Escuela hispánica de dirección de orquesta
Vicente Chuliá, Curso de dirección de orquesta
11. Análisis de las partituras musicales
2c. Glomérulos constituidos por estromas sonoros
Glomérulos constituidos por estromas sonoros
Vicente Chuliá FMM 052 (44' 03'')
La palabra “estroma” la recogemos de Gustavo Bueno, quien, a su vez, la retomó en un principio de la tradición escolástica –concretamente, del libro stromata de San Clemente de Alejandría (ca., siglo I-II)– en tanto que designaba a los tapices y/o cubiertas. Esta idea, desde el materialismo filosófico, pasó a denominar las distintas morfologías características o contenidos de los que está compuesto el mundo, de hecho, al propio sistema lo definimos como “sistema estromático” formado por distintas capas o tapices que van trabándose, constituyendo las discontinuidades y el pluralismo característicos de la ontología materialista. (Para un estudio más profundo sobre esta idea, véase la tesela de Gustavo Bueno, “Estroma” (21 mayo 2014).
“Estroma es una palabra griega que se traduce por “tejido” y se utiliza para descubrir el mundo visible, audible y tangible (Mundus adspectabilis), un mundo de múltiples contenidos discontinuos pero interrelacionados (symploké). Los estromas constituyen en el materialismo filosófico el Mi y por tanto tratan de huir del dualismo sujeto-objeto en el que se sustentan el Idealismo, Realismo, &c., ya que los contenidos del mundo adspectabilis poseen muchas capas no necesariamente duales pertenecientes a dicho Mi. Precisamente para definir y subrayar los contenidos (capas) del Mundo es para lo que recurrimos a la palabra Estroma. […] Los estromas se definen a partir de referenciales que nos permiten obtener su propia realidad fenoménica que dependa de un sujeto operatorio o de la naturaleza.”{1}
Así pues, esta idea en música hará referencia a la resultancia de operaciones del compositor de partituras vinculadas a los referenciales instrumentales, por ejemplo: en un quinteto clásico de viento los estromas sonoros estarán vinculados a los referenciales del oboe, flauta, fagot, trompa y clarinete, o en un cuarteto de cuerda a los dos violines (I y II), viola y violonchelo; es por ello que los estromas sonoros cambiarán de fisonomía dependiendo de qué compuesto musical se esté tocando (pensemos en los estromas resultantes de un Kyrie de Tomás Luis de Victoria y en los que resultan de la Consagración de la primavera de Ígor Stravinsky, por ejemplo).
Ahora bien, partir de esta lección hay un aspecto importante que debemos tratar y que constituirá un ajuste a lo expuesto en el Manual de filosofía de la música (Pentalfa, Oviedo 2018), a saber: tal y como explicamos en el Manual, la música se inserta oblicuamente en el espacio gnoseológico a partir de los glomérulos que se estudian a través de las partituras; a partir de estos ovillos, constituidos por unidades morfológicas, por medio de los cuales podemos ir observando distintos contextos determinados y distintos esquemas materiales de identidad que forman parte de la historia de la música. No obstante, en las seis clases de glomérulos (conviene señalar que en el Manual sólo hay cinco, y que a partir de ahora estableceremos la sexta) que forman todos los géneros y especies tratados en las lecciones, no todos ellos forman parte de una perspectiva gnoseológica, y esto conviene resaltarlo, estudiarlo y analizarlo. Bien es cierto que la primera clase de glomérulos (FMM 046), las figuras geométricas articulan y entretejen estos ovillos ordenándolos en unas periodicidades compuestas por estas figuras; y la segunda clase de glomérulos (FMM 047-051), son periodicidades de figuras geométricas que van estableciéndose a partir de lo que, tradicionalmente, se ha llamado frase o periodo a partir de los cuales podemos ver diversas instituciones y términos (por medio de esas periodicidades, podemos estudiar distintas partes isológicas en las partituras que pueden hacernos obtener unas unidades diairológicas que pueden clasificar, distinguir y clarificar distintas instituciones normativas que a lo largo de la historia han ido sucediéndose por distintas generaciones de tonalidades); pero a partir de esta tercera clase de glomérulos –junto con la cuarta, quinta y sexta clase– es donde encontramos la problemática que solventaremos a partir de ahora.
En la tercera clase de glomérulos se halla el límite entre el plano gnoseológico y el plano noetológico, y, por tanto, la confusión histórica que se ha producido entre el núcleo musical y el cuerpo de la partitura. ¿Por qué razón?
En el momento hablamos de “estromas sonoros”, precisamos de operaciones en acto, in situ, operaciones sonoras. Y estas operaciones están sostenidas sobre instituciones que nosotros podemos estudiar a través de las partituras, aún y todo a través de una supuesta “improvisación” (desde el materialismo filosófico sustituimos esta idea por la de “composición en acto”), ya que ésta sería imposible de realizar sin haber estudiado previamente unas instituciones amalgamadas y enclaustradas dentro de las reliquias y relatos formadas por las partituras y los tratados. Así, estos distintos tapices o capas nos sitúan en un progressus y regressus, derivándonos tanto a los glomérulos posteriores, que explicaremos en la siguiente lección (FMM 053), como a los glomérulos ya explicados (figuras geométricas y periodicidades, así como todas sus generaciones de periodicidades isomorfas, dilatadas, contraídas, interrumpidas, entrelazadas, mutadas, &c.). Así pues, en esta clase de glomérulos, podemos observar distintas capas conformadas por términos melódicos, métricos, contrapuntísticos, acórdicos y cromatofónicos que tendrían que ir operándose en acto, primeramente, por medio del solfeo (el solfeo es una de las operaciones más importantes a este respecto, porque identifica el graphos con el phonos), así como de las operaciones sonoras con instrumentos. Por lo tanto, entraríamos en una perspectiva ontológica, y no gnoseológica: la des-composición (en progressus) de la partitura nos conduce a las instituciones musicales, con todo lo que ello conlleva (las normas, los autologismos, dialogismos, las características acústicas... = gnoseología en el plano β), siendo el proceso contrario (en regressus) lo que nos llevaría a la propia composición que haríamos en acto y que, por tanto, nos derivaría a un plano concerniente a la racionalidad subjetivo-lógica, esto es, la racionalidad noetológica. Sin embargo, no podemos partir de esta perspectiva noetológica sin antes prestar atención a estas identidades o unidades musicales que requieren de un estudio ontológico, es decir, de un estudio que nos haga delimitar las instituciones de las partituras y los glomérulos que se estudian en ella y que forman parte del plano gnoseológico en las metodologías β (I-β1, II-β1 e incluso β2).
Con todo ello, antes de abordar las características que puedan tener las distintas capas estromáticas representadas en la partitura institucionalmente pero que tenemos que conformar compositivamente en el estudio a partir de la descomposición de instituciones (en el plano gnoseológico) y sobretodo en el proceso de formación y ensamblamiento del plano noetológico, debemos abordar el asunto desde una perspectiva filosófica, tomando partido, como no, por la ontología materialista.
A este respecto, consideramos que el texto mas acertado y elemental para abordar un estudio ontológico y posteriormente noetológico de estos glomérulos que delimite la perspectiva racional del compuesto musical es el texto “Identidad y Unidad” (El Catoblepas, nº 119, Oviedo, enero 2012) de Gustavo Bueno, donde precisa y desarrolla asuntos tratados años atrás en “Los predicables de la identidad” (El Basilisco, nº 25, 1999).
En primer término, Bueno aclara en esta perspectiva ontológica, que la primera cuestión es diferenciar lo que el materialismo filosófico se refiere cuando habla de identidad y unidad respecto a la ontología tradicional. Asimismo, se refiere a esta ontología tradicional como la tradición aristotélica y escolástica, así como lo que él llama los “sistemas escolásticos modernos” (kantiano, hegeliano, husserliano, heideggeriano, &c.). La primera diferencia fundamental es que el materialismo filosófico parte de un partidismo metodológico, donde no hay que confundir dicho partidismo con un parcialismo, es decir, no es que no se puedan corregir otros sistemas ni tenerlos en cuenta dialécticamente, definiéndose en contra de lo que se parte –pensar es pensar contra alguien–, pero sí que partimos de una toma inicial, como el ateísmo esencial. Así, en la tradición, la idea de identidad y unidad se entendían como modulaciones de otras ideas envolventes, especialmente la idea del ser. En la metafísica presocrática, la idea eleática del ser se nos presenta como heredera de la unidad pitagórica, y de la idea de arche o arjé, que está utilizada por el atomismo de Demócrito, entendiendo que los átomos son indivisibles y eternos y están flotando en el vacío (interpretación del vacío como el “no ser”). Esta idea del ser, que viene de los presocráticos como Parménides, Platón la toma y está presente en las cinco ideas primitivas del ser: “el ser, lo mismo, lo distinto, el cambio y el reposo”. En Aristóteles, el ser se entiende como el acto puro, es la sustancia inmóvil. Posteriormente, en la teología natural, se trata el ser como el primum cognitum... En definitiva, Bueno hace un análisis histórico de toda la filosofía y parte de una perspectiva totalmente contraria a toda ella, de este modo plantea lo siguiente:
“No es decir nada cuando nos referimos a una cosa o ente individual absoluto, que tiene “en el Ser” la estructura ontológica de una sustancia aristotélica, puesto que, en este caso, la relación de identidad del ente (cosa, objeto) consigo mismo es una relación de razón (que supondría el “desdoblamiento ideal” de la cosa en los dos objetos entre los que ponemos la identidad); y la relación de razón es una no-relación (real). Pero todo cambia si tomamos como referencia, no cualquier ente-sustancia que se nos ofrece “en el tercer grado de abstracción” (en el cual está implantado el propio Wittgenstein, cuando utiliza los términos Dingen o things), sino una cosa corpórea individual, como pueda serlo la molécula de alanina o el rectángulo del “grupo de transformaciones del rectángulo. En este caso la transformación idéntica I, correspondiente a su rotación de 360º, que deja invariante al rectángulo (o bien, el producto de dos transformaciones sucesivas A × A = I, de 180º), nos ponen delante de una identidad real, a saber, la identidad propia de las transformaciones idénticas que no van referidas a sustancias o cosas inmóviles (aunque fueran rectangulares), consideradas “en sí mismas”, sino a cosas rectangulares, en este caso, que se mueven por rotaciones o giros. Lo que ocurre es que, en estos casos, más que hablar de relaciones de identidad entre objetos (o entre un objeto inmóvil y él mismo) tendríamos que hablar de conexiones entre las partes de ese objeto (el rectángulo del ejemplo), es decir, de las conexiones entre sus vértices, lados, ángulos, semirectángulos, &c. Conexiones que mantienen invariante la estructura del rectángulo y que más que la identidad del mismo expresan su unidad, la unidad topológica de sus partes en el curso de las transformaciones idénticas del grupo (que no son por sí relaciones, sino operaciones).”{2}
Bueno, por tanto, invierte toda la tradición iniciada por Aristóteles y da una primacía a las conexiones sobre las relaciones. Más adelante, esta perspectiva del referencial siempre corpóreo y operatorio, será lo que caracterizará a la perspectiva noetológica que vamos a asumir desde los estromas sonoros, así como para las siguientes modulaciones de la idea de glomérulo, que ya salen del plano gnoseológico para entrar en el plano noetológico. Continua Bueno:
“Mientras que las metodologías propias de la metafísica general tradicional se apoyan necesariamente, aunque no exclusivamente, en un sistema de supuestos sustratos referenciales metafísicos (sustancias simples, formas separadas, personas divinas, vivencias subjetivas –aunque sean vivencias de lo absoluto–), la metodología materialista toma como referencias, en las que apoyar sus análisis, a sistemas de configuraciones fenoménicas compuestas (no simples), a sustratos que envuelven necesariamente referencias fisicalistas y, por tanto, intersubjetivas. La importancia de las referencias fisicalistas estriba gnoseológicamente, no tanto en su condición de tales, sino en su aptitud para recibir las acciones, manipulaciones o transformaciones procedentes de los diferentes sujetos operatorios (S1, S2, S3... Sn). Sólo las referencias corpóreas pueden considerarse intersubjetivas.”{3}
Esto último nos recuerda tanto a los que ven la verdad musical en la propia fidelidad a la partitura, las anotaciones del autor y las cartas del autor; como los que ven dicha verdad en el sentimiento que produce el sonido en la “conciencia pura”, en su sensación, su “epojé”... Cuando la verdad musical se revela dentro de esa conciencia pura, se está refiriendo a esto: formas separadas, personas divinas, vivencias subjetivas.
“El análisis materialista de las ideas de Identidad y de Unidad comienza por delimitar el campo de los fenómenos referenciales afectados por la identidad, que se mantendrá siempre vacía, sin referencia a la unidad, bien sea definida a través de ella o recíprocamente.”{4}
Es decir, en música si no estamos hablando de partes institucionales o no estamos operando in situ con sonidos, no estamos refiriéndonos a absolutamente nada, salvo a especulaciones teóricas que están envueltas por la idea del ser, la verdad y el espíritu. Es, en definitiva, el atomismo{5} que caracteriza a toda la enseñanza de las universidades.
“Sería esta metodología arreferencialista (metafísica) la que habría asumido Aristóteles al introducir la idea de identidad como una relación del primer género (junto a las relaciones de identidad y de semejanza). En efecto, Aristóteles (Metafísica, Δ-5, 1021a-10) define las identidades (ταύτά) como aquellas cuya sustancia (η οϋσια) es una (μία), mientras que las cosas semejantes (ομοια) son aquellas cuya cualidad (η ποιότης) es una, e iguales (ϊσα) aquellas cuya cantidad (το ποσον) es una (εν); y por ello el uno (εν) es principio y medida del número (todavía M. Heidegger, en su Identität und Differenz, 1957, distinguía la igualdad cuantitativa o Gleichheit, de la mismidad o dasselben). [...] La sustancia es el ser que subsiste en sí mismo (inseidad), y no en otros (como los accidentes). Es decir: la sustancia es definida sin referenciales, o con referenciales metafísicos (pseudo referenciales) como las que antes hemos citado (Acto puro, espíritus, astros considerados como sustancias corpóreas –por analogia inaequalitatis, según Cayetano– pero con su materia totalmente actualizada, por tanto, como entidades que no se confunden con los fenómenos a través de los cuales el astro es percibido, puesto que su sustancia es invisible y “permanece debajo”). [...] El espiritualismo moderno, sobre todo el espiritualismo cartesiano, volvió a tomar como referencias las sustancias espirituales, las almas yuxtapuestas a los cuerpos autómatas. Malebranche, en pleno siglo XVII, subrayó el paganismo de Aristóteles cuando definía al hombre como animal racional, siendo así que la razón humana espiritual no puede mezclarse con la animalidad, que sólo podría ser un instrumento suyo. ¿Es posible “librarse del yugo aristotélico” en el momento de reexponer la idea de identidad, sin prescindir de su idea metafísica de sustancia, tomada como supuesto referencial ontológico o metafísico? […] Desde el materialismo tendremos que comenzar introduciendo las referencias positivas corpóreas como único camino posible para redefinir las ideas de unidad y de identidad. Sin embargo, las metodologías materialistas no pueden limitarse a rechazar o ignorar a los referenciales metafísicos, como si las construcciones de la metafísica general no se hubieran producido como “obras de la razón”, o como si debiéramos interpretarlas como meros delirios teológicos inexplicables racionalmente desde los presupuestos materialistas. Pero las metodologías metafísicas no podrían interpretarse ellas mismas al margen de referencias materialistas; incluso habría que plantear la posibilidad de dar explicación de ellas a partir de referencias fisicalistas llevadas al límite.”{6}
En esta primera parte, Bueno hace un análisis de toda la escolástica; y explica un asunto muy importante que conduciremos al campo musical, a saber: las operaciones musicales deben estar basadas en el núcleo. En el momento no hay núcleo, no hay música. El núcleo está vinculado con las operaciones sonoras, morfologías de ensamblajes y conexiones de los sonidos, mientras que en la partitura tenemos un estudio institucional de unas partes isológicas que nos hacen distinguir, por ejemplo, una séptima de dominante de un acorde de quinta aumentada, o un contrapunto de cuarta especie de un contrapunto imitativo en espejo; una mutación variada de una contracción o una dilatación, &c. No obstante, la concatenación de estas partes son conexiones operatorias de sonidos, por lo que, en el momento las conexiones de los sonidos faltan, la oblicuidad que precisa una partitura nos deriva a la metafísica y a las metodologías arreferenciales, o basadas en pseudo-referencias, y en partes atómicas que constituyen especulaciones teóricas y, en muchas ocasiones, el propio embrollo que caracteriza la enseñanza de todo el análisis musical.
Por tanto, lo primero que tenemos que sostener es que la des-composición (en progressus a la normatividad de las instituciones) de una partitura, es lo que nos permite entender institucionalmente su constitución; es decir, el estudio de una partitura debe partir de su propia destrucción, la destrucción de segundo orden: la descomposición de una partitura en partes institucionales que podemos observar, en una analogía de atribución, en el plano gnoseológico (por ello, tal y como venimos diciendo a lo largo del curso, a través de las partituras la música se inserta en el plano gnoseológico en lo que concierne a los términos que nos hacen comprender las técnicas relacionadas, a su vez, con las operaciones sonoras). Ahora bien, cuando este análisis lisológico ya está realizado, el análisis morfológico ya nos tiene que derivar directamente al solfeo y a la operación con instrumentos. En definitiva, nos tiene que derivar a componer las partes descompuestas para empezar a realizar una composición que no está en la partitura, sino en esas propias operaciones (composición con sonidos). El tallo de inflorescencia que junta los glomérulos (el conjunto de ovillos, basado en la analogía con la Botánica) está basado en las operaciones sonoras del unir varias morfologías, estableciendo puntos de contacto que van desarrollando y expandiendo, a partir de la anámnesis-prólepsis, las partes que van desapareciendo para integrarlas en las siguientes partes que se van operando in situ.
Asimismo, hay una cuestión que queremos reivindicar: hasta ahora, en el estudio de los glomerulos que hemos realizado en las pasadas lecciones, se han disociado y descompuesto las distintas partes formales que forman parte de los tres ejes, pero a partir de los estromas sonoros, retomaremos la conciencia de su inseparabilidad; a saber, a diferencia de las tendencias alemanas y anglosajonas de buscar en las morfologías sonoras unos estamentos sistáticos{7} (separando los ejes X e Y) plasmados en el análisis musical al cual le otorgan una suerte de verdad espiritual o esencial, confundiendo la analogía con la homología científica; nosotros nos decantaremos por la vertiente materialista en tanto y cuanto las totalizaciones musicales (las vibraciones sonoras) no pueden ser sistáticas (sistáticos son los instrumentos, pues en ellos hay un todo –con principio y final– compacto, o la orquesta –el conjunto de instrumentos que conforman un todo–), sino joreomáticas (χορει, fluir){8}. La música es, precisamente, el ejercicio sonoro de estas operaciones que se desarrollan en el fluir de las duraciones sonoras: por ejemplo, cuando suena el tema B de una sinfonía, el tema A está aniquilado, si bien existe en tanto y cuanto el receptor y el agente que lo están componiendo, lo están integrando en la propia unidad del compuesto. En consecuencia, el núcleo musical reside en esta inseparabilidad de los tres ejes que se mueve en magnitudes vectoriales, y no escalares (magnitud escalar sería el análisis lisológico del eje Y). Es decir, la sucesión temporal de las duraciones sonoras (eje X) constituye una multiplicidad de partes compuestas por líneas que son melódicas (ejes X, Y, Z) y que están entrecruzadas, resolviéndose y contraponiéndose unas a otras. Es por ello que en estos estromas –en estas capas melódicas– podemos encontrar la antigua acepción de melopea en su acción operatoria constituida por la polimelodía que irá regulando la normatividad de las instituciones armónicas estudiadas en los glomérulos ya explicados.
Como conclusión, entendemos que dentro de un compuesto musical existen diversos estromas sonoros regulados por normas institucionales que en las partituras se dividen en lo que llamamos “guión sinfónico”, en el cual no figura todavía la instrumentación, sino que está dividido por diversas capas que forman la obra. Este guión, tiene sus precedentes en las partituras para órgano (instrumentadas in situ siempre por el organista) o en partituras como El arte de la fuga de Juan Sebastián Bach, la cual carece de orquestación, siendo instrumentable para diversos referenciales instrumentales a partir del guión existente. A continuación, véase como ejemplo de guión sinfónico, la siguiente partitura Mar menor del compositor Ernesto Pastor:
Imagen 1. Guión de la Sinfonía Mar menor, Ernesto Pastor Soler
A partir de aquí, se constituirán las siguientes clases de glomérulos que estarán formadas por totalizaciones las cuales combinarán unidades e identidades que tendrán que seguir analizándose, específicamente, desde un plano noetológico y, sobre todo, ontológico.
Notas
{1} Vicente Chuliá, Manual de filosofía de la música, Pentalfa, Oviedo 2018, págs. 24-249.
{2} Gustavo Bueno, “Identidad y Unidad (1): Crítica al tratamiento metafísico de las ideas de Identidad y Unidad”, El Catoblepas, enero 2012, nº 119.
{3} Gustavo Bueno, “Identidad y Unidad (2): Tratamiento referencial-materialista del análisis de las ideas de Unidad y de Identidad”, El Catoblepas, febrero 2012, nº 120.
{4} Gustavo Bueno, “Identidad y Unidad (2): Tratamiento referencial-materialista del análisis de las ideas de Unidad y de Identidad” (El Catoblepas, febrero 2012, nº 120, pág. 2).
{5} Para profundizar más en la idea de racionalidad atómica y racionalidad anatómica, véase: s.v. “Holización”, en Diccionario filosófico, manual de materialismo filosófico; así como s.v. “Concatenaciones circulares de las transformaciones lisado / conformado: Racionalidad abierta y cerrada”.
{6} Gustavo Bueno, “Identidad y Unidad (2): Tratamiento referencial-materialista del análisis de las ideas de Unidad y de Identidad” (El Catoblepas, febrero 2012, nº 120, pág. 2).
{7} Gustavo Bueno, “Algunas precisiones sobre la idea de holización”, El Basilisco, 2010, nº 42, pág. 46.
{8} Ídem.