La Voz de Asturias Domingo, 2 de enero de 2000 |
Sociedad / Cultura página 40 |
Suena el teléfono sin parar y, de vez en cuando, asoman a la puerta las visitas. El despacho de Gustavo Bueno en la vieja sede del sanatorio Miñor es el refugio del catedrático desde que la Universidad de Oviedo le dijo, hace poco más de un año, que hiciera las maletas. |
El campus de Bueno |
El retiro del filósofo de la docencia hace poco más de un año no frena su actividad |
Gustavo Bueno explica que su labor un año después de abandonar la labor docente en la Universidad de Oviedo es de predicador. Está todo el día de acá para allá dando conferencias, de Logroño a Bilbao, luego a Sevilla... «No puedo seguir así», se queja. Se le acumula el trabajo y tiene que entregar urgentemente un libro sobre la televisión, sistema que define como «el microscopio del que no disponían Platón y Aristóteles». Tiene pendiente una entrevista con Sánchez Dragó. La popularidad no le ha abandonado con los años. Ese morbo que despierta no es siempre por admiración. «Claro que no, hay mucha gente que se interesa por mí para morderme». En ese campus del Miñor el principal objetivo es el de la Filosofía en español. Una laguna que Bueno y su equipo quieren cubrir y que ya ha dado frutos, como el diccionario de filosofía realizado por Pelayo García Sierra, que se publicará también en papel y ya está en Internet. En sus primeros 20 días en la red recibió 40.000 consultas. Llega a la fundación un caballero que ha oído a Bueno hablar en una tertulia y quiere saber qué significa numen. Él le aclara que es algo sagrado y que se utiliza para indicar a las entidades que dan origen a la religión. Bueno está entusiasmado con su proyecto de ofrecer a un público internacional las obras de filosofía escritas en español, o en latín traducido y menciona, entre otros, al jesuita Francisco de Oviedo y a Feijoo, cuya obra, dice, se publicó entera, igual que la obra de Fray Antonio de Guevara, financiada por Cantabria. «La Universidad alegó que no tenía dinero para pagar a tantos eméritos y se gasta lo mismo en un par de banquetes.» Niega el filósofo que haya un divorcio entre él y la Universidad de Oviedo. De guardar rencor nada. «No tengo tiempo de echarlo de menos», asegura cuando le preguntan si siente nostalgia de las clases. Los estudiantes, dice él, acuden mucho por la fundación y al rector «lo vi un día en un concierto», dribla. «A mí se me borran enteramente las cosas, no les doy importancia», asegura. Pero queda el rescoldo, y tirándole de la lengua asegura que lo que se ha hecho en su caso «no lo ha hecho ninguna Universidad de España, pero la de Oviedo es una Universidad cutre. Alega razones económicas pero ¿qué hubo detrás? Esa es la cuestión. Dicen: "no tengo dinero para pagar a los eméritos" y luego eso se gasta en un par de banquetes». Está estos días, de nuevo, en plena cresta de la ola con su flamante España frente a Europa y recalca, «no es frente como sinónimo de contra, sino de enfrente». Él cree que para los nacionalistas entrar en Europa es dejar de ser españoles, pero para otros, «para los papanatas», ser europeo es poder olvidar que somos españoles. El objetivo del libro es demostrar que lo importante de ser españoles es el formar parte de la comunidad hispánica y que esos 500 millones de personas que la componen ya no tienen el handicap, de la distancia. Para eso están las nuevas tecnologías, dice. No vaticina nada bueno para el próximo milenio. Pone el acento en la distribución actual de los 6.000 millones de personas en el mundo; añade el hecho de que la televisión permite ver las distancias de calidad de vida en directo; adereza esto con que el Islam tiene su oportunidad ahora y quiere islamizar el mundo y apunta que los chinos son 1.200 millones y se están industrializando. Con todo esto, le parece lógico un conflicto entre sociedades, «porque con gente que tiene hambre, no cabe el diálogo». Es consciente de las críticas que ha desatado su afirmación sobre la pena de muerte. Y rebate que también la defiende el Papa, o los EEUU. Sabe que también le critican por la cesión municipal del antiguo sanatorio Miñor para la Fundación. Alega que la decisión fue aprobada por unanimidad y «aplaudo que se le haya ocurrido al alcalde. No puedo ser desagradecido. No se trata nada más que de saber con quién te juegas los cuartos», reconoce. |
Fundación Gustavo Bueno www.fgbueno.es |