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Fundación Gustavo BuenoFundación Gustavo Bueno


La Nueva España
Oviedo, martes 12 de junio de 2007
Sociedad y cultura
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Íñigo Ongay de Felipe Filósofo; autor de una tesis sobre el proyecto «Gran simio»

«El proyecto ´Gran simio´ es un disparate»

«Entre los chimpancés no hay filosofía, ni ética ni política»

Íñigo Ongay de Felipe. Foto: Nacho Orejas

[Oviedo, Rafael Sarralde.]

Íñigo Ongay de Felipe, bilbaíno de 27 años y licenciado en Filosofía por la Universidad de Deusto, defendió ayer con éxito en la Universidad de Oviedo el fruto de cinco años de intenso trabajo: una tesis doctoral, dirigida por el profesor Gustavo Bueno Sánchez, sobre (o más bien contra) el proyecto «Gran simio», una iniciativa promovida por un grupo de científicos, entre ellos Jane Goodall (premio «Príncipe de Asturias»), para ampliar la «comunidad moral» de los humanos al grupo zoológico de los chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes. Ongay, que hoy dará una conferencia a los alumnos del Instituto Fleming de Oviedo, considera que este proyecto es, además de inviable, disparatado.

¿Por qué decidió hacer esta tesis en Oviedo?

—Porque Gustavo Bueno padre es el filósofo más potente que hay en España. Tomé contacto con su grupo a partir de unos encuentros filosóficos en Gijón y ahí conocí a Gustavo junior, que se ofreció a dirigirme la tesis doctoral.

¿Por qué escogió el proyecto «Gran simio» para su tesis?

—Durante la carrera desarrollé un interés notable por los asuntos relacionados con las ciencias etológicas, las que tienen que ver con el comportamiento y la psicología animal. Cuando tuve que elegir el tema de la tesis doctoral, pensé en el proyecto «Gran simio», una iniciativa que sacaron adelante un grupo de etólogos, primatólogos y psicólogos y que tenía un gran interés como objeto de la crítica filosófica.

¿Qué es lo que criticable el proyecto?

—Se trata de una iniciativa que busca promover la igualdad de derechos entre todos los componentes del grupo biológico de los grandes simios: chimpancés, gorilas, orangutanes y seres humanos. Se trataría de ampliar derechos éticos y jurídicos de los que ya disfrutan los hombres para incluir en la comunidad de las personas jurídicas a esos animales, aunque la mayoría de los defensores de esta iniciativa quiere ir más allá.

¿Hasta dónde?

—Dicen que en un primer paso habría que ampliar los derechos a la totalidad de los mamíferos y finalmente a todos los animales. Unos creen que esta iniciativa es de sentido común. Otros la consideran disparatada.

Entre ellos, usted.

—Sí. Tomado literalmente, este proyecto no se puede ejecutar. Si se llevara a cabo, habría que paralizar la investigación en biomedicina, en psicología o en industria cosmética. Pero, además, si se amplía la comunidad de los iguales a todos los animales, habría que detener la industria de la ganadería intensiva y sólo podríamos alimentarnos de vegetales.

¿Cuál es el origen del proyecto?

—El proyecto «Gran simio» se presentó en 1993. Pero veinte años antes, la Unesco ratificó una declaración universal de los derechos del animal que era incluso más ambiciosa. Era casi un calco, aplicado a los animales, de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. Esta extravagancia del «Gran simio» no es nueva.

¿Cuál es su fundamento?

—El darwinismo demostró en el siglo XIX que de ninguna manera se puede demostrar un abismo entre los animales y los hombres, porque de hecho los hombres provienen de los animales. El proyecto «Gran simio», que es darwinista, se basa en que la etología ha venido demostrando en los últimos cincuenta años que no sólo procedemos de los animales de tiempos pretéritos, sino que incluso nos parecemos mucho a los del presente. Hasta cierto punto la conducta animal y humana han quedado equiparadas por la etología.

¿El proyecto «Gran simio» difumina las diferencias entre hombres y animales?

—Sí, y además acentúa desproporcionadamente las semejanzas entre ambos. Hay etólogos que dicen que las hormigas tienen esclavismo por el hecho de que unas son obreras. Pero el esclavismo es una categoría humana y sociológica que no se puede aplicar a los animales.

¿Se trataría finalmente de otorgar derechos humanos a los animales?

—Sí, sí, aunque luego se hacen matices. Peter Singer dice que no tiene sentido conceder el derecho al voto a un caballo o la libertad de expresión a un cerdo. Pero ellos hablan de tres derechos.

Primero.

—El derecho a la libertad individual, lo cual quiere decir que no puede haber zoológicos ni granjas.

Segundo.

—El derecho a la protección frente a la tortura, con lo cual se termina con la investigación biomédica, porque se interpreta como una forma de tortura.

Y tercero.

—El derecho a la vida, lo que nos conduce al vegetarianismo.

¿Los simios tienen ética?

—Si algo se puede decir a favor de esos etólogos es que la ética humana no ha caído del cielo. Tiene agarraderas biológicas firmes. Los chimpancés, por pura estrategia, colaboran entre sí y hacen caza cooperativa. Algunos etólogos dicen que esa caza no funcionaría si no hubiese reciprocidad entre los cazadores y eso sería una protoética.

Una ética en estado primitivo.

—Es lo que dicen. Pero eso no es una protoética. La ética universal, que es propia de los seres humanos, no la tienen los animales, del mismo modo que no tienen un lenguaje doblemente articulado y no pueden expresar categorías éticas. La ética depende de la filosofía y los chimpancés no tienen filosofía.

O sea, no hay ética animal.

—No. Es una de las exageraciones de las que se alimenta la etología. Otros hablan de la política de los chimpancés. Un científico que estudió una comunidad de chimpancés en un zoo de Amsterdam decía que las estrategias para destronar a un macho recordaban las estrategias políticas del presente. Se trata de semejanzas muy superficiales porque la política humana comporta el uso de ejércitos o relaciones entre estados. Entre los chimpancés no hay política.

¿Por qué establece una relación entre el «pensamiento Alicia» de Rodríguez Zapatero, del que habla Gustavo Bueno, y el proyecto «Gran simio»?

—El compromiso del presidente Zapatero y del PSOE con el proyecto «Gran simio» es una de las manifestaciones posibles del «pensamiento Alicia». El «pensamiento Alicia» comporta el simplismo por una serie de semejanzas superficiales y, en nombre de la ética universal, pretende equiparar a hombres y animales bajo la categoría de persona. Ésa es una manifestación del simplismo más diletante. El libro de Gustavo Bueno es una obra muy potente y deja en evidencia ese tipo de premisas ejercitadas por el Gobierno.

¿Por qué despierta Bueno tantas filias y fobias?

—Las filias provienen de la potencia de su sistema filosófico y de su capacidad de triturar las posturas del presente. Con las fobias, ocurre lo mismo. Esa capacidad de triturar los lugares comunes provoca fobias de la gente que no es capaz de pensar más allá de los tópicos. Ante una crítica filosófica que se muestra capaz de desenmascarar los mitos habituales, surgen las fobias más intensas. Pero esto ya ocurría con Sócrates.

¿En Deusto es un filósofo apreciado?

—Yo diría que no. El ambiente académico es hostil con Bueno por razones políticas y porque es un filósofo capaz de pensar más allá de las cuatro o cinco ideas manidas por el resto de la profesión. La mayoría, salvo muy honrosas excepciones, se alimenta de papilla.

 

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