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Gustavo Bueno

Reflexión filosófica sobre el Guión Vital, de Eric Berne

[ Transcripción de las intervenciones en el curso Eric Berne, 35 años después, Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, Madrid, 14-18 de noviembre de 2005 ]


Presentación, por Felicísimo Valbuena

Buenos días a todos. Tengo el gusto de presentaros a D. Gustavo Bueno Martínez. Hace unos días, concretamente el pasado día cinco de este mismo mes de Noviembre de 2005, Francisco Umbral le dedicó su columna: «Gustavo Bueno es uno de los pocos pensadores que nos queda actualmente en España.»

Yo creo que es bastante más que un pensador; es un gran filósofo; algunos pensamos que es el mejor filósofo español en varios siglos.

Estáis ante una persona excepcional. Ha venido aquí por amistad. Es el conferenciante más solicitado en toda España. Por eso, tiene que rechazar muchas de las peticiones que recibe porque, si se dedica a dar conferencias, entonces no podría crear ni escribir. Por el contrario, desde que abandonó la Universidad de Oviedo hace siete años, es la persona que más libros de pensamiento y filosóficos ha escrito en España, y siempre solicitados por las editoriales. Las editoriales se pegan entre ellas por publicar a Gustavo Bueno.

Os voy a citar algunos de los últimos libros que ha escrito. Con el que empezó a tener un éxito impresionante fue El Mito de la Cultura (1996, Alba Editorial). Vino a poner en claro uno de los temas más importantes que hay actualmente en España, el concepto de Cultura.

En 1999, España frente a Europa (Alba Editorial), planteando filosóficamente los asuntos políticos que han ocupado a la opinión pública hasta hoy mismo.

En el 2000, Televisión: Apariencia y verdad (Editorial Gedisa). En el 2002, Telebasura y democracia (Ediciones B). En el 2003 El Mito de la Izquierda (Ediciones B), que ha tenido y tiene muchos lectores. En el 2004, Panfleto contra la democracia realmente existente (La Esfera de los Libros). También en el 2004, La vuelta a la caverna (Terrorismo, Guerra y Globalización) (Ediciones B). En el 2005, El Mito de la Felicidad (Ediciones B) y, últimamente, España no es un mito (Temas de Hoy).

Le veis aquí en plenísima forma, a sus ochenta y un años. Mi forma de invitarle a este Curso fue enviarle este libro que él ha traído aquí: ¿Qué dice usted después de decir “hola”?, de Eric Berne. Y le dije: «Gustavo, tú no te has ocupado del Análisis Transaccional y sólo lo conoces a través de los artículos que he venido publicando en El Catoblepas. Te agradecería mucho si estudiases la Teoría del Guión de Eric Berne desde tu sistema filosófico. Casi es mejor que lo veas con ojos nuevos o, en palabras de Berne, como si fueras un marciano.» (Una aclaración: El Catoblepas es la revista digital que edita la fundación Gustavo Bueno en Oviedo y que tiene 23.000 visitas diarias certificadas. Es decir, podríamos decir que filosófica y culturalmente es la revista más influyente que hay en el ámbito digital de habla española.)

Bueno aceptó la invitación y, aunque no ha tenido el tiempo que a él le hubiera gustado, estoy convencido que nos va a dar unas cuantas ideas para ilustrarnos sobre esta consideración filosófica del guión. Si habéis leído los artículos que os he dado en fotocopias, el del ABC, y el otro de tres páginas que publicaron catorce periódicos de Prensa Ibérica, habéis visto que una de las características que destaco en los seguidores del AT es que son muy críticos, es decir, continuamente están dando vueltas sobre ideas y conceptos, aquilatándolos para que no puedan entenderse de cualquier manera.

No quiero extenderme más. Con vosotros, Gustavo Bueno.

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1. Reflexión subjetiva y reflexión objetiva

Buenos días. En algunas cosas, Felicísimo Valbuena ha dicho la verdad; entre ellas que yo vengo aquí por él. Y le agradezco, ante todo, que me haya obligado a introducirme en el mundo de Berne, que para mí es desconocido, –¿para qué voy a decir otra cosa?; lo conocía puramente de oídas–. Naturalmente, me ha interesado muchísimo y agradezco esta invitación.

Pero claro, lo que yo voy a explicar aquí es una cosa muy global, que además va a contrastar con lo que acabo de oír a José Luis Martorell, en su exposición de experto en ejercicio. Mi punto de vista es distinto.

Como soy muy disciplinado voy a atenerme al título que Felicísimo Valbuena me ha dado: Reflexión Filosófica sobre la Teoría del Guión, de Eric Berne. Empiezo como mandaba Epicteto: «Initium doctrinae sit consideratio nominis.» «El principio de toda exposición debe ser la consideración de los nombres.»

Veamos qué es eso de «reflexión». Por que mi objetivo, sobre todo, es ofrecer el principio de una sistemática para avanzar sobre este asunto. No tengo más pretensiones. Los contertulios de la radio suelen decir muchas veces: «Voy a hacer una reflexión.» Yo creo que la palabra reflexión se utiliza en dos sentidos distintos: Uno en el sentido psicológico-subjetivo, y otro en el sentido lógico-objetivo. «Reflexión» es, en realidad, en ambos casos, una metáfora óptica; de ahí viene el acto reflejo, reflejo inventado por Descartes (cuando el Alma mueve la glándula pineal, que refleja los espíritus animales &c. La reflexión de la luz, en una palabra).

Aplicado a nuestros términos, hacer una reflexión filosófica: yo creo que aquí «reflexión» tiene un sentido subjetivo, en primer lugar, que es el siguiente: «Como sujetos, recibimos algo –un tema, un objeto, lo que fuera– y entonces de nuestro interior surge una luz que se refleja sobre ese objeto y después, para expresarlo, decimos lo que se nos ocurre.»

Una reflexión es decir lo que se me ocurre. Ya es de segundo grado, porque primero está el tema-estímulo, y entonces, hago una reflexión; sobre ese tema se me ocurre tal cosa: reflexión subjetiva.

Es fácil comprender lo que quiero decir con esto. Sin embargo, el inconveniente de esta acepción ordinaria de reflexión es ser muy indeterminada. Está indeterminado aquello sobre lo que vamos a reflexionar.

En cambio, la «reflexión objetiva», que se parece mucho más al modelo óptico, es la reflexión de un tema sobre otro tema. Es la reflexión de A sobre B. Así que están determinados los puntos de partida y los de llegada de uno a otro, los confrontamos. ¿Qué son A y B en nuestro caso? A es la Teoría de los Guiones de Berne y B es «la Filosofía». Pues bien, aun así, esto sigue siendo muy indeterminado; tan indeterminado como la expresión «la filosofía».

 
2. Conceptos e Ideas

Voy a considerar la teoría de Berne como una especie de Ciencia, de la familia de las ciencias, algo que tiene que ver con las ciencias, es decir, que no es Filosofía. Berne no quiere hacer Filosofía, es la impresión que yo saco de sus escritos; incluso, en alguna ocasión considera a la Filosofía como solución a la que acuden unos individuos que no están equilibrados. Me parece que él no quiere hacer filosofía. Él quiere hacer una ciencia, algo parecido a una ciencia y a una técnica. Ahora bien, suponemos que las ciencias y las técnicas trabajan con conceptos. Por ejemplo, un triángulo rectángulo es un concepto. Y las técnicas, lo mismo. Un tornillo y una tuerca son conceptos. Y las ciencias y las técnicas tienen mucho que ver. Creo que las teorías de Berne pretenden trabajar con conceptos, y lo hacen muchas veces, aunque también es verdad que expresándose en una forma que tiene que ver con los ideogramas. Lo que hacían los egipcios.

Él mismo ha rehuido frecuentemente la terminología académica: «Únicamente utilizaré lenguaje académico para tranquilizar a los científicos.» Va a utilizar términos extravagantes: el punto de vista del “marciano”, “rana”, “príncipe”, “niño”, “adulto”, en lugar de «componentes exteropsíquicos», «paleopsíquicos» o «arqueopsíquicos». Presenta estos últimos, porque le gustaba mucho el griego y lo dominaba, pero luego utiliza otras cosas.

Por una parte, algunos lo consideran como un caso de desaliño expresivo, se toma demasiadas licencias; por otra, enriquece mucho la exposición, no solamente para efectos de que resulte interesante la lectura, sino porque arrastra muchas connotaciones que quedarían eliminadas en el concepto técnico, por ejemplo, «arqueopsíquico». Al decir “niño”, dice muchas más cosas.

Sencillamente, estoy suponiendo que la Teoría de Berne es de la familia de las Ciencias o de las Técnicas, que es lo mismo. Para nuestro punto de vista es muy parecido. Una Ciencia que viene de una Técnica y tiene que ver con la Técnica.

Y en cuanto a la Filosofía, ¿qué es la Filosofía? Tampoco podemos entrar aquí en mayores consideraciones. Nosotros utilizamos una definición muy positiva, está pensada para que sea positiva, para responder a la pregunta que tanto nos hacen. Nos la hacen unas diez veces al día, y todas las veces que un periodista te entrevista en la televisión o en la radio, siempre pregunta: «Y ¿qué es la Filosofía? ¿para qué sirve?» Siempre lo preguntan. Nuestra respuesta: «La Filosofía es una actividad que consiste en analizar Ideas, con mayúscula. Ideas, como Estructura, Espacio, Sustancia, Unidad, Identidad.»

Estas Ideas no vienen del cielo, ni tampoco vienen del interior de la Conciencia como pensaba Kant, &c. Nosotros suponemos que las Ideas vienen de la Técnica y de la Ciencia, precisamente. De forma que una idea que lo sea realmente es porque tiene un origen tecnológico o científico. Por lo menos, son las únicas ideas que nos interesan en lo que llamamos Filosofía académica.

Entonces, ¿qué ocurre? Pues que estamos ante A, que son las Teorías de Berne, y B, que son ideas Filosóficas. Podemos comprenderlo muy bien. Voy a poner un ejemplo rápidamente. Todo el mundo sabe lo que es la Psicología de la Gestalt, la teoría de la Gestalt. Ehrenfeld identificó unas formas de percepción que llamó Gestalten, traducido por formas; estas formas tienen unas características psicológicas. Formas que, según él, las produce el cerebro. Son formas de percepción. A los pocos años estas formas dejaron de circunscribirse al terreno de la percepción, que es donde habían sido obtenidas y se aplicaron a estructuras musicales, las formas musicales donde el todo es independiente de las partes, son transportables, puedes cambiar de tonalidad. O bien, se aplicaron a la Biología; el organismo es una forma. Es como el barco de Teseo. En el barco de Teseo, vas cambiando las piezas que se quedan estropeadas; cambias todas las piezas y sigue siendo el mismo barco. Es una estructura.

Entonces resulta que la idea de forma, la idea de Gestalt que tiene un origen en la Psicología de la Percepción, empieza a ser una Idea cuando se aplica a la Biología, a la Teoría del Arte, &c.

 
3. Cuatro tipos de reflexiones

Es un ejemplo rapidísimo de lo que entendemos por Ideas. Ahora podemos redefinir el tema que me han propuesto: Reflexión filosófica sobre la Teoría de Berne. Esta reflexión puede ser de cuatro tipos. Hay cuatro orientaciones posibles para hacer una reflexión objetiva en el sentido que he dicho.

Primero, una reflexión de una ciencia a otra ciencia. Vamos a llamarlas reflexiones de orientación horizontal. Es decir de una ciencia a otras ciencias. Estas reflexiones son filosóficas. Me sirve el ejemplo de la Gestalt, es decir, la Teoría Filosófica de la Gestalt, de la forma, de la estructura, supone una reflexión que va de la Gestalt perceptual psicológica a la biológica, a la artística… es una reflexión horizontal y allí resulta una idea.

Segundo nivel, horizontal. Reflexión de filosofía a filosofía, de unas ideas filosóficas a otras. Por ejemplo, yo comparo la idea de sustancia de Aristóteles con la de Espinosa. Es una reflexión filosófica propia para profesores de filosofía.

Tercer nivel, de orientación ascendente, es decir, de la ciencia a la filosofía.

Cuarto nivel, de orientación descendente, de la filosofía a la ciencia, es decir, de los conceptos a las ideas filosóficas y de ciertas ideas a ciertos conceptos.

Aunque no tengo tiempo, voy a matizar algunas cosas para que se vea por donde voy. ¿Por qué he interpretado yo a la Teoría de Berne, en general, como una ciencia o una técnica? ¿Qué clase de ciencia o técnica es ésta? Aquí viene la primera cuestión, cuestión central. Voy a ver si la resuelvo en cinco minutos, cosa que dudo.

Yo creo que podemos diagnosticar la teoría de Berne como una técnica, ciencia o disciplina psicológica. Él mismo se dice que es creador del Análisis Transaccional y se habla de Berne como el Freud americano, &c. Aunque yo más bien diría como el Adler americano. Entonces Berne es un psicólogo, pero un psicólogo muy especial. Aquí está la madre del cordero. Yo creo que es un psicólogo que cultiva la psicología, pero un género de psicología cultivada principalmente por Freud, por Adler, por Jung, psicólogos que en el fondo eran antropólogos. ¿Y qué quiero decir con esto? Esto es fundamental, lo que voy a decir es el punto fundamental. ¿Qué entendemos por antropólogos? Que tratan del hombre. Bueno, del hombre trata todo el mundo, ¿verdad?

 
4. El punto de vista de la Antropología

He explicado Antropología durante veinte años, he tratado los problemas de esta disciplina desde todos los lados posibles. Resumiré el punto de vista de la Antropología. Lo más importante es esto: cuando hablamos de Antropología, hablamos de una disciplina que se refiere al hombre en general, no sectorialmente, como puedan ser la ciencia económica, el derecho, &c.

El hombre en general, como una totalidad, que no lo es, pero en fin, totalizándolo como tal, tiene dos posibilidades. Es fundamental distinguirlas porque, si no se utilizan estas distinciones, no se dicen más que bobadas, más que palabras y palabras.

Las totalidades pueden ser atributivas y distributivas. Cuando Tylor, el creador de la Antropología, definió la cultura como el «todo complejo», ese todo podía ser atributivo y distributivo. He expuesto todo esto está ampliamente en El Mito de la Cultura, que ha citado el profesor Valbuena. La idea de la humanidad, del género humano como un todo atributivo, es un todo en el que las partes están concatenadas unas con las otras, nos pone muy cerca de la Historia, de la Historia Universal. La Historia Universal supone un orden en principio irrepetible de partes, épocas, edades, &c.

Pero la Antropología no es meramente complementaria de la Historia y, en cierto modo, rompe el orden histórico; ésa es la idea central.

Las famosas discusiones de los años 60 en Francia y España también, entre estructuralismo y marxismo, versaban sobre esto. Es decir, las estructuras de los antropólogos, en principio, valen para cualquier época; no es que sean intemporales, es absurdo, pero es que no están ligadas a ninguna época, sino que valen para todas las épocas. Esto rompe enteramente el punto de vista histórico.

Ahora bien, podemos clasificar estas estructuras en dos grandes grupos. Uno de ellos acoge a todo lo que se podría llamar Antropología cultural, a la Cultura objetiva. Aquí los sujetos psicológicos quedan enteramente subordinados a las relaciones entre dos culturas.

Mientras que la Psicología, la Antropología psicológica, toma el punto de vista del sujeto, aunque, creo yo, este sujeto no se reduce al que aparece en la introspección, aquellas cosas que se decían en el siglo XIX.

Ahora voy a poner un ejemplo de Berne para explicar esto con claridad. Aquí partimos del behaviorismo más riguroso. Aquí la distinción pertinente es entre lo emic y lo etic. El punto de vista de Berne es el emic, el punto de vista del agente, de los agentes.

Freud, claro, es un psicólogo, pero recordemos todos que Freud escribió Tótem y Tabú, una de las obras fundamentales, que es Antropología: se preocupa por lo que ocurría en unas tribus primitivas. Y no digamos Adler y Jung. Berne también está refiriéndose frecuentemente a otras culturas, aunque su material es, sobre todo, la sociedad americana. Berne está constantemente trasplantando las estructuras que él estudia a otras. Claramente hace Antropología. Ahora bien, el punto de vista psicológico, antropológico-psicológico, es muy distinto del punto de vista antropológico-cultural. Ejemplo: la Ceremonia. Yo realicé un estudio sobre las ceremonias hace veinte años y ahora estoy desplegando la ceremonia con el nombre de Institución, porque las ceremonias son instituciones. El profesor Valbuena, en uno de esos artículos que ha escrito en El Catoblepas, se ha ocupado del asunto de las ceremonias, tal como yo las entiendo, y los rituales, tal como los entiende Berne.

Las ceremonias formaban un concepto antropológico, pero también Berne, como concepto psicológico, utiliza el concepto de ceremonia. La ceremonia es una cosa especial, unos mecanismos de transacción.

¿En qué se diferencian las dos perspectivas? Porque estas relaciones transaccionales pueden ser ceremoniales. Pero no toda ceremonia es una transacción. Yo no sé si desde el punto de vista del Análisis Transaccional se puede decir que una misa solemne católica es una transacción. Implicará muchas transacciones, pero una misa es una ceremonia, no es una transacción.

Yo creo que la diferencia fundamental es la siguiente: el concepto de Ceremonia, desde el punto de vista antropológico cultural, es un concepto que se fija, principalmente, en estructuras del hacer, de la praxis, que están perfectamente estereotipadas, que están institucionalizadas, que tienen un principio y un final, una serie de características propias y que están por encima de los sujetos que las realizan. Es decir, los sujetos son simplemente agentes de esas ceremonias. Por el contrario, desde el punto de vista psicológico, la ceremonia es algo que hace el sujeto para conseguir algunos fines.

Ejemplo: una corrida de toros. Les recomiendo el libro Los dioses olvidados, de Alfonso Fernández Tresguerres, que trata sobre los toros. El toreo es una ceremonia clarísima, tiene todas las características que el autor de ese libro analiza muy bien. Pero el espectador de la corrida de toros y el crítico de toros que estudia la ceremonia objetivamente, en principio, no ven en el torero a un sujeto psicológico, ven a un artista. A un artista que lo hace bien o mal; espectador y crítico no niegan al torero como sujeto, pero abstraen, ponen entre paréntesis las intenciones del torero, sentimientos, frustraciones, miedos. No les interesa. Lo que importa es el arte del torero en esa ceremonia; igual sucede con un músico o un matemático.

Pero el psicólogo no. El psicólogo se pone desde en el punto de vista del agente y dice: «Bueno, y ¿por qué hace esto y cómo lo hace y porqué no hizo lo otro?» Empieza a estudiar las causas por las cuales se desvía de la ceremonia. Se parece, en parte, a la diferencia general entre la lógica y la psicología. Según un criterio famoso de Binet, la Lógica estudia los razonamientos verdaderos, y la Psicología los falsos. Cuando uno se equivoca en un razonamiento dice por qué se ha equivocado.

Creo que ya con esto puedo terminar la introducción.

 
5. Reflexión horizontal: comparación de Berne con Freud y con Adler

El objetivo es establecer una reflexión entre las teorías de Berne y otras teorías científicas psicoanalíticas; la más conocida, la comparación de Berne con Freud. Hay que tener en cuenta que la teoría del Guión, a que me estoy refiriendo, forma parte de una estructura más general y no tiene sentido, por lo menos en esta reflexión filosófica, hablar de esto sin el conjunto; es totalmente imposible.

En tiempos intenté establecer la correlación de la Antropología de Freud con la teoría epicúrea de la vida psicológica. La teoría de la partición de los epicúreos (cuerpo, alma y espíritu) es la misma tripartición de la arquitectura psíquica de Freud en el Ego, el Superego y el Ello. Ustedes saben que aquello por lo que Freud ha sido considerado como uno de los grandes artífices de la Antropología de nuestra época, es porque dividió al sujeto psicológico en esas tres capas. Muchos ven que la famosa tripartición que hace Berne es una derivación de Freud: los componentes exteropsíquicos tendrían que ver con el Superego, los neopsíquicos con el Ego y los arqueopsíquicos con el Ello. Berne evita esta terminología académica derivada del griego. Simplemente recurre a ideogramas, como son el Padre, el Adulto y el Niño. Quienes ven en Berne una derivación de Freud, establecen las siguientes equivalencias: el Padre de Berne es el Superego en Freud; el Adulto –el sentido de la realidad–, el Ego; y el Niño se parece al Ello, por lo que tiene de espontaneidad.

Sin embargo, no es así, ni mucho menos. Y es capital el asunto.

Yo creo que Berne tiene mucho más que ver con el Psicoanálisis de Adler. Éste inició su psicoanálisis en Viena independientemente de Freud. Luego, se incorporó a Freud, pero se separó de él en 1913; fundó una Escuela, una orientación de psicoanálisis cuya diferencia con Freud es, que así como Freud había insistido en los componentes eróticos de la libido, el pansexualismo famoso de Freud, en cambio Adler puso el acento en la voluntad de poder, en otros mecanismos psíquicos que, en principio, no tenían que ver con la libido sexual. Incluso, reinterpretaba todos los mecanismos sexuales como subordinados a la voluntad de poder.

Freud entendía el amor como «aquel sentimiento que cantan los poetas y ensalzan los místicos y que tiene por objeto la cópula sexual». Ahora bien, Adler no diría esto: el amor tiene por objeto, no la cópula sexual, que la pueda tener y la tiene, sino el dominio de uno sobre otro. Esta voluntad de poder sería la clave de toda la Psicología de Adler que, por tanto, empezó a ser ya más la psicología individual, pero individual en el sentido de atómico, indiviso, que no tiene partes. Porque es el individuo, y no el sujeto de Freud, que dividió en tres estratos distintos y alguno de ellos ni siquiera era humano, porque el Ello es un neutro puesto realmente adrede por Freud para significar los componentes biológicos impersonales que traemos por herencia y que son realmente instintos salvajes.

El Ego domina por el sentido de la realidad; el Ello está dirigido por el principio de placer y el Ego lo sujeta a la realidad. El Superego es lo que viene del Padre, es el ideal del Yo.

Todo esto adquiere en Adler un sentido distinto; realmente aquí el individuo es total desde el principio. Por eso, el análisis de Adler se parece mucho más a lo que años después se llamaría el análisis existencial. El concepto de la mala Fe, de Sartre, equivale a conceptos similares de Adler y de Berne.

Los conceptos bernianos de planes, &c., son de Adler. Es más, Berne reconoce la influencia de Adler en algunos aspectos de su Teoría del Guión. Escribe con más simpatía sobre Adler que sobre Freud. Para pertenecer a una sociedad del Psicoanálisis, tenía que dejarse analizar por un psicoanalista; el de Berne fue por Erik Erikson, el famoso Erikson, el de la Teoría de la Identidad, que estaba también muy relacionado con Adler.

En resumen, Freud, pero sobre todo Adler, Kardiner, el propio Psicodrama de Jacob Levy Moreno, que también apareció en Viena en aquella época, y también en relación con Adler, están todos influyendo sobre Berne.

Creo que, en líneas generales, la orientación de Berne es de tipo holístico, donde el individuo aparece íntegro; también se llama Psicología holística. El holon es el individuo, pero, muy importante, es el individuo como un todo tratando con otros individuos. Esta acción de relación con otros individuos es lo que hace que el individuo esté siempre en situación grupal, de la cual derivó la famosa Psicología «nosística» de Fritz Künkel.

 
6. Reflexión horizontal: comparación de Berne con Newton

La reflexión que voy a hacer ahora podría parecer extravagante y me arriesgo a hacerla. Porque a mí me parece que aquí esta la clave del asunto. La reflexión que voy a hacer va a ser con una disciplina que no es psicológica, que es mecánica, y que es la Axiomática de Newton. Los tres axiomas de Newton, el axioma de la inercia, el axioma de la fuerza y el axioma de la acción y la reacción. A mí me da la impresión que estos axiomas están organizando enteramente la doctrina de Berne sobre la estructura psíquica. Organizando totalmente, sin que Berne se dé cuenta claro; si se hubiera dado cuenta, no tendría interés el asunto, ¿verdad? No solamente en Berne, sino también en otros, puesto que lo axiomático es muy general. De la influencia de Newton en Montesquieu ya escribí extensamente en su momento. Es el mismo mecanismo, lo cual implica que habría unas estructuras que están funcionando a un nivel completamente desconocido por los autores de determinadas teorías.

Vean rápidamente de que se trata, sobre todo para resolver el problema que supongo habrá salido durante este Curso y sale constantemente: interrelación de Niño con mayúscula y el niño con minúscula; del Padre con mayúscula y el padre con minúscula; y del Adulto con mayúscula y el adulto con minúscula. Los conceptos que Berne utiliza son Padre, Adulto y Niño con mayúsculas, pero él subraya, una y otra vez, que el Niño con mayúscula es distinto del niño con minúscula, que el Niño con mayúscula no tiene que ver con un estado infantil de la persona. El Niño con mayúscula no es el niño infantil, cosa que en Freud no ocurría así. Efectivamente, Berne toma de Freud y del Psicoanálisis principios tan generales de carácter evolutivo que es como que a los cinco o seis años ya están prácticamente creados todos los esquemas fundamentales, todos los planes, &c. Pero el Niño con mayúscula no es esto. El Padre en Freud sabemos que es el padre, el padre literalmente, el padre o la madre, pero el Padre con mayúscula es algo más; el padre es, tal como Berne lo utiliza, por supuesto, el padre en la medida que induce, influye con normas con orientaciones, con prohibiciones, &c., pero el Padre no es esto, no es el padre físico, y el adulto lo mismo; el Adulto es el principio de la realidad de Freud y los tres son Egos; el Ego no está dividido en tres partes, es el Ego Niño, el Ego Adulto, el Ego Padre. Es decir, el Ego niño ya está perfectamente consciente de lo que va a hacer; un poco recuerda la Teoría de Freud del Perverso Polimorfo, es decir, el niño no es un angelito inconsciente, el niño sabe perfectamente lo que va a hacer ya, y Berne lo dice: el niño, a los cinco, seis años ya sabe perfectamente lo que va a hacer, cómo quiere morir incluso. Sabe perfectamente todo.

¿Qué tiene que ver esto con los axiomas de Newton? Ésta es la cuestión. Fijémonos en esos famosos diagramas de Berne, donde están esos círculos –el Padre, el Adulto y el Niño– que tiene que dividirlos a su vez, en el Padre del Padre, el Padre del Adulto y el Padre del Niño. Con el Adulto y con el Niño, lo mismo. La gran dificultad que suscita Berne es que podemos analizar todo esto de muchas maneras.

Me recuerda la teoría de las homeomerías, de Anaxágoras: todo está en todo. En el Padre están los tres Estados; y lo mismo sucede en el Niño y en el Adulto. Lo cual plantea unos problemas lógicos tremendos. Pero por lo menos yo creo que la correspondencia con los Axiomas de Newton explica muchísimas cosas. Verán:

¿Qué es el Niño? Sobre todo, es un principio espontáneo que tiene sus propios fines. La Psicología es teleológica. Se supone que está movida por unos impulsos de carácter biológico, genéticos dice alguna vez Berne, aunque no lo define. Pero claro, la genética entra en otro campo, no tiene nada que ver con esto. Se supone que son genéticos. Habla de antes de la infancia, del nacimiento, pero en fin, eso está muy oscuro.

Lo cierto es que el Niño es un principio autónomo, holista, total, que tiene su sitio y que además no lo abandona nunca. Esto es lo que sugiere una comparación con una masa inercial. La masa inercial que está dada, según las condiciones iniciales, tiende a seguir indefinidamente en su movimiento, en línea recta y sin aceleración. Movimiento uniforme.

Si los Niños con mayúscula, es decir, si los individuos se comportasen como masas inerciales ¿qué ocurriría? Pues ocurriría (desde un punto de vista psicológico) simplemente nada. Cada uno haría su trayectoria uniforme, que sería en un cielo, en un recinto, en el que darían unos con otros. Habría un caos. Pero, según el segundo axioma de Newton, ¿qué ocurre con esas masas inerciales, cuando empiezan a desviarse de la recta? Se desvían porque hay una fuerza externa que incide sobre ellas; esta fuerza es la que imprime la aceleración, la aceleración está introducida por una fuerza externa y esta fuerza externa, ¿qué es? No se trata en absoluto de que estemos reduciendo una cosa a otra; estamos estableciendo correspondencias entre campos totalmente distintos. En la teoría de Newton son los choques los que mueven. Aquí no son choques, son atracciones de otro tipo. A veces se comportan como si fueran empujones, en el caso de Berne.

Bien, pues aquí esas fuerzas externas que inciden sobre ese principio de inercia del Niño están determinadas, sobre todo, por la fuerza externa que imprime un movimiento a ese Ego indeterminado que es el Niño y esas determinaciones son propias del Padre. El Padre ejerce una fuerza externa que incide sobre ella y determina una trayectoria determinada. Y, ¿qué tiene que ver esto con la acción y la reacción? Toda acción que recibe de cualquier fuerza supone una reacción en el sentido contrario. En el caso de Berne, la cosa me parece clarísima. La acción, el tercer principio de Newton, es una re-exposición mecánica de un principio aristotélico-escolástico de la acción y la reacción; precisamente, la acción y la pasión. Es curioso que Berne haya recuperado ese principio tradicional escolástico que dice «actio est in passo», «el agente esta en el paciente». Es decir, la acción de alguien externo –el padre o la madre o quien fuere– que introduce en un niño, en una persona, como en el cuento de Caperucita roja o Caperucita rosa. Esta acción es recibida por él y produce una reacción que muchas veces tiene la forma literal de un antiguión, un contraguión; es una reacción continuamente. Resulta que con esta correspondencia aclararíamos, por ejemplo, lo siguiente: ¿por qué razón el Niño, con mayúscula, sigue existiendo también en estado Adulto y en estado de Padre? Porque, según el principio de la inercia, cuando una masa recibe la acción de una fuerza externa, altera su trayectoria o velocidad, acelera, sin por ello dejar de estar sometida a la inercia. Cuando la inercia de un proyectil es afectada por la fuerza de la gravedad, el principio de inercia sigue exactamente igual. Aquí está la clave. Si este cuerpo describe una parábola, no deja de estar funcionando el primer principio de Newton, está funcionando exactamente igual; si no, no habría parábola. La parábola está en función de la inercia. Pues aquí el Niño está presente aunque se desvíe precisamente por la fuerza que ha recibido del Padre. El Niño esta funcionando como un principio de la inercia que está presente incluso en estadios adultos y viejos del individuo.

El concepto que da el propio Berne de lo arqueopsíquico, lo originario, se corresponde muy bien a lo que enuncia el primer principio de la inercia, mientras que lo extereopsíquico es lo que viene de fuera, es la fuerza que incide para que pueda haber aceleración.

Con esto, y perdónenme semejante exposición tan esquemática, con esta reflexión trato de explicar cuál es el juego de estos componentes esenciales de Berne: Padre, Adulto y Niño, que no son simplemente estratos o etapas. Yo creo que Berne, naturalmente y como es obvio, no ha poseído la teoría de los todos y las partes. Los todos determinantes, las partes integrantes y determinantes, &c. Por eso, quizá, se ha visto obligado a, confusamente, utilizar estratos, a tener que subdividir, y no se ha dado cuenta de que no necesitaba esto para mantener la tesis de que el Niño sigue en todas las etapas porque es una especie de principio de inercia, que está sometido a sus propias leyes internas.

Los sujetos de los que habla la psicología total adleriana no están aislados, están en grupo y están influyéndose unos sobre otros continuamente.

 
7. Reflexión ascendente

Si proyectamos algunas ideas de Berne sobre algunas ideas de la tradición filosófica, podemos hacer dos ejercicios. El primero me parece más pertinente, porque el segundo es un ejercicio que podría realizar cualquier estudiante de Historia de la Filosofía, un ejercicio típicamente académico.

El primer ejercicio consiste en reflexionar sobre Berne para analizar ciertas ideas filosóficas tradicionales y para reforzarlas, desviarlas, &c. Por ejemplo, «persona» y «cogito».

Todas las legislaciones del mundo han recibido la idea de «persona». Por eso se habla ahora tanto de los derechos humanos y otros asuntos relacionados. Ahora bien, la idea de persona aparece muy tardíamente; los griegos no tienen idea de persona, creo que es por la esclavitud; la idea de persona implica que todos los individuos humanos son personas. La persona es una institución. Una institución cultural. Entonces, en una sociedad esclavista era imposible que hubiera el concepto de persona y de hecho no lo hubo; había el concepto de ciudadano y de cosas parecidas, pero no de persona.

La persona supone una idea de origen estoico, la de que todos los hombres son personas. Pero quien configura la idea de persona son los Padres de la Iglesia en el Concilio de Nicea y en el Concilio de Éfeso, a propósito de la persona de Cristo. De ahí viene la idea de persona que tenemos nosotros, lo cual es muy importante; por ejemplo, en estas discusiones que hoy tienen lugar sobre la religión, o no, en los centros de enseñanza. El que no conozca la historia de la Teología católica está completamente en la higuera, por muy progresista que sea. Está en Babia, en la higuera, no sabe de dónde viene la persona humana y de dónde viene esta idea. Esto es fruto de los concilios citados y de la Teología escolástica. La persona de Cristo, atención a esto, que es de donde viene la idea de persona, no es humana sino divina. La persona empieza a ser persona divina, como las tres personas de la Santísima Trinidad. Son tres personas que no son humanas. La persona de Cristo empieza a ser persona humana. ¿Tenía Cristo dos personas o una sola? Tenía naturaleza humana, pero la persona era humana o divina, según la ortodoxia de Nicea y del catolicismo. La persona divina sobre una naturaleza humana. Pues esta idea de persona, que después se ha secularizado, ha sido utilizada muchas veces sin saber de dónde venia. La disciplina Cultura y Personalidad, como se llamó durante muchos años, sostenía que la persona no procede desde dentro, desde los genes o desde un alma espiritual que tengamos. La personalidad de cada cual viene moldeada por los demás. Es algo culturalmente establecido.

Creo que en Berne está presente la idea de persona como institución. La teoría de la personalidad de Berne se vincula muy bien a esta tradición sin esfuerzo ninguno. La exige, la requiere, y en cambio descarta todas las ideas metafísicas de persona, lo cual quiere decir que las coordenadas filosóficas de Berne, ejercidas por él, no representadas, ni falta que hace, están en la tradición de la persona cristiana. Pero no, por ejemplo, musulmana. Los musulmanes tienen una concepción de la persona enteramente distinta.

La idea de Berne es la idea de persona cristiana que incorpora el Derecho Romano, que llega muy tardíamente, en la época de Justiniano, y de todos los Santos Padres y de Santo Tomás. Esto es esencial. Alguien dirá: «No, estamos hablando de psicología». A lo cual yo replico que la Psicología es una ciencia completamente abstracta.

Y aquí es donde encaja el segundo ejercicio que yo anunciaba. El sujeto que estudian Berne o Freud no existe, desde el punto de vista antropológico; son, sencillamente, episodios, casi fenómenos sociales o culturales; mejor dicho, culturales.

Si son instituciones, sería interesante que alguien, por ejemplo, un estudiante de Filosofía, analizara el «Cogito, ergo sum», de Descartes, que se preguntara si este Ego es un Niño, un Padre o un Adulto. Que se hiciera esta pregunta para analizar los textos cartesianos desde el punto de vista de la estructura de la personalidad de Berne. Muchos textos de Descartes pueden analizarse en un sentido o en otro y puede contribuir a analizar esa expresión cartesiana vacía, vacua, que no contiene nada, aunque sea muy rentable para efectos pedagógicos, porque a los estudiantes de Bachillerato les gusta mucho que les diga alguien «Yo no creo en nada», pero luego les dice «Cogito, ergo sum».

De ahí arrancó la nueva Filosofía. Este principio cartesiano tan curioso tiene importancia no por sí mismo, sino porque se opone al genio maligno. Hay un genio maligno, engañador, que es Dios, dice Descartes, que es omnipotente. ¿Y si hubiese un Genio Maligno engañador que hubiera formado mi cerebro de tal manera que al creer que yo soy totalmente cierto de las demostraciones geométrica me estuviese engañando? Contra este genio engañador estaría indefenso y es entonces cuando Descartes introduce el Cogito: «Hay una verdad en la que ni un genio engañador podría engañarme y es que yo pienso. No hay ningún genio engañador porque este genio tenía que ser yo». Pues este genio maligno tiene que ver con el Padre de Berne. Entonces, hay ahí una posibilidad de encontrar ciertos criterios que justifican la importancia psicológica que Descartes ha tenido.

 
8. Reflexión gnoseológica del Materialismo Filosófico sobre el sistema de Berne

Habría que dividir esta tarea en dos partes. Primero una reflexión de las ideas gnoseológicas. De la Teoría del Cierre Categorial precisamente, labor que ha hecho ya Felicísimo Valbuena con toda precisión y está publicada hace meses. Ha ido aplicando la estructura de una ciencia a la Teoría de Berne, distinguiendo puntualmente cada uno de los Ejes y de las figuras.

Únicamente me permitiría hacer una observación, que ya se la he hecho a él en otras ocasiones: el hecho de que aplicar un modelo de ciencia como la que ofrece la Teoría del Cierre Categorial a una ciencia dada no implica por sí misma la demostración de que este objeto de la reflexión sea una ciencia. Un modelo heteromorfo, donde se dice «aquí corresponde esto, aquí corresponde lo otro» es, por de pronto, la principal contribución de Felicísimo Valbuena. El hecho de que haya reorganizado todo el material de Berne, ya es una reorganización de un gran calado. Interpretar algo como un término, una relación o una operación en el eje sintáctico; o como un referente fisicalista, un fenómeno o una esencia o estructura en el eje semántico; o un autologismo, un dialogismo o una norma, en el eje pragmático, ya es una reorganización de todo el material de Berne. Se trata de que esta reflexión, en este caso descendente, que ha hecho Valbuena, aplicar el cierre de una teoría filosófica a una disciplina que suponemos que es científica o tecnológica, ya es una reorganización muy importante. Ahora bien, esto no justifica, por ejemplo, si se aplican los modos de demostración, a las demostraciones en Berne, que éstas sean efectivas. Hay que dar criterios materiales, no sólo formales. Ésa es otra cuestión. Sólo plantearla supone un avance. Porque, como es fácil comprobar en Berne y, según me dicen, en muchos de sus seguidores, una nota que distingue al Análisis Transaccional respecto de otras tendencias en Psicología, es que sus cultivadores se preocupan mucho por los fundamentos filosóficos del Análisis Transaccional.

A mi juicio, la teoría de Berne no es propiamente una ciencia. Igual que pasa con el Psicoanálisis. Lo cual no le quita la menor importancia; tampoco una sinfonía es una ciencia; sin embargo, es una sinfonía, ¿verdad?

Yo aplico al sistema de Berne el mismo análisis que realicé con el de Freud, cuando comparé a éste con los epicúreos. Fue a raíz de un Seminario sobre Psicoanálisis hace treinta años en Oviedo. Allí estuvo R. D. Laing. Entonces, a mí me invitaron a hacer un estudio sobre el psicoanálisis freudiano; eran psicoanalistas ortodoxos de la Sociedad Psicoanalista Internacional. Entonces a mí se me ocurrió compararlo con los epicúreos, sobre la base de que había un porcentaje alto de clientes que se curaban. En absoluto se podía considerar como una especie de estafa el Psicoanálisis, ya que la gente se curaba, o, por lo menos, mejoraba; ya era suficiente. Y por tanto, había que explicar por qué era esto, cuando efectivamente la división en tres estratos de la personalidad en Freud dejaba mucho que desear. A mí me parecía que el Psicoanálisis era una organización artificiosa, pero con la suficiente complejidad como para recoger multitud de material y arrastrar ciertas leyes prudentes; sobre todo, para integrar al propio cliente en el sistema, de manera que cuando el cliente está integrado en el sistema, es cuando empieza a curarse. Esto me recordaba cierta definición de religión. «¿Para qué sirve la religión?»: la religión sirve para resolver los problemas que no se hubieran planteado si no hubiera habido religión. «¿Para qué sirve el Psicoanálisis?»: para plantear los problemas que no se hubieran planteado si no hubiera habido Psicoanálisis. Pero como resulta que esos problemas existen, no es que sean problemas artificiosos, el Psicoanálisis era un modo de reorganizar una problemática mediante unas técnicas que tienen sus leyes.

 
9. Reflexión ontológica del Materialismo Filosófico sobre el Análisis Transaccional

El materialismo filosófico niega la libertad en el sentido de libertad de arbitrio; nos parece un sinsentido. Lo cual no quiere decir que lo que llamamos libertad no tenga una cierta correspondencia efectiva. No consiste en las trayectorias individuales; desde el punto de vista de la trayectoria individual, no hay libertad. Ahora bien, desde el punto de vista de las clases de individuos, entonces aparecen unas indeterminaciones que prácticamente funcionan como si fueran libertad. Aparecen en el mercado pletórico. Cada individuo va al mercado y va a elegir, no por su libertad. Aquí encaja muy bien el análisis de Berne. «¿Por qué voy a esta tienda?» «¿Por qué escojo esto y no lo otro?» Voy determinado enteramente por mis necesidades, gustos, por lo que sea. Voy determinado y, gracias a esto, son posibles las prospecciones mercantiles de mercado.

Cada individuo va determinado de un modo. No hay dos hojas iguales en el jardín, que decían los estoicos.

De las clases de esas determinaciones individuales resultan unas clases de indeterminaciones donde está la libertad, cuando el mercado es pletórico, cuando hay multitud y diversidad de bienes. Si una multitud va al mercado y cada uno elige deterministamente cada cosa, lo que resulta es que la libertad de mercado aparece a nivel de clases.

Es lo que ocurre con los dados. Si yo tengo veinte dados hexaédricos y los tiro al azar, cada dado está determinado completamente por su trayectoria. Ahora bien, los juegos de unos dados con otros hacen que se neutralicen los resultados de los tanteos; entonces, los tanteos sufren una curva normal de distribución; ahí está la libertad. La clase es la que no está definida a hacer lo mismo, pero sí a comportarse con una distribución estadística. La más conocida es la de Gauss, pero hay otras. Y esto es lo que nos da la idea de la libertad de mercado. La libertad democrática está fundada en la libertad de mercado. No hay democracia sin mercado.

¿Qué dice Berne al respecto?

Yo creo que Berne está tratando el asunto como una especie de mecanicismo total riguroso. Es un mecanicismo. Los individuos están totalmente programados o pre-programados; eso lo decía Irenaus Eibl-Eibesfeldt. Aquí no están preprogramados genéticamente, que es lo que dice Irenaus Eibl-Eibesfeldt, lo que dicen los etólogos; aquí no estamos en Etología, estamos en Psicología; ésa es la diferencia. En La Antropología etológica, el famoso libro de Irenaus Eibl-Eibesfeldt, el hombre preprogramado parte de hechos como éste: que cuando un individuo sale del bosque, lo primero que hace es mirar a la derecha y a la izquierda. Es lo mismo que hace un individuo en una ciudad cuando sale de su casa, mirar a la derecha y a la izquierda. No es que se lo hayan enseñado; está absolutamente preprogramado. El modo de saludar, de mirar, es general en todas las culturas, en animales, &c., y multitud de cosas que nos parecen de nuestra cultura son de tipo etológico. Pero no creo que éste sea el caso de Berne. El material de Berne no es etológico; es psicológico. Es decir, Berne parte de sujetos ya dados. Por supuesto que tienen sus determinaciones genéticas. Estos sujetos reciben, principalmente, unas orientaciones en esa indeterminación de su inercia, unas orientaciones más que otras. Estas orientaciones vienen de fuera y son planes de conducta. Y el mecanismo de los planes, los mecanismos, son totalmente deterministas.

Él lo dice explícitamente una vez. Cuando alguien elabora un «contraguión». Su madre le dice «¡No hagas esto!» o «¡No comas esta fruta!». «Pues ahora, la como». Berne dice algo parecido a esto: «La rebeldía, que para muchos es el principio de libertad, es muy libre, pero el rebelde está tan programado como el que no lo es, porque tiene un guión o un contraguión que le está programando.» Decir todo lo contrario de lo que dice el autor es una forma de plagiarle. Cuando Huntington habla del «conflicto de las civilizaciones», entonces un Niño Rebelde hace una ecolalia y dice «Alianza de las civilizaciones». Es una contraprogramación, es una ecolalia, ir al revés.

Creo que la teoría del Guión de vida de Berne es una teoría en la que los individuos humanos se nos ofrecen como sujetos que están sometidos a una mecánica de guiones y contraguiones, de planes, y a una inercia que se corresponde con la voluntad, que busca que cada cual quiera buscar su libertad, su satisfacción, su bienestar como sea. Su voluntad de poder, sobre todo.

Y entonces se dirá: «¿Esto es Antropología?»

Yo creo que es Antropología, pero muy especial. Esto es muy importante. En Natán el Sabio, un célebre drama de G. E. Lessing, fundador del drama alemán, Natán, un judío muy rico está hablando con un templario en Jerusalén y le pregunta: «Entonces, ¿tú crees que para ser hombre, hay que ser antes cristiano o judío?» Porque yo creo, dice Natán, que primero hay que ser hombre y luego, cristiano o judío. Primero se es hombre y luego se es cristiano, o judío, o vietnamita, o chino, o lo que fuera, o egipcio-faraónico o celtíbero, o español o francés. La famosa declaración de Derechos Humanos está fundada en esto. El artículo primero consiste en desnudar a los hombres de su raza, de su lengua, de su religión, &c. El individuo nace con los mismos derechos. Un artículo, a mi juicio, erróneo, falso por completo. Entonces, ¿realmente la Antropología puede pretender hablar del hombre en general? Pero si el hombre en general no existe, literalmente no existe: ¿dónde existió la Humanidad? Solamente en el mito. Adán y Eva no existen, son mitos. De lo que procedemos son de unas bandas de Atapuerca, supongamos, que fueron organizándose. Y los hombres empiezan a ser en un proceso muy lento que cifran en cincuenta o sesenta mil años, nada más, y cada vez se restringe más (el intervalo).

Al parecer, antes de llegar la idea de hombre, los hombres han sido, pues, o fenicios, o hititas, o faraónicos, o cristianos, o judíos. Según esto, a donde voy es a lo siguiente: cuando se habla de Antropología, se está hablando desde un modelo de hombre especial.

Yo creo que el modelo especial desde el que funciona Berne es el American Way of Life, modo americano de vida. Modelo americano que es antropológico, el consumidor de un mercado, el que tiene autonomía y libertad de transaccionar en el mercado. Transacción es un término tomado del mercado, en plan objetivo, porque la transacción, lo dice el propio Berne, es un estímulo y una respuesta transaccional, el behaviorismo más completo. Lo que pasa por el interior no interesa. Estas transacciones de los individuos, donde cada cual se va ajustando de un modo mecánico para obtener, cada cual, su autonomía, su libertad, &c. Éste es el modo de vida americano. Mientras siga adelante el modo de vida americano, la Antropología de Berne está asegurada y consolidada. Ahora bien, cuando la examinamos desde otras antropologías, la cosa puede empezar a tener sus limitaciones. Pero de esto ya no quiero hablar. Muchas gracias.

 
Coloquio

José Luis Camino: Si me permites, lo que más me ha orientado en todo es lo del cogito cartesiano. Desde la perspectiva de Berne, cuando vemos que a alguien le pasa algo, nos preguntamos si lo cree, lo piensa o lo siente. El «cogito» sería el Adulto. Ahí me he aclarado un poquito. Pero quería hacer otra pregunta. Al final parece que tu tesis es que Berne es de un mecanicismo radical y preprogramado; luego has hablado de voluntad de poder. ¿En qué quedamos? ¿Hay esta libertad en Berne? ¿O hay un radicalismo mecanicista?

Gustavo Bueno: Hay que aclarar los términos, tienes toda la razón. Berne ha tomado de Adler la voluntad de poder; también habla de Nietzsche, pero «voluntad de poder» no es la terminología de Berne. Él habla del Niño; yo lo que hago es interpretar al Niño como inercia, que es el conatus de Espinosa, porque algunos autores han comparado muchas veces el conatus de Espinosa con la inercia de Newton, Concretamente la tesis doctoral de Vidal Peña sobre Espinosa, que está hecha dentro del Materialismo filosófico, trata esta cuestión. Todos los individuos se mueven y todos los seres tienen como razón de su ser el conatus, la voluntad de seguir siendo, de mantenerse en su ser. El conatus de Espinosa impulsa a mantenerse en su ser. A esto habría que añadir, no solamente mantenerse en su ser, sino a extender su dominio, extender los dominios de su ser.

La definición de Espinosa se mantiene, más bien, en la inercia de Newton; es decir, una masa mantiene su ser, un cuerpo en movimiento se mantiene en movimiento siempre que no se frene. Pero en los seres vivientes la cosa es distinta, por la reproducción. Un ser viviente, desde una célula hasta un mamífero, no se limita a mantenerse en su ser; crece. Precisamente, una de las teorías más importantes que hay para explicar la historia de la humanidad es el imparable crecimiento demográfico, constante, incesante, a pesar de todos los métodos de limitación de la natalidad desde el Paleolítico. En el año 8.000 había 8 millones de hombres en la tierra y ahora hay 6.500.000.000 y esto es imparable, totalmente. El crecimiento demográfico de los hombres es una ley biológica, es una plaga, como pasa con las plagas, como pasa con todos los seres vivientes. Esto es lo que determina la lucha por la vida, es el principio esencial del darwinismo y también de la historia. Entonces la idea del conatus de Espinosa se incrementa en este sentido.

Berne, más bien, presupondría un «conatus democrático» porque cada individuo no quiere exceder de su modo de vida, lo que quiere es tener un bienestar con él y con los suyos donde todos los problemas de cada cual están ya programados (la voluntad no se programa, está dada, el conatus esta dado). Todo individuo tiene voluntad de poder que fluctúa. Yo creo que en Berne fluctúa; más bien, tiende a no ser una voluntad que excede los límites sino que cada cual se mantiene en el promedio de vida de la clase social a que pertenezca. Y es por lo que yo no he visto que Berne haga una apología de Alejandro Magno; más bien, del ciudadano medio, del ciudadano que va a la consulta el pobre diablo. Su madre le ha dicho «¡no comas!» y su padre «¡come naranjas!»; ahí está el hombre inseguro, lleno de oscilaciones, neutralizado, no sabe por dónde ir; entonces, va a la consulta y le curan. Le dicen: mira, anda, come plátanos y así podrás desempeñar una vida normal.

Estaríamos ante una terapéutica para gentes que tienen estos padecimientos obligados en una civilización de estas características y con objeto de devolverle la normalidad y la satisfacción, la felicidad en una palabra. Esa felicidad que está en la Constitución americana; pues es lo que está haciendo Berne; todo individuo tiene derecho de ser feliz. Muy lejos de aquellas consignas de Goethe, «la felicidad es de plebeyos», y que se explican mejor por la otra vía. ¿Por qué tenemos ese afán de felicidad?

Ayer, en una emisora de radio me hicieron una entrevista sobre este asunto. Me hicieron la pregunta: ¿se es más feliz ahora o en la época de Franco? Total nada ¿eh? Y a cuenta de esto pues estuvimos hablando allí una hora sobre en asunto y claro, yo expuse la teoría que expuse en un libro, El mito de la felicidad, ¿por qué todos los hombres quieren ser felices? La felicidad no se sabe lo que es, cada uno la define a su modo; para unos la felicidad es tener una sensación agradable; para otro, tener un latifundio; para otro, un harén… cada cual tiene sus criterios de felicidad. Todos quieren ser felices, pero no se dice qué sea ser feliz. Vamos a suponer el mínimo: que sea un estado de bienestar, sin enfermedades, sin sufrimientos.

Pero la gente quiere más. ¿Por qué quieren ser felices? Yo creo que los que quieren ser felices son los plebeyos, los esclavos, porque el aristócrata no tenía tiempo para querer ser feliz, ya tenía bastante con hacer lo que hacía, sujetar a los esclavos… Cuando él estaba disfrutando de todos sus bienes gracias a que tenía a su lado, los de abajo, que querían ser como él. Y este querer ser como él lo llamaban querer ser felices. Esto es un modo tratar de explicar de un modo no elitista la sentencia de Goethe, «la felicidad es de plebeyos».

Me he fijado que, en la sociedad americana y en la nuestra, una de las claves de la felicidad es tener una ducha. Fíjense que todo Cristo, futbolistas, cantantes…, todo el mundo habla de la ducha, lo cual quiere decir que antes no la tenía. Si no, no se le ocurriría decir semejante cosa. Pero ahora, el futbolista, o el ama de casa, dice al momento: «me he duchado» y cosas de ese tipo.

Parece que la idea de felicidad es la clave de todo. Creo que no hay contradicción en atribuir a Berne un conatus que no es que sea libre; es su propia definición y, al mismo tiempo, hablar como si ese conatus estuviese contemplando su desarrollo en función de unos estímulos mecanicistas. Mecanicismo psicológico, en el caso de los guiones en donde cada cual está; un determinismo psicológico, mecánico-psicológico. Aquí no estamos moviéndonos con masas y con inercias; estamos moviéndonos con otras cosas. La libertad es la conciencia de la necesidad, lo que decían los estoicos; tú eres libre, pero tu libertad consiste en ser necesaria. No eres libre en el sentido de Kant, por ejemplo. La libertad está en los hombres, dice Kant; la tercera antinomia: cuando yo me levanto del sillón, en virtud de mi voluntad aparecen una serie de causas nuevas en el universo. Eso no se lo cree nadie. Cuando Kant se levantó del sillón, sería o porque estaba cansado de estar sentado, o porque tenía hambre o porque tenía que ir a clase o a darse un paseo; es decir, estaba totalmente determinado.

No es que apareciese una causa inédita, nueva, una serie de causas en el universo. Levantarse por su voluntad era un episodio más de toda la concatenación de las causas del universo. No era libre en ese sentido. Ahora, si dice «yo soy libre por que hago lo que quiero», bien, de acuerdo. Si tú haces lo que quieres, eres libre, pero tú quieres lo que tienes que hacer. Tu voluntad no es libre, esta determinada. La libertad se reduce a libertad-de inmunidad, libertad negativa, libertad-de. Yo soy libre por que no estoy sometido a otra persona.

Y termino con una anécdota. En una manifestación del Foro de Ermua que hubo hace dos años en San Sebastián, había mucha gente. De vez en cuando se apagaban las voces y aparecía como un torrente la palabra «libertad». Yo no gritaba «libertad», y uno que venía a mi lado me preguntó: «¿por qué usted no dice “libertad”?» Y yo le conteste: «Porque no me siento esclavo.» Para que reflexionase.

¿Por qué tenía que pedir él libertad perteneciendo a España? ¿Por qué razón? Pues porque estaba como están muchos vascos: totalmente esclavizados. Únicamente cuando han empezado a dejar de estarlo, han empezado a ser libres, pero no porque pidan libertad. La libertad la tienen que tener ellos.

¿A quién se la van a pedir? ¿A Dios Padre? ¿A los de ETA? ¿A Ibarretxe? ¿A Anasagasti? La libertad tienen que tenerla ellos. Bueno, pues nada más.


Gustavo Bueno

Nuevas vías para comprender la filosofía de Berne

[ Intervención de Gustavo Bueno en la Mesa Redonda ]

 
1. Dificultades en el diálogo filosófico por el distinto sistema de conceptos

Seguramente porque soy muy rígido, encuentro dificultades para intervenir en este interesantísimo coloquio. Creo que hace falta aplicar transacciones importantes entre nosotros para ajustar los conceptos que utilizamos. No creo que sea cuestión de palabras o de semántica, sino de conceptos, que están tallados a escala muy diferente, muy diferente, y por eso yo creo que no es posible el diálogo. En fin, voy a hablar pero sin ánimo en absoluto de tratar de convencer a nadie ni que me convenzan a mí. Un diálogo entre nosotros lo considero muy difícil, por no decir imposible.

El único criterio objetivo que yo encuentro es la potencia de cada sistema de conceptos para reducir a otro. Sinceramente, creo que el sistema que yo manejo es más potente que el vuestro. Es muy fácil que vosotros penséis lo contrario, ¿verdad?Y entonces, ¿quién dirime esto? Pues no sé… Que lo dirima… Habermas, que sabe mucho del diálogo. Bien, entonces voy a decir cosas que, no sé, a ver lo que sale, orientadas a mostrar un poco la diferencia de escala de conceptos que utilizamos.

Por ejemplo, el planteamiento de esta mesa ha sido que, al parecer, hay una filosofía en la base de diferentes líneas, como en este caso la de Berne, &c., y que, por tanto, estaban muy interesados en determinar cuáles eran las bases filosóficas que están detrás de Berne. Y el Dr. Camino y su equipo han realizado una experiencia muy interesante, muy hermenéutica, que, entre paréntesis, recordaba más la hermenéutica bíblica que la hermenéutica de Gadamer. La hermenéutica bíblica se fija en los porcentajes de palabras que los libros sagrados, y no otros utilizan. Por ejemplo, este criterio que es indispensable y muy útil, a mi juicio no significa gran cosa. El hecho de que Berne utilice cuarenta veces el término de temporalidad, hable diez veces de… yo que sé, de existencia y cosas de ese tipo, no significa gran cosa.

 
2. Una ciencia o una técnica no descansan en una filosofía

El propio lenguaje ideográfico de Berne, que no es propiamente un lenguaje riguroso y ahí está su riqueza, requiere muchas interpretaciones. Entonces, primera tesis que sostengo, para tratar de aclarar lo más posible el asunto: una ciencia o una técnica que lo sea no tienen ningún fundamento filosófico. Recíprocamente, si una ciencia o una técnica tiene algún fundamento filosófico o se reclama de una filosofía, no es una ciencia ni una técnica. Una ciencia no descansa en una filosofía. Y una técnica, tampoco. Aquí parece que estamos suponiendo que el Análisis Transaccional tiene una cierta consistencia; por lo menos, he supuesto eso esta mañana. Una consistencia, si no de una ciencia rigurosa, como pueda ser la mecánica newtoniana con la que lo he comparado, sí como el Psicoanálisis, que es por ejemplo un modelo, una técnica. Pero claro, primero hay que decir qué es un modelo, porque hay muchas clases de modelos y entonces decir que es un modelo pues no es decir nada.

Es como decir que alguien tiene autoestima. ¿En qué tiene autoestima? Decir que es un modelo no es decir nada desde el punto de vista de la teoría general, absolutamente nada. Bien, entonces, insisto, decir que una ciencia o una técnica o un procedimiento de actuar, vamos a poner el Psicoanálisis, no creo que garantice, sino todo lo contrario, el carácter científico o tecnológico más o menos cerrado de la cuestión. ¿Por qué? Ahí está la cuestión, todo depende de lo que entendamos por ciencia y demás. Si alguien no sabe lo que entendemos por ciencia, pues lo siento mucho: no puedo dialogar con él. Primero entérese de lo que estamos diciendo, que no estamos improvisando; llevamos cuarenta años con el asunto.

Entonces, la idea de una técnica o una ciencia es independiente completamente de la filosofía. Voy a repetir lo que decía esta mañana, porque una ciencia o una técnica se ocupa de conceptos, de polisemias de conceptos, de operaciones entre conceptos, de un cierre mínimo. Ejemplo típico: el libro primero de Euclides es un ejemplo eterno de lo que es una ciencia cerrada, ¿no? Entonces, ahí hay conceptos rigurosos, hay cierres, hay demostraciones, hay clasificaciones. Aquello no es un modelo, es una ciencia. Es una ciencia no formal, sino formal y material a la vez. Y eso no es una filosofía. La filosofía la tuvieron después los editores de Euclides en Alejandría, porque eran aristotélicos y reorganizaron los elementos dependiendo que fueran una especie de Segundos Analíticos aristotélicos en movimiento. Y entonces hicieron una reorganización que Euclides no había hecho.

 
3. La filosofía se ocupa de Ideas y las Ideas brotan de la confrontación de conceptos

El Libro Primero de Euclides no es una filosofía, es una ciencia, la primera ciencia que suponemos ha existido. Luego está el intento de incorporarla a la filosofía de la ciencia de Aristóteles. Se dice que Euclides era Aristóteles en movimiento; resulta que Aristóteles ya se basa en la Geometría de Teudio.

Bien, ¿para qué digo todo esto? Simplemente, para dar la idea de lo que queremos decir cuando suponemos que Berne o sus colaboradores, en general el grupo, como hubiera dicho Massó cuando esto que llamamos Análisis Transaccional se considera como una técnica, como un modelo, vamos a decirlo, de una ciencia más o menos rigurosa, esto, si lo es, no necesita filosofía. ¿Por qué? Porque la filosofía, tal como la entendemos, se ocupa de ideas y las ideas brotan de la confrontación de conceptos.

Volvamos al ejemplo de la Gestalttheorie. Empieza siendo una teoría científica de análisis de la percepción. Después, esta teoría psicológica se trasplanta inmediatamente a la biología, al arte, &c. Y entonces, la estructura aquella, la Gestalt, empieza a ser ya una idea, ya no son conceptos. Y cuando empiezan a ser ideas, empiezan los problemas. Esto es obvio. Entonces, a mí me parece que, en el caso de Berne, hay otras estirpes mucho más plausibles. Que Berne conociera la obra de Husserl y de Sartre no equivale a decir que sea fenomenólogo o existencialista. Algunas de las cosas que Berne dice sobre las transacciones ulteriores, por ejemplo, recuerdan mucho el concepto de «la mala fe», de Sartre; lo cual no quiere decir que tomase de Sartre sus ideas sobre este asunto.

A mí me parece, desde hace años, que las ideas de Husserl sobre los fenómenos son muy discutibles. Yo he sometido a crítica extensamente el concepto de fenómeno de Husserl. Yo empleo «fenómeno» en un sentido griego, no husserliano. Pero, claro, en España estamos siempre subordinados a los autores extranjeros. Pues bien, yo me pregunto por qué no entender el fenómeno en el sentido griego. Los fenómenos, para los griegos eran algo así como hechos dotados de cierta rareza; el hecho de que los planetas hacían retrogradaciones, eran cosas raras que se distinguían de lo que deberían ser esa esencia que estaba representada por las órbitas circulares perfectas. Entonces, ¿qué son los fenómenos en Psicología? Un fenómeno típico de somatización, en Psicología, son los estigmas. San Francisco empieza a tener en la frente la corona de espinas; en el pecho, las llagas, las cinco llagas, &c. También tuvieron estigmas Santa Teresa, hasta Santa Catalina de Siena, el padre Pío y hasta una señora de Sevilla.

Entonces, quitando algunas excepciones como las de sor Patrocinio famosa, que se los hizo ella misma, los estigmas eran automáticos. Como el propio Speransky narra en la Torre del Silencio, consiguió producir estigmas a unos estudiantes soviéticos para demostrar que no había ninguna ficción en los estigmas y que no tenían nada que ver con la Virgen María o con el Corazón de Jesús; es decir, que se trataba de unos fenómenos de histeria somática de conversión. Es entonces cuando decimos: «eso es un fenómeno, una cosa rara, un fenómeno».

 
4. La perspectiva de Berne es la de Alfred Adler

Ahora bien, a mí me parece que la perspectiva de Berne era muy distinta, histórica y sociológicamente, a la de Heiddegger o Sastre. La génesis o la estirpe más directa de Berne es Alfred Adler, y no el existencialismo, sobre todo si tenemos en cuenta que el existencialismo, y sobre todo Sartre, se valió mucho de las aportaciones de Adler. Berne cita mucho a Adler, que desarrolló una psicología individual. En el individualismo de Adler yo no veo filosofía alguna; es, simplemente, un modo de organizar los datos, de establecer una especie de axiomática, un modo que no está plenamente controlado, pero que, sin embargo, es suficientemente útil precisamente para arrastrar una serie de componentes y para diagnosticar casos particulares. Ir más allá y decir que Adler y Berne querían dar una orientación y conseguir el sentido del ser, es emplear un lenguaje de tipo teológico. Lo que quiere dar Berne no es una concepción de la libertad como necesidad; la libertad no está en la elección. La persona está sometida continuamente a una serie de presiones que le vienen de fuera, que recibe por impregnación o como fuera y, por tanto, es un mecanismo. Si Berne dice algo así sobre las personas, es en virtud de sus guiones, de sus padres, &c. Y entonces lo que quiere Berne, a mi juicio, no es simplemente ofrecer a las personas el sentido del ser. Otra cosa es que los algunos clientes de Berne vayan a buscar ese «sentido del ser». Pero para ello hay que ir al Dalai Lama o a Benedicto XVI o a algún teórico de metafísica. Lo que Berne quiere es que el individuo recupere su inercia y neutralice las tendencias contrapuestas que son las que están incidiendo en un consumidor satisfecho dentro de una sociedad de consumo como la nuestra.

Lo que he observado es que Berne carecía de una teoría sobre el todo y las partes. No sabía qué eran las partes integrantes, constituyentes y determinantes. Por eso, uno de los asuntos más importantes en que pueden trabajar los transaccionalistas es en esas divisiones y subdivisiones de Padre, Adulto y Niño. Berne no podía atender a todo en el poco tiempo que vivió.

 
5. Lo que ha hecho Berne es reafirmar la responsabilidad

Entonces, lo que quiere Berne es, a mi juicio, y lo que ha hecho Berne ahí es bastante, es reafirmar la responsabilidad, porque la libertad es su propia realidad, pues en una sociedad organizada de mercado, que es la sociedad del bienestar a escala mundial, democrática, la libertad de cada individuo es lo que él ha hecho; no hay otro tipo de responsabilidad, por supuesto. Acaso sostenía la famosa versión estoica de la libertad como la conciencia de la necesidad. Berne critica que cada individuo haga recaer en otro la responsabilidad que le corresponde a él. En este sentido, recuerda efectivamente a Sartre. “Estamos obligados a ser libres”, el famoso lema de Sastre, recuerda mucho a esto, pero en otro sentido, claro. Esta mañana lo he subrayado: Berne recuerda muchas veces a Sartre, pero no creo que haya habido ahí, propiamente, contaminación.

A mí me parece que el objeto del Análisis Transaccional es la propia palabra «transacción». Tiene mucho que ver con la sociedad de mercado. Entonces esa transacción llega a intersectar con lo que es la voluntad de poder de Adler. Esta es la que está funcionando ahí realmente y cada uno tiene que ver su conatos o como se quiera llamar, su ímpetu. Pero este ímpetu, a mi juicio, aparece en los clientes que describe Berne pues a éste las cosas de nuestra tradición le resultan francamente lejanas. ¿Por qué? Porque tenemos otros criterios, diría yo. Es decir, que estas cosas a los americanos les han influido mucho y mucho también en España. Pero seguirán influyendo, en gran parte, «por culpa» de los analistas transaccionales. Y ahí encuentro un motivo para felicitar a los bernianos. Claro, porque la clave de Berne, yo creo, como la del Psicoanálisis, la clave de su eficacia terapéutica, que la tiene, yo no la niego, con eso no estoy absolutamente tratando de comer el terreno, en absoluto, a los expertos, pero la clave de Berne es eso que llaman un mecanismo de autojustificación. Lo que hace el analista, pues, es reconvertir a su cliente al propio sistema. Le va reconvirtiendo a su esquema de conceptos y, naturalmente entonces él puede juzgar, puede reorganizar todas sus experiencias, todas sus voluntades, sus delirios, sus fobias, sus temores, &c. Y puede hacerse no ya «consciente en el mundo», ahí está la cuestión; eso me parece excesivo, decir que Berne intenta ofrecer al hombre la orientación en el mundo, orientarse en el mundo. Berne no quiere orientar en el mundo, sino orientar a los clientes dentro de unas coordenadas, como puede ser la sociedad americana, donde él diga a su cliente: “tú tienes que comportarte responsablemente, hacerte cargo de tu propia vida, adaptarte”.

 
6. El mecanicismo de Berne

Por consiguiente, la doctrina de Berne, o el modelo de Berne, o como se quiera llamar, comportaría un mecanicismo total, un mecanicismo que a mí me interesa mucho, precisamente porque es una especie de materialismo radical de carácter mecánico, un mecanicismo psicologista. Recuerden la comparación que he establecido, esta mañana, entre Newton y Berne. Berne se imagina al Ego de una manera mucho más interesante que Freud. El Ello de Freud es impersonal y el de Berne es un Ego. Por eso a mí me parecía que era mucho más sensato reanalizar la teoría estructural de Berne, a la manera de los tres axiomas de Newton. Porque, además, realmente yo creo que aquí está la clave. No basta decir que es curioso, porque no es curioso, es que es una semejanza tan impresionante que hay que discutirla. Es decir, si el primer axioma de Newton, el de la inercia, supone una masa inercial que por sí misma está dotada de un conato, de un ímpetu o como se le quiera llamar, de una inercia en virtud de la cual esa inercia es lo más espontáneo que puede hacer una masa, al coordinar la teoría de Berne con la mecánica de Newton, no quiero hacer en absoluto ningún plan de reduccionismo mecánico. Lo que sí hago es una analogía, una correspondencia. En Berne no hay choque de masas, naturalmente, pero sí hay otros mecanismos que son tan deterministas como los otros. Ese Niño con mayúscula es la inercia; solamente cuando recibe, según los principios de Newton, una fuerza extrínseca representada por el Padre –Berne se refiere a lo exteropsíquico–, es la cosa exterior, es la que le produce una aceleración, es decir, le desvía de su tendencia. Pero esta tendencia no desaparece, ésa es la cuestión, y por eso permanece cuando la persona es Adulta o cuando es Padre o lo que fuera. ¿Por qué? Exactamente igual, como yo decía esta mañana: esta masa experimenta una fuerza de gravitación, por ejemplo, y cae en forma de parábola. Al caer una parábola, no dejan de estar actuando las fuerzas de la inercia. La inercia está presente, pero no en forma de un estrato que esté metida aquí, es una cosa distinta, es la parte determinante.

Entonces, el Niño que no es la infancia, el Niño con mayúsculas es una fuerza homologada, fuerza-inercia, que sigue actuando dentro sin que desaparezca la primera. Por esa razón, aparece el Niño en el Padre y en el Adulto. La tercera, acción-reacción, está, sobre todo, en los guiones, en los contraguiones, &c.

Cuando expone Berne el análisis del mecanismo de los guiones, emplea metáforas muy expresivas. Tomemos el mecanismo del «¡vamos», al que llama «el electrodo». Es una metáfora muy expresiva. El Niño del Padre inocula en el Padre del Niño una determinada frase, que es tanto como un electrodo, porque en cuanto se excita aquello, inmediatamente el Niño, en una ceremonia fúnebre, de repente empieza a temblar. Creo que es un mecanicismo total. El modelo mecanicista de Berne es un tipo de acción utilísima, necesaria, claro, para educar al consumidor satisfecho en el estado del bienestar. Y con pretensiones antropológicas generales, porque a mí me parece que Berne es un psicólogo-antropólogo, como lo fue Freud, como lo fue Adler, &c. Es una antropología vista desde la psicología y entonces yo deseo larga vida al Análisis Transaccional. Pero en fin, que no se me diga que es una filosofía; otra cosa es que pueda filosofarse sobre ello, como es posible filosofar sobre todo lo que se quiera. Como puedo filosofar sobre los principios de Euclides y sobre todo lo que quiera. Puedo filosofar, pero no sobre una filosofía. La filosofía está implícita ahí en alguna idea importante que ahí figura y, entre ellas, yo creo la más importante la idea de libertad, la idea de persona, que es la idea cristiana. Es la persona como institución, es decir, que no es la persona como sustancia. Es la institución. Y entonces, podemos decir que Berne es un cristiano. Por eso lo que yo pregunto a los expertos es qué pasa con Berne, por ejemplo, entre musulmanes y entre budistas. ¿Qué pasa con Berne? ¿Es posible un Berne budista o musulmán? Pues no lo sé, pero yo creo que no, ¿eh? Yo creo que no. Aunque a lo mejor, cualquiera sabe, todo es posible.

 
Comentarios

José Luis Camino: Bueno, ya habéis visto que nos movemos en un nivel muy universitario, que hay diferentes opiniones, que son producto de la universitas. Especialmente dentro del A.T., o sea, dentro de los analistas, que somos nosotros, hay diferentes tendencias que han permitido crear el margen de reflexión para nosotros, para ir pensando, pues, qué hay detrás de todo esto y preguntarnos por la realidad de las cosas.

Felicísimo Valbuena: Las últimas palabras de Gustavo Bueno sobre el mecanicismo me han hecho recordar lo que el otro día explicaba Francisco Massó en una conversación que tuvimos, en el entreacto, con el hijo de Berne. Y es lo siguiente. El autor del diagrama del Guión es Steiner y ¿cuál era la profesión de Steiner? Por favor, Massó.

Francisco Massó: Mecánico.

Felicísimo Valbuena: Era mecánico. Berne le conoció como mecánico y Steiner suele poner analogías de tipo mecánico. Por eso, es normal que Gustavo, viendo las cosas sin prejuicios, y desde su experiencia de cuarenta años estudiando y elaborando una Filosofía de la Ciencia, identifique que ahí opera un Mecanicismo. Entonces, puede llamar la atención lo que dice Gustavo, pero a mí no me extraña después de lo que dijiste el otro día. Steiner dominaba muy bien la mecánica de los coches, los desarmaba y los recomponía. El Análisis Estructural estudia las partes del motor; el Análisis Transaccional muestra cómo funcionan esas partes; el de Juegos se ocupa de la gasolina. Son imágenes de tipo mecánico.

Gustavo Bueno: Y la batería. O los electrodos. Y volviendo a la filosofía, si Berne sentía devoción por Jung, a mi juicio dice muy poco a favor de Berne, porque Jung es el menos filósofo de todos. He leído mucho a Jung. A mi juicio, es lo menos científico y filosófico que puede haber, es un verdadero místico, es un mitólogo completamente.

José Luis Camino: Está bien lo que has dicho de Steiner, pero él ha aludido a Berne, no a Steiner.

Felicísimo Valbuena: Sí, pero él lo ha tomado de Berne, no de Steiner.

Gustavo Bueno: Pero él cita a Steiner. Reivindica toda la doctrina sobre los guiones. Aquí lo tengo yo todo apuntado.

Francisco Massó: A mí, la intervención del profesor Bueno me confirma cómo es de plural la realidad. Es decir, el mismo corpus teórico se puede enfocar desde puntos de vista muy diferentes. Y el profesor Bueno toma uno que es perfectamente legítimo. El Análisis Transaccional es hijo del Psicoanálisis y éste es una comprensión del hombre muy mecanicista. Está en Berne. Berne, por ejemplo, habla de las energías, habla de la energía desatada, la energía libre, la energía activa para explicar cuál es el estado del yo activo y detrás de eso hay una comprensión estrictamente mecanicista o fisicalista. Y es perfectamente legítimo hacer un análisis desde esa óptica. Ahora bien, de ahí a decir que no hay una filosofía hay mucha distancia. Por ejemplo, Zubiri diferenciaba cinco tipos de saberes: el saber práctico, que es el saber de aquella persona que hace y no sabe lo que hace, el saber empírico, el saber técnico, el saber teorético, y el saber de frónesis. El saber teorético evidentemente siempre es un saber a posteriori, es un saber sobre lo que otros hacen o sobre lo que otro ha construido. Pero, evidentemente, siempre hay una cosmovisión detrás del quehacer de cada persona.

La persona puede ser consciente de su ideología o puede no serlo, puede hacer sin saber para qué está haciendo, pero está haciendo de acuerdo a ciertos fundamentos.

También, con respecto al carácter comercialista, quería decir que el Análisis Transaccional nace en una sociedad de consumo. Pero Berne comenzó utilizando la palabra “conciliación” para referirse a las transacciones. Para él, una transacción era una conciliación. Y… prácticamente a lo largo de toda su vida utilizó la palabra “conciliación”. Hablaba del análisis conciliatorio, más que del Análisis Transaccional. La conciliación debería ser más el lugar de encuentro donde podemos tener cada uno un espacio y un tiempo.

Efectivamente, en la neurosis no hay libertad y evidentemente la persona que viene a consulta es una persona que tiene un trastorno neurótico y esta persona sí que no tiene libertad. Cuando sale del proceso de terapia, tiene que haber recuperado unas dosis considerables de libertad. Tiene que haber integrado eso que llamaba antes el deuteroaprendizaje, tiene que haber aprendido otro modo de aprender para poder tener un encuadre en su vida que le haga sufrir menos y que le permita ser creativo, ser ingenioso, recuperar su iniciativa, espontaneidad y capacidad de intimidad que son los criterios de alta que tenemos en el Análisis Transaccional.

Gustavo Bueno: Si no interpreto mal a D. Francisco Massó, podemos decir que quien entra en la consulta neurótico y sin libertad, sale libre. Ahora bien, también podemos decir que sale de la consulta tan determinado como antes, pero con otro tipo de determinación. Es decir, que en lugar de estar determinado a tener que volver a la consulta, pues está determinado a conciliarse con su mujer o con su proveedor. Es decir, yo no estoy diciendo que Berne haya estado pensando en cuestiones puramente mercantiles o comerciales. No, no. Lo que yo advierto es que los transaccionalistas piensan con mucho optimismo en una sociedad donde, en principio, todos los ciudadanos pueden conciliarse entre sí, en una armonía de los individuos neuróticos que si no se reconcilian es porque están neuróticos; pero una vez conciliados, ya pueden integrarse en armonía universal, social, democrática de la sociedad de consumo.

A mi juicio, eso no es así. Porque los problemas son objetivos, no derivan simplemente de que un individuo esté neurótico o a punto de estarlo, es que los problemas son objetivos y producen la neurosis. Y, entonces, el hecho de que un individuo pueda curarse desde el punto de vista de los criterios mantenidos, pues no quiere decir que sea la panacea de los problemas; quiere decir que este individuo simplemente se los traga y se adapta al promedio de conducta. Por tanto, el peligro que yo veo en el Análisis Transaccional es que sea, sencillamente, un instrumento del conformismo. Del conformismo de una sociedad democrática, donde nadie sabe lo que es la democracia, nadie lo sabe, ni el propio Berne. Si hay aquí alguien que sepa lo que es la democracia que me lo diga, para enterarme. Porque estamos aquí hablando de cosas que no sabemos lo que son.

Si a mí me dice alguien que la democracia es una sociedad donde libremente cada uno elige, yo empiezo por negar la libertad entendida en abstracto. Decía Bergson que todos tenemos dos filosofías, la nuestra y la de Espinosa. Es decir, todo el mundo tienen una filosofía, bien, pero esa filosofía que tiene todo el mundo no influye para nada en si yo estoy tratando de arreglar la biela de mi coche, ¿verdad? A mí me da igual que el que me la arregla sea materialista o espiritualista. Lo que me importa es que la sepa arreglar. Y si yo estoy enfermo de apendicitis, no me importa en principio que el médico sea panteísta o católico –a lo mejor, si es panteísta tiene más cuidado con el apéndice–. Lo importante es que me sepa hacer la operación.

Y precisamente lo que defiende la teoría del cierre categorial, a ver si os enteráis, es que las ciencias están nutriéndose de las otras cosas, no son caldos de cabeza. La gente cree, la gente cree porque no se ha enterado del principio de Platón. Fue Platón quien introdujo en filosofía lo que llamamos «principio de la symploké», principio que rechaza dos principios metafísicos: el principio de continuidad, «todo está conectado con todo», y el segundo el principio de discontinuidad, «todo está desconectado de todo».

El segundo principio todo el mundo lo acepta, ¿verdad? Si todo estuviese desconectado con todo no podríamos conocer nada. De acuerdo. Pero el primer principio suele ser considerado por muchos como la más elevada formulación de la sabiduría. «Todo está conectado con todo.» «Todo está en todo y viceversa.» ¿No se ríen? Si todo está en todo y viceversa, la ciencia sería imposible. La segregación de unas cosas respecto de otras es el fundamento de una ciencia. Un teorema geométrico lo es porque lo segrego completamente de otras cosas, porque está encerrado en sí mismo. Hay que explicar esa segregación.

Si yo estoy hablando de la Mecánica de Newton, la estoy segregando por completo de otras cosas. Estoy segregándola, incluso, del Dios creador. Incluso de si Dios puso los astros al principio. Eso no me interesa. No hago hipótesis, que decía Newton. Entonces esa segregación es la base de la técnica de la ciencia. Si no, no podríamos saber nada. ¿Por qué? Porque si todo estuviera conectado con todo, un ejemplo, si yo fuera al médico y le dijera “me duele aquí” y me dijera el médico: «Todo está en todo; aquí ésta es la constelación de Orión, que seguramente influye», nos encontraríamos en un puro horóscopo, ¿verdad? Entonces, claro, hay que empezar a decir: «No, no, ¿qué tiene que ver esto con aquello?» No, es que no tiene que ver. Y que como me diga que aquello tiene que ver, me marcho de la consulta, ¿verdad? «A mí dígame por qué me duele aquí el apéndice».

Entonces, a un médico que está en sus cabales no se le ocurre decir que todo está en todo. Y si lo dice, no lo dice bien, porque se queda sin clientes racionales. Por lo menos, si el cliente tiene un poco de sentido común.

Por otra parte, de Zubiri hay que hablar mucho más, pero no es esta la ocasión.

[ Versión revisada a partir de las transcripciones de las intervenciones orales, publicadas en el libro editado por Felicísimo Valbuena de la Fuente, Eric Berne, teórico de la Comunicación, Edipo-UC, Madrid 2006, páginas 233-251 y 369-378. ]