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Teselas

Dos grandes concepciones sobre la democracia

Gustavo Bueno expone la distinción entre dos grandes concepciones sobre la democracia.


Gustavo Bueno, Dos grandes concepciones sobre la democracia

Tesela nº 75 (Oviedo, 16 de marzo de 2011)

Transcripción GTGB ⋅ t075
Dos grandes concepciones sobre la democracia
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Pues vamos a hablar, para terminar ya este ciclo sobre la democracia, de una cuestión que yo creo que es muy importante, que es esencial, y es (se podría llamar así, esquemáticamente), la exposición de las “dos grandes concepciones de la democracia”. Que podrían denominarse (o que podríamos denominar) la concepción idealista o voluntarista, que prácticamente es lo mismo, y la concepción materialista de la democracia.

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Según esto, lo que quiero decir es esto, que, cuando hablamos de democracia, pues, estamos, de un modo u otro pensando desde dos perspectivas. Primera, la perspectiva voluntarista, la llamo voluntarista por las conexiones que tiene con la famosa teoría de la voluntad general de Rousseau, de la voluntad del pueblo, del “pueblo soberano”. La voluntad del pueblo, pues Suprema Lex Esto, es decir, lo que el pueblo quiere es la ley suprema, y por tanto, la democracia consiste en la voluntad popular reconocida, establecida, organizada, formalizada, &c, &c., en nombre de la libertad, porque aquí la voluntad es equivalente a la libertad en el sentido político.

3 ❦ 01:28

Mientras que la segunda perspectiva, sería la materialista, en donde no es propiamente la voluntad libre del pueblo soberano la que marca la norma de la sociedad política, sino que son otras necesidades, que no se agotan en la estricta capa conjuntiva(según la terminología que solemos utilizar), sino que incluyen otras capas que no son las conjuntivas, que siguen siendo seguramente políticas, pero que ya no son conjuntivas,es decir, ya no están reducidas al poder ejecutivo, legislativo y judicial consabidos, sino que se reducen a lo que llamamos la capa energética o basal y la capa cortical.

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En dos rasgos, redefinimos, o redefiniríamos, la concepción voluntarista de la democracia de este modo. La democracia,o la sociedad política democrática, pero también la sociedad políticaen general -por supuesto- pero sobre todo la sociedad política democrática,como especie de ese género, tendría como fundamento la realidad de un grupo social (en una fase histórica determinada de su desarrollo, y a un nivel suficientemente dado de lenguaje, inteligencia, &c.), en donde esta sociedad ha logrado organizarse así mismo una serie de normas de convivencia resultado de su voluntad soberana. Y esta voluntad soberana, se desarrolla en una categoríahasta cierto punto autónoma e independiente, de cualquier otra categoría con las cuales no se niega que esté relacionada (o involucrada), pero estableciendo siempre lo que los antiguos llamarían (Aristóteles o Platón, concretamente) la incomunicabilidad de los géneros. Es decir, así como, a propósito de la Aritmética y la Geometría, Aristóteles (siguiendo a Platón) establece con el nombre de problema de la incomunicabilidad de los géneros. Es decir, los génerosde la Geometría, las relaciones geométricas, son de otro género distinto de los géneros de la Aritmética, y además no hay comunicación entre ambos (según pensaban). Pues, así también, las leyes de la sociedad democrática pertenecen a un génerodistinto de las leyes que regulan, otras estructuras o realidades, como puedan ser, de carácter geológico, de carácter biológico, o de carácter astronómico, &c. La democracia tiene sus propias leyes, sencillamente, sus leyes propias. Necesita, sin duda, la aportación de una energía, pero es independiente de ella.

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El paralelo inmediato de este alcance, pues sería lo que en biología, en antropología, representa el cerebralismo o el espiritualismo, a saber, la voluntad humana y la acción humana, dependen enteramente, en unos casos de las decisiones, de los actos del espíritu libre,del alma espiritual libre, o si se quiere, a las leyes del cerebro, a las leyes neurológicas, que tienen un mecanismo libre y autónomo, sin perjuicio de necesitar la aportación de energía, pero que no influye propiamente en la estructura de las decisiones o de la organización cerebral humana, sino que simplemente contribuye a la aportación de energía, pero no determina sus leyes,puesto que las leyes son autónomas. Del mismo modo que las relaciones (volviendo al ejemplo) geométricas, muchas veces no están determinadaspor las leyes aritméticas, sino que son independientes e irreducibles a ellas, como podría ser el caso de los famosos números 3, 4, 5 de las relaciones pitagóricas de la aritmética de los números, que muchas veces no tienen representación geométrica posible.

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Entonces, habría unas legalidades distintas, y esto es precisamente lo que llamamos el voluntarismo democrático. Claro, en la teoría de Rousseau, se supone que la sociedad política es originariamente democrática, aun cuando, hay que decirlo también, aunque a Rousseau se le atribuye esto –y aun cuando la Idea de democracia (del pueblo soberano) ha sido expuesta por Rousseau en primer lugar–, sin embargo, también es verdad que Rousseau es, seguramente, uno de los autores que más han atacado a la democracia, en un sentido especial. En algunos pasajes de El contrato social sí reconoce a la democracia, pero es casi como si fuera un desliz, porque, en general, Rousseau se manifiesta muy receloso ante las formas democráticas, sobre todo cuando han superado el nivel de los pequeños cantones suizos, y han incluido la idea de la democracia representativa (en lugar de la democracia directa) que a Rousseau le produce un gran recelo, y, por tanto, desconfía constantemente de las formas democráticas de gobierno representativo. Y entonces, sin embargo, el voluntarismo de Rousseau, pues es el que ha tenido repercusiones extraordinarias, sobre todo en la Revolución Francesa, si no propiamente, sí en el principio. Pero también hay que decir que la democracia, la Idea de democracia, no fue propiamente una Idea que estuviera en el primer plano de la Revolución Francesa, y de la Revolución Americana sobre todo. En gran medida porque –y no digamos de Inglaterra– Inglaterra era monárquica (y lo fue siempre) y, por consiguiente, prefería unas veces la democracia a la república. Y entonces, la confusión entre democracia y república que aparece ya en los escritos aristotélicos (como hemos dicho en alguna otra ocasión), hacía prevalecer muchas veces el nombre de democracia con el nombre de república, en lugar de demagogia, &c. Y, por tanto, Rousseau es el creador de la Idea de la soberanía del pueblo, del pacto social, del contrato social; que tiene implícito el sufragio universal de algún modo. Y, sin embargo, dentro del voluntarismo, puesto que la voluntad del pueblo se mide por el pueblo mismo, y el pueblo, en cuanto libre, es autónomo, autodeterminante, y no está sometido realmente a presiones ajenas (o no debe estarlo, si es libre), no ya de otros pueblos, por supuesto, sino tampoco de los tiranos o de las imposiciones –diríamos– de la naturaleza, que precisamente la democracia o la sociedad política, ha liberado.

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Según esto, la sociedad democrática, se puede concebir como una especie de entidad flotante sobre el mundo natural, como si en el proceso de evolución hubieran surgido unas nuevas estructuras superorgánicas, a la manera como surgieron las estructuras orgánicas de los coacervados bioquímicos, que no se reducen a ellos, aunque los necesitan energéticamente. Pues así también la sociedad democrática y las sociedades políticas, habrían aparecido como expresión de la libertad humana nueva, en un mundo que no depende propiamente más que de él mismo, y que depende, de un modo indirecto, pero en otro género –como digo– de otras necesidades, y no está impuesto por ellas. Esta situación se comprende muy bien (su posibilidad histórica), sobre todo en aquellas repúblicas que fueron transportadas de Inglaterra a los actuales Estados Unidos en las famosas colonias del Mayflower, fundadas por los puritanos del Mayflower y otros, y que fundaron unas colonias que –de algún modo– estaban ya organizadas, desde el punto de vista estructural, en toda la tradición cristiana y calvinista, &c., de Inglaterra. Pero que, se habían transportado, “como flotando” y “tomando tierra”, en determinados territorios americanos, como podían haber sido otros. Es decir, la democracia venía ya anteriormente de esos asentamientos, porque estaban ya “fabricadas” en otros asentamientos previos, de Inglaterra, Holanda, &c., &c. Quiero decir que, las circunstancias de que la democracia moderna americana hubieran procedido precisamente de estas fuentes “transplantadas” de la metrópoli entonces (como pudo ocurrir también en las colonias griegas de la Magna Grecia o de Asia Menor con respecto al continente, al Peloponeso) pues, pudo dar lugar a una impresión, a mi juicio errónea, que fortalecía la idea de que la democracia y la sociedad política, se agota en su estructura, precisamente en este voluntarismo que se expresa mediante esa voluntad general, que nadie sabe muy bien lo que es, ni siquiera Rousseau. El propio Rousseau oscila continuamente en definirla, y entonces, esto es lo que llamamos idealismo democrático. Tengo que subrayar (y esto exigiría mucho más tiempo, del que no disponemos aquí), que este voluntarismo democrático, yo creo que es la clave del fundamentalismo democrático, y que, principalmente los juristas, los constitucionalistas, son los que definen la democracia desde este punto de vista idealista. Y sobre todo, la misma sugerencia, debida a Habermas, de sustituir el patriotismo tradicional (de una sociedad política), por el llamado patriotismo constitucional, es decir, el patriotismo, o lealtad hacia una Constitución que el pueblo soberano “se ha dado a sí mismo” (aquí está dicho todo). El “pueblo soberano” “se ha dado a sí mismo” una Constitución, es decir, el pueblo soberano es como una causa sui que él mismo ha “fabricado” su estructura democrática libre, autónoma, soberana y, por tanto,… Esto es idealismo puro, e incluso, voluntarismo e, incluso, subjetivismo porque, el único criterio realmente, de la sociedad política democrática es que se cumpla la voluntad del pueblo. ¿Cómo se mide esa voluntad general? Esa es otra cuestión que se da por consabida pues, mediante el criterio de la mayoría, mediante el sorteo, o lo que fuera, pero esas son, o se presentan como cuestiones secundarias subsidiarias, porque lo importante es remitirnos a la voluntad de un pueblo que es el que garantiza por su propia actividad y potencia autónoma la libertad de ese pueblo. Esto es, pura y simplemente, idealismo o voluntarismo, que prácticamente es lo mismo.

8 ❦ 13:17

Enfrente de esto, ¿cuál es la perspectiva del materialismo filosófico con respecto a la democracia? Pues, sencillamente, y como ya hemos hablado mucho de esto, basta enunciarlo, sugerirlo. Que la sociedad política (democrática, aristocrática, o como se quiera), en absoluto parte de una expresión de la voluntad soberana de un pueblo que es libre, y que libremente contrata, en un contrato originario social. Se niega radicalmente, totalmente, esta tesis sostenida no solamente por Rousseau, sino por otros muchos, constantemente; aun cuando se interprete ese contrato social como una ficción jurídica, como un modo de hablar, como una hipótesis –el caso de Rawls, por ejemplo–, pero nunca queda claro qué quiere decir este modo de hablar, estas ficciones jurídicas. Es decir, realmente, es históricamente inconcebible semejante contrato social entre una banda de babuinos, de homínidas, o de australopitecos, o de hombres antecesores. Esto es imposible, es totalmente incompatible con la realidad histórica de lo que es una sociedad política.

9 ❦ 14:38

Y, entonces, yo creo que el voluntarismo está fuera de lugar por completo, desde una perspectiva histórica: prehistórica o histórica. Y, según esto, la sociedad política y, concretamente, la democrática, parte, no ya de una voluntad general “voluntarista”, sino del arraigo originario de unas bandas humanas, tribus, clanes (o como se quiera llamar), a un determinado nivel de su desarrollo, el arraigo en unos territorios “apropiados” por ellos, y que son, en principio, la base energética de su propia subsistencia. Hasta el punto de que los planes y los proyectos de esa sociedad son, ante todo, los de subsistir, en principio, en ese territorio, para lo cual debe tener suficiente potencial energético para poder subsistir; o bien, de apoderarse de territorios contiguos o vecinos, o de comerciar con ellos, o de lo que fuera, pero, en todo caso, determinado siempre por la capa basal –que llamamos– que es, el contenido de la patria en el sentido materialista.

10 ❦ 15:54

La patria no solamente es, según esto, “la Constitución que [el pueblo] se ha dado a sí mismo”, puesto que la patria es anterior a la Constitución, y la sociedad política tiene que estar ya organizada y desarrollada históricamente para que se pueda hablar de patria, es decir, para que ese territorio pueda haber acreditado la posibilidad y la capacidad de sostener a esa sociedad y de marcarle realmente las direcciones por las que tiene que funcionar para poder subsistir, para la eutaxia de esa sociedad. Y, por tanto, las determinaciones económicas, de algún modo, puesto que esa base, esa capa basal en el fondo es la clave de la economía, por lo menos de la economía de producción (y de distribución también en cierto modo).

11 ❦ 16:44

Y, por supuesto, la capa cortical, en el sentido de que esa apropiación, que tiene que ser finita por tanto, está siempre limitada por otras sociedades que se han organizado conjuntamente a la de referencia, y que entran inmediatamente en interacción con ellas. Interacción que casi siempre es de carácter polémico, y que únicamente cuando va evolucionando históricamente la situación, se pueden establecer pactos internacionales (diríamos, de “derecho internacional”), pero que nunca son decisivos, puesto que dependen enteramente de la potencia, en gran parte fundada en la capa basal, pongamos, por ejemplo, en los minerales, en el petróleo, en el uranio, &c. (digo para dar ejemplos tan presentes en nuestro siglo, y en estos días). Y por consiguiente, que la organización de una sociedad política supone siempre un acto de violencia, no de “pacífico consenso de los contratistas originarios”; de una coacción de una parte de la sociedad, con respecto a la parte interior de la sociedad, que es la que fija los derechos de propiedad principalmente, de esa parte, o de las parcelas de propiedad de esa parte, y que suelen ser desiguales desde el principio, y que a lo largo del tiempo se van afinando o acrecentando estas desigualdades.

12 ❦ 18:16

Pero que la Idea del derecho (incluso de los derechos humanos) no procede simplemente de una “voluntad de consenso y de paz originaria”, sino que supone siempre la violencia, de algún modo. El Estado, en la fórmula famosa de Max Weber, es quien “monopoliza” esa violencia, pero la violencia sigue existiendo, y es la base del derecho penal, desde luego. E, incluso, los famosos Derechos Humanos, que desde Virginia, hasta el 89 [1789] en Francia, hasta el 48 [1948] en la ONU (en el presente, diríamos), los derechos humanos, que son expuestos como “expresión de la buena voluntad del Género humano”, pues, naturalmente, esto es otra Idea puramente metafísica, porque los derechos humanos, si tienen vigencia, es decir, si no son meramente producto de la “especulación ética” o del “papel mojado”, si tienen vigencia, es precisamente por la capacidad coactiva que tienen determinados Estados de la Sociedad de las Naciones o de la ONU, para imponer a los demás Estados que no los cumplen, sanciones violentas, como puedan ser, embargos, retirada de embajadores, sanciones políticas, o económicas, &c. Y, por consiguiente, los derechos humanos se fundan también en la coacción, exactamente igual que el derecho y la normativa interna, también se funda en la coacción.

Final ❦ 19:53

GTGB

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