica», le dice el falso colega. Pues Garzón quiere que todo sea jurídico. Por eso pide el certificado de defunción de Franco. Ridículo.

¿A qué se debe?

—El error ya está en una frase de un libro de Moradiellos: «todo empezó el 18 de julio.» No, no es así. Es una vergüenza que un historiador diga eso. ¿Y el 17? ¿Y el 13 que mataron a Calvo Sotelo? ¿Y el 34? ¿Por qué Garzón no procesa a Carlomagno, tan genocida como Hitler? Volvería Bernardo del Carpio. Quiere juzgar a los vivos y a los muertos, tiene complejo de Jesucristo. Está alimentado por el Gobierno que pretende identificar al PP con el franquismo. Es una lucha política actual.

«Rajoy está desbordado, utiliza argumentos jurídicos que no valen nada»

«Nuestra industria, hasta la de los lápices, ha quedado en ridículo frente a China»


El mito de la Derecha
 

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