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El Péndulo del Milenio
Logroño, enero 2000
Filosofía
nº 1, página 21

A propósito de España frente a Europa
Pedro Santana Martínez
 

España frente a Europa es el último título publicado por el filósofo Gustavo Bueno, bien conocido del lector culto y del que no lo es tanto por unir a su fructífera labor académica de muchos años una actividad pública, siempre brillante y no pocas veces polémica, que los medios han realzado, sobre todo, en la última década.

Es el que nos ocupa un volumen de casi quinientas páginas que Alba Editorial, de Barcelona, ha sacado a las librerías a partir de octubre del recién concluido 1999. Si puede decirse que su lectura es exigente, no es menos cierto que aportará a quienes la emprendan una visión crítica sistemática de las ideologías a la violeta en boga, y una teoría de la nación y de la historia de España que creemos sin parangón en los últimos años.

Y una de las primeras evidencias que esa lectura facilita es que, aunque sólo fuera por tamaño, ya merecería este libro otra recensión que la apresurada nota que aquí se ofrece, y eso por más que a ésta, modestamente, se le conceda el valor de llamar la atención del lector sobre una obra que analiza un asunto capital de la política presente, cabría decir, el tema político de nuestro tiempo en nuestro país. En tal sentido, queremos dejar clara la naturaleza de estas líneas, que apenas buscan otra cosa que el subrayar la reciente publicación del libro.

Aun sin considerar la riqueza y sutileza de los análisis y las construcciones que Gustavo Bueno presenta en él, aunque sólo fuera por la importancia de lo que aquí se maneja –y esto ya en un sentido político partidario, o en otro opuesto–, habría de entrarse en consideraciones más profundas, rigurosas y extensas para las que no tenemos espacio, tiempo ni autoridad. Y hemos de insistir en que esto no es así sólo porque el problema de las relaciones entre España y Europa, en su actualidad política, merezca un tratamiento filosófico –que obtiene en este libro y que, a partir de éste, reclama una argumentación del mismo temple–, sino también porque el complejo España-Europa, gramaticalmente vehiculado por una u otra preposición o locución prepositiva, nos abre a nuevas discusiones, ahora internas, acerca de España, acerca de qué pueda ser ella o acerca de qué son y cómo se integran sus partes.

Sobre esto no hará falta insistir porque el lector avisado percibirá sin dificultad la necesidad geométrica, matemática, de ese engranaje entre los problemas que puedan configurarse entre España y sus partes y los que se dan entre España y Europa, relación que incluso puede extenderse a los que se presentan en referencia a la inserción de España en el dominio de la Historia universal, idea ésta –dicho sea de paso y sin ánimo de molestar– que subsiste y ejerce su papel ideológico con renovados bríos también en aquéllos que niegan sustancialidad a la historia y que quieren mostrarse apolíneamente alejados de toda tentación historicista.

En cualquier caso, todo el debate –el de este libro y el de cualquier otro de los que tienen lugar sobre el mismo asunto– no posee sino un núcleo fundamental, a saber, el de qué es España, cuestión que en estos tiempos de nacionalismos sólo puede resolverse racionalmente si se neutralizan, entre otras cosas, las pretensiones, falsamente democráticas, de las teorías voluntaristas.

Más arriba se ha utilizado la expresión «tratamiento filosófico» y con ella se ha querido señalar algo que bien podría constituir la diferencia de género de los escritos de Bueno frente a los de la mayoría de los ensayistas, sociólogos, historiadores, politólogos y también filósofos sedicentes que pueden poblar estos ámbitos del pensamiento práctico y la práctica política. Esta diferencia, este tratamiento filosófico, no sería tanto una perspectiva dada por una cierta y más o menos idiosincrática concepción, tal vez caprichosa, de la filosofía, sino una exigencia de la esencia misma, también necesaria, de la filosofía académica como institución que ha pervivido y trascendido los límites de la sociedad que la vio nacer.

La definición, más que imagen o analogía, de la filosofía como «geometría de las ideas» se nos muestra prístinamente en el modo de hacer de Bueno. Dibuja éste el espacio en que las ideas –alimentadas por prácticas, categorías o por otras ideas– que se mueven en torno a un asunto determinado toman cuerpo y muestra, en consecuencia, cómo aquéllas han de ocupar ese espacio y distinguirse unas de las otras según, precisamente, los lugares que tal espacio permita.

Cabe concluir que si existe un tratamiento genuinamente filosófico de los conceptos y las ideas, tal cosa nunca desautorizará los tratamientos categoriales que, desde una u otra disciplina, se dediquen a los mismos asuntos. Los que salen perdiendo en la comparación son los métodos de quienes quieren dar filosofía o ciencia o reflexión crítica cuando sólo dan ideología barata, de la cual, de la ideología barata, bien puede decirse que se trata de un bien altamente estimado, pues aun ofreciéndose cada vez en mayor cuantía, ve también cómo su precio sube sin cesar.

No son, pues, quienes difunden meras opiniones otra cosa que vehículos para algunos de los poliedros que ocupan ese espacio de las ideas de que hablamos, ciegos y determinados por los accidentes de un terreno que no recorren sino que los encauza y conduce, aunque no pueda negarse que el camino que acaban por transitar no suele olvidar el momento de la oportuna recompensa.

 


Fundación Gustavo Bueno
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