Gustavo Bueno
Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión
Cuestión 7. Espiritismo y religión. La experiencia religiosa de W. James
Mondadori, Madrid 1989, págs. 273-283
1. W. James pronunció en 1901 y en 1902, en la Universidad de Edimburgo, 20 conferencias que la Fundación Guilford le había encomendado. Se publicaron en el mismo año (1902), en un volumen con el título de The Varieties of Religious Experience: A Study in Human Nature. El libro se agotó rápidamente; fue traducido a los principales idiomas y se erigió en seguida en un clásico que «ha servido de modelo (dice, por ejemplo, Hans Küng) para los estudios de psicología religiosa» (¿Existe Dios?, trad. esp. ed. Cristiandad, Madrid, 1979, p. 822). También fue traducido al castellano en 1907 y 1908 por D. Domenge (traducción publicada en Barcelona por Carbonell y Esteve) con una extraña desviación en el título: Fases del sentimiento religioso. Esta traducción, que ocupaba tres volúmenes, está hoy totalmente agotada. Por ello, hay que agradecer a Ediciones Sesenta y Dos, y a la Diputación de Barcelona, su iniciativa conjunta que hace posible esta primera traducción al catalán de W. James.
Tratamos de ofrecer un «diagnóstico» del significado gnoseológico de la obra de W. James con ocasión de la versión de su obra fundamental a la lengua catalana (a cargo de Marta Miravent y Sola). Un «diagnóstico» nada fácil, y que no es probable que pueda ser compartido por todos sus lectores. Partimos del supuesto (El animal divino, p. 60) de que los métodos de la Psicología, o los de la Psicofisiología, aunque puedan ser esenciales en el análisis de la religión, no tienen capacidad para introducimos, por sí mismos, en su núcleo, dado su carácter genérico. Advertimos que esta incapacidad no procede de la circunstancia de la eventual resolución en la «subjetividad» que los métodos psicológicos comportarían, sino en el modo genérico de tocar esta «subjetividad». Porque, en principio, cabría citar perspectivas gnoseológicas que han intentado delimitar el núcleo específico de las religiones, ateniéndose al más estricto ámbito de la subjetividad positiva, a saber, la subjetividad anatómico-fisiológica, sin por ello haber rozado siquiera el núcleo más característico de la religión. Es el caso de la «Frenología de la religión», que hoy sólo podemos citar retrospectivamente como curiosidad gnoseológica, dado el carácter de pseudociencia que mostró al correr el tiempo. Sin embargo, su perspectiva era eminentemente subjetiva, y sus pretensiones se orientaban a determinar la especificidad de la religión. La explicación frenológica de la religión, procedía atribuyendo a una determinada protuberancia craneal o cerebral la función de órgano de la religión («órgano de la teosofía», lo llamó Gall, y sus críticos señalaban que también se encontraba en el carnero). Spurzheim ofreció un análisis más cuidadoso: la religión (dijo) era un modo de acción, más o menos enérgico, del «órgano de la veneración» (el órgano de la teosofía de Gall), asistido de los órganos de los sentidos, del órgano de la causalidad, del órgano de la idealidad, y del órgano de lo maravilloso, y ayudado, a veces, por el órgano de la benevolencia y por el órgano del poder. (Véase Debreyne: Pensamientos de un creyente católico, 1854, p. 156). Lo que hacían los frenólogos (según unos métodos, por cierto, no muy alejados de los que utilizan algunos sociobiólogos de nuestros días) era, en realidad, un proyectar en el cerebro comportamientos y estructuras socialmente dadas, y no al revés.
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