Escuela de Filosofía de Oviedo
Pedro Insua
Alfonso X y el origen de la nación española
5 abril 2021
La imagen de serenidad que muestran algunas miniaturas medievales sobre la sabia persona de Alfonso X contrasta con la realidad convulsa de su reinado, sobre todo hacia el final, debido al conflicto sucesorio que se produce tras la muerte prematura de su primogénito Fernando de la Cerda, en 1275. Los hijos de este aspirarán a la sucesión rivalizando con el segundogénito del rey, Sancho, que se rebelará, arrastrando a buena parte de la nobleza y las ciudades castellanas, hasta desposeer a su padre de sus poderes (aunque no del título de rey). Alfonso recuperará posiciones buscando la alianza de los benimerines, manteniéndose sólo fieles a él las ciudades de Sevilla (con su lema NO∞DO, en referencia a su lealtad al rey), Murcia y Badajoz. Acabará muriendo en Sevilla en 1284 dejando a su sucesor, Sancho IV, un reino agitado por fuertes rivalidades internas.
Con todo, el reinado de Alfonso X ocupa la primera parte de la segunda mitad del siglo XIII, y, a pesar de atravesar grandes problemas políticos, será decisivo para la consolidación de España como realidad nacional, fijando como hitos fundamentales de inicio de este proceso, en el mismo año 1221, el nacimiento del rey y el inicio de la construcción de la catedral de Burgos. Reinado y catedral son dos auténticos monumentos que hablan, a partir de ese momento, de una sólida cohesión nacional de España, y ello frente a aquellas posiciones que, sin más, niegan su existencia medieval.
Un siglo XIII que, desde un punto de vista geopolítico, se inicia con la derrota musulmana de los almohades en las Navas (1212), y que culmina con la presencia aragonesa en Italia, durante el acontecimiento conocido como Vísperas Sicilianas (1282), lo que significa, por un lado, el golpe de gracia contra el islam peninsular, y, por el otro, el punto de arranque del expansionismo mediterráneo de Aragón. En el medio de estos hitos se encuentra la consolidación de la población de la llamada Castilla novísima (Andalucía occidental) y de Murcia, en la que Alfonso X pondrá todo su empeño, con el objetivo último de neutralizar la posible embestida de cualquier otra oleada de conquista musulmana procedente del norte de África. Es más, la geopolítica del rey Sabio, cuya orientación estratégica se la dejó trazada su padre, Fernando III en su testamento, va a tratar de dar el golpe de gracia al islam norteafricano con el intento de conquista, en realidad “recuperación”, de la Mauritania Tingitana: es lo que se dio en llamar el “fecho del Allende” (es decir, el asunto del más allá del estrecho de Gibraltar). Por ello ordena el establecimiento de los arsenales en Sevilla, nombra y crea el Almirantazgo para Castilla e inicia relaciones amistosas con las pujantes repúblicas mediterráneas italianas. De una de ellas, de Pisa, le llegará a Alfonso, la propuesta de convertirse en emperador de Alemania (del Sacro Imperio, el “fecho del Imperio”). El “fecho del Allende” –esto es, África–, y el “fecho del Imperio” –Europa–, marcará la línea de acción de Alfonso durante su reinado, pero también de España en los próximos siglos, hasta la actualidad.