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La Nueva España
Oviedo, Sábado 18 de diciembre de 1999
Tribuna
página 40

José María Laso Prieto
¿Giro de Gustavo Bueno a la derecha?

Hace casi un año, publicamos en LA NUEVA ESPAÑA un artículo titulado «Burocratismo universitario», en el que criticábamos la torpeza con la que los órganos rectores de la Universidad de Oviedo despojaron al profesor Gustavo Bueno de su derecho a impartir clases en la Universidad ovetense. El filósofo asturiano permanece de plena actualidad, como lo demuestra el gran impacto que está causando su nuevo libro «España frente a Europa». Sin embargo, no todos los ciudadanos leen los libros y artículos del profesor Bueno con el debido rigor. Muchos se contentan con los titulares de la prensa –forzosamente esquemáticos por razones de espacio– o por informarse de oídas. La consecuencia es que se han generalizado muchas interpretaciones erróneas de sus tesis y opiniones. Así se ha comenzado a especular con un supuesto giro a la derecha de Gustavo Bueno. No existe tal giro ideológico-político. Quienes sostienen lo contrario se basan en una interpretación superficial, epidérmica, de sus potentes tesis y opiniones, cuando no en una tergiversación deliberada de las mismas. Antes de entrar a considerarlas, voy a detenerme en dos recientes actitudes suyas, muy significativas de sus auténticas posiciones de izquierda. De ambas puedo dar fe, ya que fui yo quien solicité su firma para dos manifiestos de izquierda. El primero era una enérgica condena de los bombardeos terroristas de la OTAN contra la actual Yugoslavia. El segundo constituía una convocatoria lanzada por un grupo de escritores de Madrid para que se rindiese un merecido homenaje a Julio Anguita. En ambos casos, Gustavo Bueno se sumó sin ninguna vacilación a los convocantes de tales manifiestos de la izquierda.

Valorando el marxismo, después incluso de la desintegración de la URSS, Gustavo Bueno sostiene que el núcleo fundamental del mismo –el materialismo histórico– constituye «el último baluarte de la racionalidad en nuestra época». Niega que, como mantiene el apologista del capitalismo Fukuyama, estemos en el final de la Historia y sostiene, de acuerdo con Marx, que en realidad estamos todavía en la Prehistoria de la Humanidad y que la verdadera historia comenzará cuando ésta la realice conscientemente.

Un tema que se ha tratado de explotar, para atribuir a Gustavo Bueno una supuesta derechización, ha sido la cesión del antiguo Sanatorio Miñor para sede de la Fundación Gustavo Bueno. Sin restar ningún mérito al interés que el alcalde de Oviedo, don Gabino de Lorenzo, puso en que se resolviese el problema de tal sede, el acuerdo de cesión ejecutado por el Ayuntamiento de Oviedo fue aprobado por unanimidad de sus tres grupos municipales. Es decir, por los grupos Popular, Socialista y de Izquierda Unida. Se ha reprochado al filósofo asturiano comparar al Alcalde con algunos mecenas del Renacimiento. Salvadas las naturales diferencias históricas, y personales, siempre es posible buscar analogías aunque éstas –es mi opinión– se revistan de una cierta fina ironía.

Quedan otras cuestiones, de indudable carga ideológica y política, en que se pretende basar el supuesto giro a la derecha de Gustavo Bueno y que afectan a temas relevantes como la pena de muerte, los derechos humanos, el origen imperial de la nación española, los nacionalismos disgregadores, etcétera. Uno de los temas más polémicos ha sido el de la pena de muerte. El concepto de «eutanasia procesal», del profesor Bueno, es profundamente filosófico y no ha sido comprendido por quienes se escandalizan de su tesis. En realidad, se trata de un suicidio asistido en beneficio de quienes habiendo cometido crímenes horrendos no pueden soportar seguir viviendo. Quienes, en tales casos, no adquieran esa conciencia deben ser recluidos de por vida. Es decir, que la pena de muerte o sería voluntaria o se sustituiría por un tratamiento psiquiátrico permanente.

El supuesto desprecio por los derechos humanos es, en Gustavo Bueno, una crítica a su ejercicio muy similar a la que en su día realizó Carlos Marx. Ambos filósofos consideran que, en las sociedades burguesas, los derechos humanos son poco efectivos por faltar las condiciones materiales para su realización. Mayor dificultad puede tener comprender la vinculación que, en el caso de España, Gustavo Bueno establece entre sus conceptos de nación e imperio: hay naciones artificiales –como Bélgica– y naciones donde un pasado histórico imperial las ha configurado como nación. Ese es el caso de España, con la particularidad de que el imperio español fue un «imperio generador», mientras que los imperios británico y holandés fueron imperios depredadores. Reconocer el peso de ese pasado imperial no supone renunciar a las posiciones de izquierda, lo mismo que quienes somos ateos coherentes. no dejamos de serlo por el hecho de que reconozcamos que culturalmente somos católicos. Nada, por lo tanto, que tenga que ver con el eslogan fascista de «Por el Imperio hacia Dios». La crítica de Gustavo Bueno a la actual Unión Europea es también de izquierdas. Desenmascara su carácter mercantil al servicio de Alemania y de la OTAN de Clinton. Su concepción de Europa, como biocenosis antropológica es coherente con su materialismo filosófico y coincide con el trabajo de Lenin «Los Estados Unidos de Europa».

La vehemencia y el apasionamiento con que Gustavo Bueno critica a los nacionalismos disgregadores no debe ocultar que lo hace desde una perspectiva jacobina de izquierdas que se inicia en la Revolución Francesa y que ha mantenido la izquierda española hasta las guerras coloniales marroquíes. Es también muy semejante a la definición de la guerra civil española que realizó el Partido Comunista de España al proclamarla como la «guerra nacional-revolucionaria del pueblo español contra el fascismo internacional».

 


Fundación Gustavo Bueno
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