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Gustavo Bueno

Paradigma

[ 31 agosto 1996 ]


1. “Paradigma”, en su significado más general, dice tanto como “modelo”, con algunas peculiaridades: un paradigma es, por ejemplo, un arquetipo que puede ser “señalado con el dedo” (παραδείκvυμι = “poner de manifiesto, indicar”), como “modelo ejemplar” que sirve para que algo (un objeto, una sociedad, una ceremonia) se haga (o haya sido hecho) según la figura que le es propia. La idea de paradigma forma parte de una constelación de ideas que tienen todas ellas que ver con “modelo”. Por ejemplo: “prototipo”, “arquetipo”, “patrón” (o “metro-patrón”), “canon”, “norma”, “molde”, “estándar”. Muchas veces los términos se intercambian mutuamente, sin perjuicio de lo cual subsisten entre ellos diferencias más o menos sutiles. De aquí la conveniencia de construir una clasificación de las modulaciones o acepciones del término que consideramos dotado de mayor generalidad e indeterminación, a saber, “modelo”. Porque un modelo, en general, sólo dice “configuración” o “forma” susceptible de ser reproducida en diferentes situaciones. El modelo es por tanto una forma (que habrá que considerar ya asignada a alguna materia, salvo postularla como forma pura) susceptible de reproducción en otras materias diferentes entre sí; materias que, en cuanto conformadas, pueden llamarse también modelos materiales del modelo formal.

Ahora bien, la re-producción a través de la cual el modelo formal se actualiza no tiene por qué ser entendida como un proceso unívoco. Distinguimos, según un primer criterio, una reproducción uniforme (en lo esencial, una esencia que habrá que determinar en cada caso, puesto que una reproducción absolutamente uniforme es imposible por el principio de los indiscernibles) y una reproducción no uniforme (o heterogénea), es decir, una reproducción con trans-formación del modelo formal de referencia. Distinguiremos, según este criterio, los modelos isológicos y los modelos heterológicos, teniendo en cuenta que esta distinción es indeterminada (“no paramétrica”), dado que sólo es determinable fijando los parámetros de la uniformidad o isología. El modelo de automóvil reproducido en tres colores diferentes se considerará acaso, desde el punto de vista técnico, como modelo de reproducción isológica en lo esencial, si es que el color se considera accidental; lo mismo diremos de un modelo de traje respecto de su realización en modelos materiales de diferentes tallas.

Pero conviene también introducir un segundo criterio de distinción que tiene que ver, no ya con la relación de isología del modelo formal y los modelos materiales, sino con la relación que liga a los modelos materiales entre sí. Los modelos reproducidos (o que se consideren tales) o bien se nos ofrecen distributivamente (es decir, con independencia mutua en el momento de su participación en el modelo formal) o bien se nos ofrecen atributivamente (es decir, “acumulándose” unos a otros como partes de una totalidad atributiva en la que se engloban, o a la que constituyen). Los miles de huevos puestos por un pez o por un ave reproducen el modelo de la especie de modo distributivo (sin perjuicio de otras relaciones de vecindad, &c.); los miles de células resultantes de los procesos de diferenciación de un cigoto, reproducen el modelo ontogenético de modo atributivo, en un organismo.

Por otra parte, las distinciones establecidas según cada uno de los criterios citados, aunque pueden considerarse por separado, pueden también cruzarse. En efecto, la reproducción isológica de un modelo formal puede tener lugar de suerte que los modelos materiales sean considerados como independientes unos de otros, es decir, en reproducción distributiva; pero también pueden tener lugar en reproducción atributiva. Otro tanto diremos de la reproducción heterológica. Cabría advertir que los diferentes términos de la constelación “modelo” se aproximan más o menos a alguna de las diferentes situaciones obtenidas mediante el cruce de los criterios expuestos. Así, la “vértebra-tipo” de Oken es un prototipo de las demás vértebras del organismo, pues aparece reproducida “acumulativamente” a lo largo de toda la espina dorsal, modificándose en cada reproducción (incluso el cráneo, según algunos anatomistas, es un caso de esa vértebra tipo); otro tanto se diga de la “célula esférica prototipo” de N. Rashevsky cuando se aplica a un mismo organismo pluricelular. Las representaciones de esqueletos de un pez o de un primate a partir de las cuales, por proyecciones adecuadas, D'Arcy Thompson obtenía representaciones de otras especies del género, desempeñan el papel de modelos canónicos (modelos heterológicos y distributivos). Este sentido tenía también, en escultura clásica, el “canon de Policleto”. El propio “canon bíblico” tiene un sentido distributivo para todo quien quiera reimprimir los libros sagrados o citarlos, y en cierto modo heterológico, al menos por referencia a los idiomas en los cuales esos libros pueden ser traducidos. El “sistema solar”, como modelo de otros sistemas incluidos en él (planetas con sus satélites) ejerce las funciones de un metro-patrón, es decir, de un modelo isológico y atributivo. Por último, la marca o logotipo de una empresa comercial es paradigma de todos los emblemas, a escala conveniente, que la empresa imprime en los objetos, anuncios, &c. que distribuye en el mercado; un modelo de declinación latina (rosa, rosae) es un paradigma de declinación de todos los demás términos del vocabulario de su clase (primera, segunda… declinación). Los modelos materiales del modelo paradigmático ejemplar son ejemplares suyos y, recíprocamente, un ejemplar es un modelo material de algún modelo paradigmático formal.

Conviene subrayar la conveniencia de tomar a estas acepciones o especificaciones de la idea de modelo como si fuesen acepciones en estado puro. Sólo así puede decirse que un modelo desempeña el papel de canon, y no de prototipo, pongamos por caso. Lo ordinario será la ambigüedad en el desempeño de tales papeles, debido a que los criterios de distinción entre una reproducción distributiva y una atributiva no son siempre unívocos y lo mismo ocurre con los criterios de isología y de heterología. ¿Qué variaciones (en talla, color, peso…) pueden tolerarse dentro de la idea de isología? Sobre todo, cuando la reiteración de variaciones, dependiendo de la materia, puedan llevar a la serie de ejemplares a un límite heterológico, como ocurre cuando la reiteración del paradigma de la figura elíptica (que considera accidentales las variaciones en la distancia focal) se lleva a cabo según un programa de disminución de la distancia focal, lo que nos conduce a un modelo material con la estructura de la circunferencia (lo que equivale, en cierto sentido, a la transformación de un paradigma en canon); o, recíprocamente, la reiteración del paradigma “par de polígonos circunscrito e inscrito a una circunferencia dada” mediante un programa de duplicación sucesiva de lados, conduce a la figura de la circunferencia. Tampoco puede establecerse siempre con precisión, dada la complejidad de la materia de referencia, la distinción entre una reproducción distributiva y una reproducción atributiva (un corimbo implica una reproducción atributiva, y las abejas de un enjambre una reproducción distributiva; pero el corimbo termina distribuyéndose y las abejas reuniéndose en la única totalidad atributiva del enjambre). La multiplicación de una figura en las diversas imágenes especulares podría considerarse distributiva o atributiva, o ambas cosas a la vez, según que se subraye la independencia eventual entre las imágenes (aunque no sean independientes del modelo) o su dependencia causal.

2. A la vista de las consideraciones que acabamos de hacer en el punto precedente no parecerá excesivamente gratuito definir el paradigma (al menos en su estado puro) como un modelo isológico y distributivo (lo que no implica una dicotomía irreductible en todas las ocasiones entre paradigmas y cánones o entre paradigmas y metros patrón, según lo dicho).

Corroboramos, huyendo de la prolijidad, la adecuación de esta definición, por sus significados tradicionales con tres referencias.

La primera es de Platón, Eutifrón (5d, 6de, 11a…): «Si se quiere conocer la realidad o esencia (οὐσία) de la santidad es preciso fijar la vista en la forma (ίδέα, είδος) o modelo (παραδείγμα) gracias al cual las cosas santas son siempre parecidas a sí mismas.» Las “cosas santas” se tratan aquí como una distribución de una misma idea ejemplar, la idea de la santidad. En Eutifrón 6de, Sócrates pide a Eutifrón que le exponga, no uno ni dos de los muchos actos piadosos que él practica, sino el carácter propio por el que todos estos actos piadosos son piadosos «a fin de que, dirigiendo la vista a él, y sirviéndonos de él como modelo (παραδείγματι) pueda yo decir que es piadoso un acto de esta clase que realices tu u otra persona, y, si no es de esta clase, diga que no es piadoso».

Como segundo testimonio citamos el siguiente texto de Aristóteles (quien, no por citar críticamente a Platón, deja de utilizar el término “paradigma”): «Se dice que los paradigmas (παραδείγματα) existen y que otras cosas participan de ellos, lo que es hablar en hueco e incurrir en metáforas poéticas» (Metafísica 991a21; 995a7, &c.).

Por último, Santo Tomás, en sus Comentarios a la Metafísica de Aristóteles, traduce παραδείγματα por exemplaria (Covarrubias, en su Tesoro de la lengua, dice: «paradigma, vale exemplo»).

La orientación distributivista que venimos asignando al concepto de paradigma se corrobora con el uso que de este término hacen los lingüistas a partir sobre todo de Saussure, particularmente si tenemos en cuenta su oposición a sintagma (Curso de lingüística general, 2ª parte, cap. V, §3). En efecto, la oposición paradigma/sintagma es coordinable con la oposición entre totalidades distributivas y totalidades atributivas.

3. La idea de paradigma así definida es muy abstracta, porque la función de paradigma, en tanto es un modelo formal, puede tener lugar en situaciones muy diversas que, en general, afectan también a otras clases de modelos. Estas situaciones no dan lugar a dicotomías claras, pero no por ello son menos nítidas cuando se consideran en abstracto. Las distinciones más importantes son las siguientes:

(1) Paradigmas diaméricos y metaméricos. La distinción se refiere a las diferencias entre el paradigma (en cuanto modelo formal) y los ejemplares (o modelos materiales) que constituyen las partes (“participaciones”) de su extensión lógica. Cuando las funciones de paradigma están desempeñadas por partes (o por una parte) sustituibles por otras de la extensión, hablaremos de paradigmas diaméricos (δια = a través de; μέρος = parte), porque en este caso es una parte de la extensión la que actúa de modelo formal de otras partes de la distribución. Así, una estatua de Artemisa que sirve de modelo para producir otras estatuas es un paradigma diamérico, y otro tanto se diga de un par de organismos de una especie gonocórica elegidos como paradigma de una reproducción cuasiclónica. Cuando el paradigma, en cuanto modelo formal, no sea considerado como un elemento más de la extensión o clase de los modelos materiales, puesto que es puesto “más allá” (μετά) de esa clase, hablaremos de paradigmas metaméricos. El dibujo en papel, o en pantalla de ordenador, de un sello-cuño, es paradigma de los sellos-cuños de metal, madera, plástico, &c. conformados según él; los planos de un modelo de automóvil son paradigma metamérico de los ejemplares que van a ser fabricados (multiplicados) en cadena.

La distinción entre paradigmas diaméricos y paradigmas metaméricos no es siempre terminante, puesto que está en función de los criterios que se utilicen para considerar al modelo como parte interna de la extensión o para no hacerlo así. Es evidente que los planos del automóvil no son un automóvil; pero la estatua en bronce de Artemisa que sirve de modelo o paradigma al molde en el que van a vaciarse los modelos en escayola ya es una estatua (aunque no sea de escayola). El molde, que también tiene funciones de paradigma, tampoco es una estatua, aunque sí es una suerte de estatua enantiomorfa. El cuño o sello (en el que se inspiró la teoría medieval de los universales conocida como “teoría de la sigilación”), en cuanto paradigma de las figuras que se imprimen en la cera, o en el papel, tampoco es una de esas figuras. No es fácil decidir si la figura reflejada y multiplicada en diversos espejos es paradigma diamérico o metamérico, o bien si la distinción es aquí irrelevante, puesto que cada imagen de un espejo puede a su vez ser modelo de otras.

(2) Paradigmas prolépticos y paradigmas no prolépticos. Aquellos modelos formales cuya configuración es producto de un sujeto operatorio o proléptico (los planos de los automóviles, o los planos de los arquitectos de los que hablaba Marx: «al final del proceso de trabajo brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente del obrero; es decir, un resultado que tenía existencia ideal», El Capital, tomo 1, III, V.1) son modelos prolépticos y, en general, normas; aquellos modelos formales cuya configuración no es producto de un sujeto operatorio (el genoma de una especie biológica) son modelos no prolépticos. Los modelos prolépticos podrán ser llamados artificiales o culturales; los no prolépticos naturales o mecánicos. Los paradigmas prolépticos podrán ser metaméricos (los planos del automóvil) o diaméricos (la estatua-modelo de una serie de copias); los paradigmas no prolépticos no sólo serían naturales (el Sol, como paradigma de todas sus imágenes reflejadas en lagos o ríos) sino también artificiales (las fotocopias mecánicas de un dibujo).

La distinción entre paradigmas prolépticos y no prolépticos es muy problemática porque podría alegarse o bien que en todos los casos hay que contar con un sujeto operatorio o proléptico (sea humano, sea sobrehumano, un demiurgo) o bien que en ningún caso cabe hablar de sujeto proléptico como autor o creador del diseño del paradigma (los planos de un edificio, incluso los de un automóvil, son imitación de otros objetos previamente dados). Todo paradigma sería, por tanto, proléptico aunque en diverso grado; o ninguno lo sería.

Sin embargo la distinción (2) no es trivial y su análisis nos remite al terreno de la ontología, en el que será preciso tomar decisiones (entre el espiritualismo o el materialismo) si no queremos permanecer prisioneros de una perspectiva meramente doxográfica.

4. Ontología de los paradigmas. Dos cuestiones fundamentales trataremos aquí. La primera relativa a la naturaleza ontológica de los paradigmas y la segunda relativa a la naturaleza de los sujetos operatorios o prolépticos. Ambas cuestiones están muy relacionadas; las respuestas a las alternativas posibles en una están en gran medida en función de las alternativas de las respuestas a la otra.

(1) El paradigma, en cuanto modelo formal, ¿tiene en sí mismo una forma y una materia o es forma pura? Tenemos que optar aquí entre el materialismo (= no existe paradigma sin materia) y el idealismo de los paradigmas (= hay paradigmas sin materia). En esta exposición optamos desde luego por el materialismo. No existen paradigmas que sean formas puras, como parece que en algunos diálogos sostuvo Platón, que consideró a sus ideas arquetípicas como paradigmas celestes que “flotaban” en el reino de las esencias; es decir, que ni siquiera eran soportados por una mente divina (como luego postularía San Agustín). Aristóteles criticó duramente a su maestro: las formas puras sólo lo son en potencia, no en acto; y, desde luego, el Acto puro no podrá alojar en su seno las formas puras del Mundo, puesto que Él sólo se conoce a sí mismo. Sin embargo hay que decir que la doctrina de los paradigmas uránicos que fue presentada por Platón, lo fue de un modo problemático y no dogmático. Y es necesario tratar de entender los motivos internos por los que propuso esta hipótesis metafísica. No puede entenderse una hipótesis metafísica ex abrupto y desconectada de las realidades positivas de las que necesariamente procede. Desde las distinciones propuestas cabe sugerir que el punto de partida de Platón fuera la distinción positiva entre paradigmas diaméricos y metaméricos. Los paradigmas uránicos serían paradigmas metaméricos llevados al límite, unas formas tan alejadas de los modelos concretos que ni siquiera tendrían forma corpórea. Suponemos, por nuestra parte, que los paradigmas, tanto diaméricos como metaméricos, constan siempre de materia y forma.

(2) El paradigma, en cuanto modelo general, ¿implica un sujeto operatorio proléptico? Supuesto que se acepte la afirmativa, ¿habrá de ser corpóreo o incorpóreo (espiritual)?

A lo primero nos alineamos con quienes defienden la necesidad de introducir siempre al lado de los paradigmas, en su función de modelos formales, algún sujeto, es decir, postular la ubicuidad del demiurgo (= obrero) en el mundo de los paradigmas. Supondremos, en efecto, que los paradigmas, como todo modelo en general, toman su origen de la actividad práctica (tecnológica, política…) de los sujetos operatorios. Más aún, no sólo los paradigmas habrán de ser referidos a los sujetos operatorios, sino que también todo sujeto operatorio podrá ser referido a un operar por paradigmas, al menos cuando se trata de un sujeto operatorio humano. En efecto, un criterio muy generalizado entre prehistoriadores y antropólogos, para distinguir los asentamientos humanos de los asentamientos de primates estriba no ya en que unos sean culturales y otros no, sino en el carácter normalizado (en los humanos) de las herramientas o útiles, ligadas a las normas lingüísticas. Pero las normas son paradigmas. Es en este lugar en donde brota la distinción originaria entre una materia y una forma. Pero la forma, en cuanto modelo (o paradigma en particular) dice siempre ejecución de esquemas de identidad (repetición terciogenérica) en motivos diversos capaces de re-producir la forma ya dada (recordada, según la doctrina de la anamnesis: la prolepsis es una anamnesis). De este modo, el paradigma de una prolepsis es su causa ejemplar o formal. Este análisis, que es en lo esencial el de Aristóteles (Metafísica, V,2,1013b; Física, II,3,195a) es un «sombreado» de la actividad del demiurgo (obrero, escultor).

¿Cómo aplicarlo a las situaciones naturales en las cuales advertimos los mismos procesos de repetición distributiva de un “paradigma”? Las únicas respuestas alternativas posibles, siempre que mantengamos la idea de paradigma, son las dos siguientes: o bien postular un demiurgo ad hoc invisible (a quien se encomienda, respecto de las reproducciones naturales, las funciones que el demiurgo humano o animal desempeña en las reproducciones artificiales) o bien atribuir las funciones de sujeto operatorio o demiurgo a los propios sujetos humanos que conciben esas reproducciones como reproducciones de un paradigma. La primera alternativa la descartamos dado el carácter mítico de su construcción, que se sostiene en virtud de un círculo vicioso (sólo merced a la introducción de un demiurgo puede mantenerse la analogía entre el paradigma artificial y el natural). La segunda alternativa puede presentarse del siguiente modo: una multiplicidad dada en la Naturaleza como conjunto de unidades que reproducen una figura determinada, sólo puede acogerse al esquema del paradigma cuando la figura dada sea abstraída por un sujeto operatorio que, despojándola de las determinaciones oportunas, le asigne la función formal de paradigma. No será, por tanto, que el código genético de una célula sea un paradigma de los que lo reproducen, sino que es el sujeto operatorio, el biólogo, quien, por abstracción, utiliza ese código o bien, prolépticamente, en previsión de las nuevas células, y entonces es paradigma de las células mismas. De donde puede concluirse que todo paradigma formal, en cuanto tal, tiene algo de paradigma metamérico, por cuanto el elemento tomado como paradigma debe estar elevado de algún modo por el sujeto operatorio. El mismo concepto de Gestalt puede decirse que desempeña la función de un paradigma de nuestras percepciones, casi como una forma a priori o molde cerebral.

A lo segundo: la respuesta metafísica o espiritualista afirma la necesidad de sujetos incorpóreos espirituales para que el paradigma alcance su función de paradigma formal. Debemos advertir que Platón no atribuyó a su demiurgo la función de crear los modelos, que ya preexistían, sino la de tomarlos como paradigmas; fue San Agustín, con precedentes neoplatónicos, no aristotélicos, quien además atribuyó a Dios la función creadora de los paradigmas. También podríamos explicar este recurso a un demiurgo espiritual a partir de la condición metamérica que conviene a los paradigmas en general, según hemos dicho; esta condición agradece un demiurgo también metamérico, cuyo grado límite se alcanzaría en un demiurgo sobrehumano. Aquí hay que optar, por tanto, entre el espiritualismo y el materialismo en la teoría del demiurgo. Platón y San Agustín optan por la hipótesis sobrehumana y aun espiritualista y creadora del demiurgo. Advirtamos que el propio Marx, en el lugar citado, aun cuando rechazó desde luego cualquier hipótesis sobre demiurgos sobrehumanos, sin embargo, al analizar a los demiurgos humanos, sigue atribuyéndoles capacidades creadoras y, si no espirituales, sí mentalistas. A nuestro juicio una doctrina materialista coherente de los paradigmas requiere siempre contar con demiurgos humanos (sin olvidar los precedentes animales), es decir, con sujetos operatorios que confieren a un modelo corpóreo la función de paradigma formal proléptico. Otra cosa es el grado de intervención del sujeto operatorio en la conformación del paradigma; intervención que va desde un grado mínimo (el sujeto toma un modelo natural o dado históricamente) hasta un grado máximo o positivo (el sujeto configura por transformación de otros anteriores –nunca por creación– el paradigma en su contenido).

5. Dada la importancia que ha alcanzado durante las tres últimas décadas del siglo XX, en el campo de la Historia de la ciencia, la doctrina de los paradigmas de T. Kuhn, parece obligado hacer mención especial a dicha doctrina, al menos en tanto pueda considerarse a la luz de cuanto hemos expuesto sobre los paradigmas en general.

Kuhn dice haberse inspirado, en el momento de iniciar el desarrollo de su teoría de los paradigmas, en el concepto de paradigma de los gramáticos y en la teoría de la Gestalt; y no deja de sorprender que un historiador de las ideas comience por Saussure y no por Platón, aunque para otros efectos la cosa no tiene mayor importancia. Desde este punto de vista parece natural atribuir a Kuhn un uso del término “paradigma” en un sentido que no excluye, desde luego, al menos en principio, el que venimos asignándole, el de “modelo isológico distributivo”, aun cuando más adelante matizaremos esta interpretación.

Lo que es característico en la obra de Kuhn no es tanto algún tipo de análisis de los paradigmas, en general, ni de sus relaciones con los cánones, los prototipos, &c., sino la utilización del término paradigma (a título de préstamo “de los gramáticos o psicólogos”) en el contexto del análisis del desarrollo histórico de las ciencias positivas, un análisis que, a su vez, comporta necesariamente un cierto análisis de su propia estructura gnoseológica. La condición de “préstamo”, reconocida por Kuhn (aunque él no emplee la palabra), que cabe atribuir a su concepto de paradigma, no es meramente ocasional o anecdótica. En efecto, podemos vincular a tal condición el carácter confuso que en la obra de Kuhn acompaña siempre al término “paradigma”; confusión que nosotros podemos medir a partir de las distinciones establecidas. “Paradigma” es, para Kuhn, un modelo y, sin duda, en principio, un modelo distributivo e isológico; pero también otras veces toma caracteres de canon, o de prototipo, o de metro-patrón. Si quisiéramos evitar que se interprete nuestro diagnóstico como una objeción o reproche a Kuhn (“confusión”) de un modo de proceder que podría ser interpretado como derivado del uso de una terminología distinta y legítima (un entendimiento del término paradigma en su sentido más laxo) diríamos sencillamente que Kuhn utiliza “paradigma” en el sentido genérico de “modelo”, sin excluir cierta preferencia por su sentido estricto de “modelo isológico distributivo”.

Al lado de estas diferentes acepciones genéricas, en relación con los tipos de modelos, hay que distinguir otras acepciones que en manos de Kuhn irá adquiriendo el término al ser aplicado al terreno específico de la Historia de las ciencias. Pero no se trata solo de hacer un censo de acepciones (algunos interpretes de Kuhn han contabilizado hasta treinta acepciones en su uso) sino, sobre todo, clasificarlas y establecer las relaciones entre las clases diferenciadas.

En el momento de la aplicación del término paradigma (sea en el sentido estricto, sea como canon, prototipo, &c.) al material gnoseológico, habría que distinguir las diferentes perspectivas o ejes del espacio gnoseológico en el que el término “paradigma” es aplicado de hecho por Kuhn. Podríamos analizar los paradigmas de Kuhn, en efecto, desde las perspectivas de los diferentes ejes, a saber, desde el eje sintáctico, desde el semántico o desde el pragmático. Sin embargo, a nuestro entender, la doctrina sobre los paradigmas de las ciencias desarrollada por Kuhn podría ser reducida, casi en su integridad, a la condición de doctrina desarrollada a lo largo del eje pragmático del espacio gnoseológico. Con esto queremos significar que los aspectos semánticos (sobre todo, los que tienen que ver con la verdad científica) y los sintácticos que, sin duda, la doctrina refleja, podrían ser considerados como aspectos oblicuos (y no necesariamente secundarios) del núcleo de la doctrina.

En efecto, los “paradigmas” de las ciencias son tratados, en lo esencial, por Kuhn, como momentos dialógicos del proceso científico y, singularmente, como momentos normativos. Dialógico es todo cuanto se refiere al sentido sociológico del término paradigma del que habla explícitamente Kuhn en la postdata de 1969 a la Estructura de las revoluciones científicas, y que comprende muy especialmente el análisis de las “comunidades científicas”. Pero, sobre todo, los paradigmas de Kuhn son tratados, en lo esencial, como normas, y a la condición de normas puede reducirse todo cuanto tiene que ver con el “segundo sentido” del término paradigma que Kuhn define en el lugar citado; un sentido que, además, él considera como el “más profundo y filosófico”. Podría suponerse, por tanto, que este segundo sentido del término paradigma se asienta ya en el eje semántico, en cuanto denota algo objetivo, y que resulta muy pronto identificado con la idea de “matriz disciplinar”. Pero sería preciso corregir tal suposición. La “matriz disciplinar”, aunque toma principalmente del campo material de cada ciencia sus contenidos, actúa como tal matriz sólo en el momento en que se convierte en norma de las operaciones de los sujetos de una comunidad científica: se llama “disciplinar” porque se refiere a la posesión común de los practicantes de una disciplina particular; “matriz” porque está compuesta por elementos ordenados de varios tipos, cada uno de los cuales requiere una especificación posterior. Ahora bien, los componentes principales de una matriz disciplinar, tal como Kuhn los detalla, son estos: “generalizaciones simbólicas”, “modelos heurísticos”, “valores compartidos” y “ejemplares”. Y resulta que las “generalizaciones simbólicas” (tipo “ley de Joule-Lenz”, H=RI²) aunque parecen “leyes de la Naturaleza” no son, para los miembros de la comunidad correspondiente, sino normas definicionales. Los “modelos heurísticos” (y hasta los “ontológicos”) proporcionan principalmente al grupo las analogías y metáforas preferidas y permisibles. Los “valores compartidos” («las predicciones deben ser exactas, cuantificadas»; «las proposiciones deben ser compartidas») lo son por el grupo y los “ejemplares” (el elemento central de los paradigmas) son sobre todo ejemplares compartidos, que sirven para que los sujetos operatorios vayan «moldeando los enigmas sobre soluciones a enigmas previos». En resolución: «un paradigma es lo que los miembros de una comunidad científica comparten y, recíprocamente, una comunidad científica consiste en hombres que comparten el paradigma.»

Se corrobora este diagnóstico, según el cual los paradigmas de Kuhn son componentes pragmático-normativos de las ciencias, si advertimos la importancia que en la exposición de Kuhn alcanzan las comparaciones de los paradigmas de las ciencias con las formas psicológicas o cerebrales, es decir, subjetivas, que, según los psicólogos, a los que Kuhn se refiere, controlan las percepciones: los paradigmas actúan como las cartas de baraja “arregladas” utilizadas por Bruner y Postman en sus experimentos de percepción (cap. VI); se analiza el descubrimiento de Urano por Herschel en términos de una análisis psicológico de las percepciones (cap. X); una ley-boceto, como la segunda ley de Newton (f=ma), funciona como una Gestalt (Postdata de 1969).

En resolución: los paradigmas, según Kuhn, intervienen en el campo objetivo, pero Kuhn no se interesa por analizar esa intervención desde la perspectiva de la verdad (ni siquiera son falsables, llega a afirmar). Sin duda organizan las percepciones del campo científico, y el cambio de un paradigma por otro puede poner a ese campo del revés (o “revolucionarlo”); componen los fenómenos de modo más o menos coherente; pero la cuestión de la verdad queda entre paréntesis. Se hablará incluso de “mundos diversos” promovidos por los distintos paradigmas, como si no hubiera siquiera una continuidad histórica interna, no solamente en el desarrollo, sino en los resultados de este desarrollo.

La condición pragmática de la doctrina de los paradigmas de Kuhn (los paradigmas como normas que guían las operaciones de los sujetos de una comunidad científica, frente a otras) no suprime su capacidad analítica, antes bien, constituye el fundamento de su fertilidad. No ofrece una doctrina semántica de la verdad de las ciencias; su indeterminación en este punto sugiere posiciones gnoseológicas lindantes con el sociologismo, sobre todo si tenemos en cuenta que trata como paradigmas, tanto a la teoría del flogisto (claramente precientífica) como a la teoría mecánica del calor; tanto a la física de Aristóteles como a la de Newton. La doctrina de los paradigmas de Kuhn no constituye, por tanto, un análisis de los contextos determinantes a partir de los cuales pudieran diferenciarse las teorías del flogisto de las teorías mecánicas del calor. Cuando Kuhn “toca” un contexto determinante, lo examina en sus funciones de paradigma normativo, y, por ello, muchos interpretan como “cambio de paradigma” lo que acaso no son sino cambios en el diagnóstico o clasificación de  un fenómeno dado ante un conjunto alternativo de contextos determinantes disponibles (lo que tantas veces ha ocurrido en las taxonomías botánicas o zoológicas). Pero la doctrina de los paradigmas mantiene su utilidad para, supuestas las ciencias positivas en marcha, establecer comparaciones entre las fases de su decurso histórico, desde una perspectiva sociológico-pragmática; una perspectiva que es, por lo demás, genérica y no específica de la Historia de la ciencia. No solamente habría que hablar de paradigmas en las ciencias, sino también en el arte, en la música, en la literatura, en la religión o en la tecnología (el “paradigma sonata” sería distinto del “paradigma fuga”). Pero no por ser genérico a las artes, a las ciencias, a las ceremonias…, el concepto de paradigma deja de ser esencial en cuanto factor decisivo en el decurso de las ciencias y de su propia organización histórica.

Gustavo Bueno



[ El 31 de agosto de 1996 el autor envió este artículo al profesor Wolfgang Fritz Haug (1936) –Institut für Philosophie, Freie Universitaet Berlin–, quien se lo había solicitado meses antes como editor del Historisch-kritisches Wörterbuch des Marxismus (impulsado entonces por la organización GLASNOST Info- und Dokumentationssystem Berlin). De esta obra, prevista en 15 tomos, se publicó el primero en 1994, y desde el sexto cada tomo se divide en dos volúmenes, que se van publicando cada dos o tres años. En 2018 apareció el primer volumen del tomo 9. En un documento de 2014, disponible en el sitio hkwm.de, se anuncia que la entrada “Paradigma” firmada por Gustavo Bueno –se supone que vertida al germano– aparecerá en el tomo 10 de la obra (Negation der Negation-Philosophie der Praxis). El texto de este artículo en español ha permanecido inédito hasta su publicación aquí el 20 de abril de 2023. ]